¿Has pensado al caminar por una calle, un andén, la forma cómo se organiza la ciudad? de si es o no inclusiva contigo como mujer, como hombre, o como persona con alguna discapacidad. ¿Qué significa que una ciudad sea inclusiva?
En la construcción de las ciudades se ha considerado primordial cumplir las necesidades de quienes la habitan, en la mayoría de ocasiones se priorizan los temas como movilidad y seguridad, pero dejan de lado la inclusión.
La inclusión de una ciudad es fundamental porque refleja la forma en cómo ésta es amigable o no con las condiciones físicas de una persona. En este caso, me voy a referir a la manera en que el espacio físico de una ciudad o municipio debería ser más inclusivo.
Es así como un estudio del Banco Mundial sostiene que: “baños públicos clausurados o inexistentes, parques sin luz, calles en mal estado y transporte público peligroso. Las mujeres, las niñas y las minorías de América Latina y el Caribe viven en ciudades hechas por y para hombres”.
El estudio refleja que el espacio urbano determina cómo organizamos nuestra vida y nuestra comunidad, en definitiva, nuestra sociedad. Lo anterior es un ejemplo que todo a nuestro alrededor refleja y reproduce los estereotipos de género con los que hemos crecido y convivimos diariamente.
En el mismo sentido, hay evidencia de diferencias en temas de seguridad vial respecto al género. Según el estudio “Las mujeres en el transporte de Bogotá” de Despacio y World Resources Institute: Ross Center for Sustainable Cities, las mujeres tienen más probabilidades que los hombres de ser víctimas de accidentes de tránsito en las carreteras locales de los vecindarios de bajos ingresos. Esto podría estar asociado con una mayor cantidad de viajes contenidos, por lo tanto, una mayor exposición como usuarios vulnerables en barrios de bajos ingresos.
Asimismo, el estudio demuestra que las mujeres reportadas como víctimas de accidentes de tránsito se encuentran principalmente en zonas como el centro y en carreteras o en áreas de bajos ingresos. Sin embargo, la ubicación de las lesiones femeninas o totalidades es más dispersa que la de los hombres. Lo anterior, refleja que la mujer es más vulnerable a sufrir accidentes de tránsito porque debe estar en constante movilización y la ciudad o las medidas no están pensadas para ellas.
El mismo estudio revela que desde el 2005 en la ciudad capital se han creado varias políticas públicas para que las mujeres se sientan más seguras y haya respeto por ellas en el transporte y espacio público. Estas y otras iniciativas generaron que en el 2012 fuera creada la Secretaría para la Mujer y en este sentido, habría más énfasis en crear políticas, campañas y espacios en beneficio de las mujeres.
Por otro lado, estudios sobre movilidad en diferentes partes del mundo demuestran que las mujeres se mueven de manera más sostenible, compleja y diversa durante el día pero esta se puede llegar a paralizar por la noche a causa del miedo. La mujer ha incrementado el uso de la bicicleta y es más consciente del uso de medios que contaminan la ciudad. Lo importante y clave en este sentido, es que al menos se garantice la seguridad de las mismas.
Respecto a lo anterior y porque vivo en Bogotá, conozco el caso de que existen iniciativas del Distrito como las “manzanas cuidadoras” que buscan ser espacios seguros con una gran variedad de servicios y actividades dirigidas a personas cuidadoras, a niñas y niños menores de 5 años, personas mayores y personas con discapacidad. Actualmente hay dos en toda la ciudad (localidad de Bosa y Ciudad Bolívar). Sin embargo, considero que estas ofertas deben ser no solo en todas las localidades sino que no deben estar limitadas en cuadras. Todo el espacio público de una ciudad o municipio debe ser inclusivo con cualquier ser humano.
Es necesario que los espacios por donde transitan mujeres y hombres sea visto de manera neutra, que no existan lugares ni horas determinadas donde las mujeres tengan miedo o sean más vulnerables incluso a los accidentes de tránsito. La iluminación, la confianza y seguridad en que no habrá problemas, hará las ciudades mucho más incluyentes.
Por ejemplo, en el libro Mujeres, casas y ciudades: más allá del umbral de Zaida Muxí es la recopilación de voces femeninas que ofrece un conocimiento plural de la historia de la arquitectura y del urbanismo occidental. La autora considera que este libro es una cuestión de justicia porque la historia de la arquitectura ha omitido la presencia de mujeres en su construcción. Además, el libro hace una recopilación de la manera como el patriarcado ha opacado varios aspectos de la vida humana y demuestra que la perspectiva femenina en la construcción de una ciudad y al interior de una casa, puede generar un gran cambio en el desarrollo de la vida como sociedad.
Ejemplo de lo anterior, lo dice la arquitecta Dalmazzo Peillard: “el urbanismo feminista ubica a las necesidades cotidianas en el centro, haciendo especial hincapié en las de las mujeres, e incorpora la idea del derecho de las mujeres a la ciudad”, y propone "reconocer desigualdades y discriminaciones”, así como "impulsar cambios”.
Asimismo, la voz femenina en distintas profesiones como arquitectura, academia, medios de comunicación, diseñadoras, urbanitas y activistas ha cogido muchas más fuerza en los últimos años y décadas debido a que la discusión sí está puesta sobre la mesa, pero aún falta mucho por acordar en temas de inclusión y perspectiva de género.
Si nos apropiamos de una ciudad como individuos y no como una sociedad incluyente, estamos retrocediendo. Pensemos en los espacios públicos a favor de todos, no miremos hacia el interior y mucho menos sigamos permitiendo que la mujer sea vista como aquella que se debe quedar en casa y peligre en las calles.