Tantas flores serían necesarias para secar los húmedos pantanos
donde el agua de nuestros ojos se hace lodo;
arenas movedizas tragándonos y escupiéndonos,
de las que tenaces, una a una, tendremos que surgir.
(Gioconda Belli)
Otro ocho de marzo pasó y no fue un secreto para nadie que ese día procesualmente pasó de ser un día de lucha por los derechos de las mujeres a ser otro día más, comercial y totalmente absorbido por la lógica capitalista, donde el objeto enaltecido es la feminidad hegemónica.
Eso quiere decir que nos reconocen por la manera más común que aprendemos lo que es ser mujer - sensibles, frágiles, dadoras de vida, sentimentales - entre otros atributos que décadas de estudios (y no de puras ideologías) nos permiten hoy nombrar como estereotipos de género.
Es la comercialización de un día que, históricamente tiene fuerza de lucha, aunada a los estereotipos de género y al desconocimiento sobre el origen de la fecha, que hace con que sea común felicitar a las mujeres por “su día”. De igual modo las empresas ofrecen a las trabajadoras sesiones de manicure, los novios regalan flores y chocolates a sus novias y así, de manera general, parece que todo va bien, porque en ese día somos reconocidas por ser mujeres. Incluso se amplían las celebraciones para un “mes de la mujer” o un “marzo de las mujeres” llegando al punto de haber quien diga que “el día de la mujer son todos los días”.
Sin embargo, no quiero ser poco amable con quienes nos felicitan o ingrata frente a los chocolates y a las flores que, en general, nos gustan (con excepción a los alérgicos), la cuestión es que el día de la mujer es un día de lucha. Ni más, ni menos. No hay como decir de otro modo. El 8 de marzo se define en un congreso socialista realizado en Rusia en 1910 y es una reivindicación en contra de todas las desigualdades y a las violencias que vivimos a diario por cuenta de una construcción de género que crea expectativas y disciplina sobre nuestras vidas y nuestros cuerpos.
Ese día, es por lo tanto, una denuncia a nuestra condición subalterna en la sociedad. Es un día para denunciar lo cuanto aún nos falta la igualdad de acceso a diversas oportunidades en la sociedad, pero también es la lucha por todo lo que no soportamos más en cuanto a las violencias físicas, económicas y sexuales, así como las más invisibles y simbólicas, que sufrimos por el simple hecho de ser mujer. Podría ser más complejo y de difícil comprensión, pero no lo es.
Es por todo eso, que no cabe un “feliz día”, ni unos regalos que nos reconozcan por ser mujeres, aunque sean frases de empoderamiento, tampoco una matica que simbolice la vida y la renovación, o un acto que reconozca la fuerza de la mujer. Todos esos gestos, juntamente con las flores y los chocolates, remiten a una celebración que no existe: el celebrar ser mujer. Porque si así fuera incluso deberíamos hablar de un día para los hombres.
El hecho es no queremos felicitaciones, ni regalos, ni un marzo, siquiera un año entero para las mujeres. Lo que queremos, es sencillamente que ser reconocidas como humanas, como protagonistas de nuestras vidas, en ser exaltadas o desvaloradas por ser mujer. El 08 de marzo, es el día en que hacemos énfasis en eso.