El caso de la violación colectiva a una niña de la comunidad indígena Embera-Chamí en el Departamento de Risaralda, Municipio de Pueblo Rico, Corregimiento de Santa Cecilia, es un crimen aberrante que atenta contra los niños, las niñas y contra las comunidades indígenas.
Los siete militares que participaron de los hechos serán recordados como los siete del patíbulo, no sólo porque merecen las penas más altas sino porque sus crímenes de odio basados en relaciones de poder siguen condenando a la sociedad a una muerte lenta. Cada vez que hay una violación, un feminicidio, un asesinato sistemático, muere una parte de la sociedad, pareciera que cada uno y cada una tuviéramos una sentencia de muerte.
Los siete del patíbulo, no sólo merecen las penas más altas sino el rechazo social. La gravedad de estos hechos debe sacudir a una sociedad que ha sido permisiva e indiferente frente a las altas tasas de violencia contra las mujeres, feminicidios y crímenes de odio contra la población indígena.
Lo sucedido a la niña del resguardo indígena es un atentado al pueblo embera y a la sociedad colombiana que no puede quedar en la impunidad. Los siete del patíbulo perpetraron crímenes que van más allá de una tipificación jurídica y que tienen hechos totalmente reprochables e indignantes: Odio, discriminación, misoginia, violencia, pederastia, crueldad y brutalidad militar.
Es hora de detener el camino hacia el cadalso, la letargia social también es una muerte lenta. Es hora de romper el ensimismamiento y examinarnos como sociedad, no puede ser que estos hechos continúen en una carrera de muerte en la que las más afectadas son las niñas, las mujeres, grupos étnicos, y las personas mas inocentes.
Los siete del patíbulo representan siete suplicios sociales: La violencia, la discriminación, la exclusión, la indiferencia, la intolerancia, la injusticia y la vergüenza de una sociedad.
¡No más feminicidios, no más violencia contra las niñas y mujeres!
¡ No más!