Desde la infancia, los niños y niñas reciben diferentes conocimientos que les permiten ir percibiendo el mundo y la realidad en la que habitan; esto despierta en ellos y ellas inquietudes y curiosidades que día a día buscan satisfacer, teniendo en cuenta que en esta etapa de la vida es cuando existe una mayor receptividad para adquirir conocimientos y desarrollar aspectos emocionales.
En una etapa posterior, los adolescentes, en su etapa de aprendizaje, acrecientan sus conocimientos académicos que les permiten entender y comprender mejor la sociedad en la que vive, lo que permite el establecimiento de posiciones y posturas frente a todo lo que le rodea. Ya por último, en su etapa universitaria, esos conocimientos adquiridos se irán especializando en pro del desarrollo de un proyecto personal y social establecido por el individuo mismo, teniendo en cuenta su entorno, sus deseos profesionales, su ideología y su percepción de y frente a la vida en sí misma.
La anterior fue una breve reseña del proceso de aprendizaje de cualquier persona en términos muy generales, ya que se sabe que cada etapa e incluso cada edad tiene su propio proceso y sus características particulares; la finalidad de esta presentación es manifestar primeramente que el ser humano desde su nacimiento, está en constante aprendizaje y hace de la educación un factor clave para el desarrollo social, ya que con esta se consolidan bases académicas, culturales, sociales y personales de las personas que interactúan con la comunidad.
A raíz de esta perspectiva, el papel de la educación se vuelve también clave para la eliminación de las brechas que han alimentado la dinámica social en Colombia, desde la desigualdad, la discriminación y la indiferencia social, hasta el machismo como fenómeno y aspecto cultural que prepondera aun en el país.
El machismo como problemática es algo que se ha cimentado, esparcido y consolidado desde tiempos remotos en el país, hasta el punto de permear la enseñanza en los colegios, sobre todo, de aspectos históricos, científicos y artísticos que pueden llegar a invisibilizar a las mujeres y sus diferentes papeles fundamentales en todos los ámbitos del conocimiento, lo que permite alimentar los roles que caracterizan al machismo como proyecto social que se alimenta desde las escuelas.
La necesidad de cambiar con estos roles mencionados, se ha generado para con el Estado la demanda de establecer parámetros educativos que permitan cerrar estas brechas y permitir una enseñanza que no alimente las tradiciones y conductas machistas y que a su vez, no se invisibilize el papel de la mujer en el desarrollo de la historia, las ciencias y las artes. Una muestra de esta invisibilización es la general omisión del papel de la mujer en el proceso libertador del país, o como se conoce más el papel de científicos que de científicas, o como se enmarca el papel de las artes o la exteriorización preponderante de obras artísticas realizadas por hombres.
Para generar este mandato de la educación con enfoque de género, que tiene como fin en sí mismo establecer espacios de equidad de género en la educación y en la sociedad, se expidió la Ley 1761 de 2015, la cual es más reconocida por tipificar el delito de feminicidio dentro del ordenamiento jurídico, pero, en su artículo 10, le establece el mandato al Ministerio de Educación Nacional y a los colegios de generar estrategias pedagógicas encaminadas a la implementación de una educación con enfoque de género.
Este es apenas el primer paso, el cual se dio de forma muy reciente, más aún cuando las demandas vienen desde hace tiempo y la problemática no tiene indicios de mitigarse, sino que, al contrario, se consolida y se acrecienta cada día; la implementación de estas deben implementarse de la forma más contundente y pronta posible, donde se cumplan con las demandas y problemáticas existentes en materia de género.
Es necesario que todas las organizaciones feministas y la sociedad en general estén al pendiente de la implementación de este mandato legal, pues en la educación se encuentra la ventana para que, a futuro, se cuente con una sociedad donde la equidad de género, a parte de un discurso sea una realidad vivencial, donde los aportes en todos los ámbitos sean igualmente reconocidos sin que haya una brecha de género u orientación sexual. Es necesario luchar por una educación que nos haga mejorar como sociedad, que nos haga libres, críticos y nos emancipe de toda ideología opresora y discriminatoria.