En todo acuerdo de paz se encuentra la discusión ineludible del Desarme Desmovilización y Reintegración – DDR. Lo que no se encuentra en todos, es una mirada diferencial a la desvinculación de los menores de edad: niños, niñas y adolescentes. Incluso, en muchos procesos no se mencionan. Buscando escapar de la justicia, pues el reclutamiento de menores de 15 años de edad en fuerzas armadas o grupos, o utilizarlos para participar activamente en las hostilidades está catalogado como una infracción grave y crimen de guerra; según lo establecido por el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional y su base en el Derecho Internacional Humanitario.
De manera que, dentro de los errores que se han cometido en la historia de los procesos de DDR, como es el caso de El Salvador o, la desvinculación de menores de las AUC en Colombia con la Ley de Justicia y Paz, está: antes del desarme dan órdenes a los menores de entregar las armas e ir a sus hogares y no entregar las listas completas. Por otro lado, es frecuente que no se trabaje con un enfoque étnico en los casos de los niños indígenas, o la falta de preparación de las comunidades receptoras. Vale la pena destacar que hay países donde los NNA – niños, niñas y adolescentes- han participado de forma más activa, como lo es el caso de la República Democrática del Congo, Uganda, y Sierra Leona. Sin embargo, los NNA han hecho parte de las filas en más de 60 conflictos armados, según lo establece el Profesor Mark Drumbl en su libro “Reimagining Child Soldiers” o, Reimaginando los Niños Soldados, en español.
Como en muchos otros aspectos de la vida, no existe una fórmula del éxito para el diseño e implementación de un programa de DDR. No obstante, es necesario tomar nota de las lecciones aprendidas de procesos pasados, para mitigar las afectaciones de algunas estrategias sobre estos menores e igualmente, para diseñar programas apropiados a las características psicosociales de estos menores. En su mayoría, son personas despojadas de la inocencia, confianza, seguridad, autoestima, felicidad y autoconfianza, resultado de una niñez vivida con cuidadores en un entorno protector. Lo que acarrea una maduración y adopción de conductas adultas a temprana edad, de manera que, si bien siguen siendo niños, no son el mismo tipo de niños que son aquellos que no han pasado por tales experiencias. Desconocer esa madurez temprana constituye en un segundo despojo: el de la agencia. Los más grandes, son personas completamente capaces de entender el contexto y tener preferencias sobre su futuro. Especialmente, aquellos que llevan varios años en las filas y han ascendido de posición o adquirido un reconocimiento dentro el grupo.
Otro aspecto importante, es la diferencia entre la experiencia de los niños y las niñas. Se han hecho muchos estudios sobre el fenómeno en general, es decir, la mayoría son del reclutamiento ilícito de los NNA. Sin embargo, varios trabajos advierten sobre las afectaciones particulares en los casos de las niñas. Existen múltiples razones para reclutar menores: cocinar, limpiar, mensajería, combatir, esclavitud sexual… Las niñas se ven expuestas con frecuencia a la violencia sexual en marcos de conflictos armado – como civiles o reclutadas-, haciendo que aquellas que son reclutadas a temprana edad puedan llegar a presentar dificultades para relacionarse normalmente con figuras de protección. Es decir, que al haberse visto expuestas a violencia y abuso sexual a tan temprana edad, puedan manifestar conductas sexualizadas hacia cuidadores en la fase de desvinculación. Esto demuestra la necesidad de un enfoque diferencial étnico, o etáreo, sino también, de género. El apoyo psicosocial para estas niñas, según el caso, puede ser muy diferente al que necesitan los niños de su misma edad, aunque vale la pena resaltar que a los niños también los violan.
Es de destacar, que la violencia y abuso sexual hacia estas menores también las lleva a vivenciar otro tipo de experiencias fuera de lo común para sus edades: embarazos, abortos, y muerte. De hecho, hay estudios que afirman que en el mundo se mueren más niñas dando a luz que en el acto del acceso carnal violento en sí mismo. Como es de esperarse, los embarazos de las niñas son de alto riesgo por condiciones físicas evidentes, y entre más pequeñas, es mayor el riesgo. Estos son episodios que ninguna niña debería vivir y, sin embargo, son privadas de la atención que necesitan al ser desestimadas y enviadas a casa por sus cabecillas para negar la existencia del reclutamiento ilícito. Razón por la cual, establecer el número de víctimas en los diferentes conflictos es difícil. Por lo menos en Colombia, las cifras oscilan entre los 5.000 y 11.000 NNA en todo el conflicto armado, se tiene conocimiento de la falta de entrega de listas de las AUC y un proceso bastante silencioso y casi nada nombrado de los desvinculados de las FARC. Tal vez el próximo 12 de febrero, el Día de las Manos Rojas contra el Reclutamiento Ilícito, el ICBF, UNICEF o alguna institución proporcionen algún tipo de información al respecto.
Lo cierto es que en Colombia esto es una pesadilla que muchos NNA han vivido, y que continúan viviendo a causa de la continuación del conflicto armado. Si bien se han dado procesos de desarme y desmovilización, disidencias, nuevos grupos paramilitares y guerrillas continúan amenazado familias y reclutando menores a lo largo y ancho del país. Las muertes de los líderes sociales, con toda la invisibilidad que han tenido por parte de los medios de comunicación y el Gobierno, no han estado ni cerca de la niebla que caracteriza el reclutamiento ilícito en Colombia. Haciendo imposible conocer o evaluar las rutas de atención a estos menores, mucho menos la dimensión del fenómeno y ni hablar de los responsables, justicia, verdad y reparación para los menores y sus familias.
En últimas, es importante que como sociedad nos replanteemos la comprensión de los NNA excombatientes, no pasar de largo sobre ellos, escuchar más y ser un poco más agudos con las apreciaciones. La niñez se ha convertido en una bandera de lavar y planchar para muchas causas, y aunque muchas de estas no los afectan realmente, no directamente, en materia de desvinculación sí lo hace, al igual que el conflicto armado. La prolongación del conflicto solo continúa vulnerando los derechos de esta población, seguridad, protección, educación, salud, alimentación, vivienda, vida… Por eso la invitación en esta oportunidad, es que dejemos de lado la sed de venganza, sangre y guerra. Demos la bienvenida al diálogo a quienes quieran tenerlo, exijamos respuestas a nuestros representantes, y comprometámonos con aquellos que fueron despojados de sus derechos desde hace tanto tiempo para que sus propias voces puedan ser escuchadas. Entendiendo que en muchas ocasiones son nuestras propias voces las que callan las de ellos, que cada experiencia de vida es única, que no todo es tan sencillo como parece, y que pocas son las cosas en la vida que son blanco o negro; porque, muchos de los niños, niñas y adolescentes reclutados hoy son adultos “ex guerrilleros” que muchos no bajan de miserables.
Que el odio por la guerra no nos amarre más a ella…