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Desde pequeñas, a las mujeres se les señala por el físico. Los estereotipos de belleza del momento invaden sus vidas diariamente, y nunca se les permite estar conformes con sus cuerpos, por lo que no es casualidad que cinco de cada diez mujeres se haya realizado algún tratamiento de medicina estética, y que estos centros se hayan duplicado en los últimos tiempos. Asimismo, en los últimos ocho años el consumo del público millennial de bótox ha crecido un 87%, y las operaciones de cirugía estética un 43% en el mismo grupo social.

Esto puede resultar curioso, ya que, si bien, se entiende que estas operaciones se realizan en edades más avanzadas para mantener en mito de “la eterna juventud”, sobre todo en mujeres, ya que son ellas quienes carecen de encanto a partir de cierta edad, estos datos resaltan como el constructo social obliga incluso a las más jóvenes a quererse y a aceptarse en base a la imagen que se espera que proyecten.

Esto puede llegar a ser muy preocupante y a desarrollar trastornos obsesivos por estas cirugías. Incluso accediendo al uso de técnicas quirúrgicas para mejorar el físico desarrolladas por personas no profesionales, que además se pueden anunciar en Internet. Estos días resalta el caso de Sara, una joven que falleció tras una operación de lipoescultura, a pesar de que varios médicos no le recomendaban la operación al ser un riesgo para ella.

Si hace unos años los anuncios publicitarios en televisión y en carteles eran dos de los grandes problemas, en nuestros días lo son mayormente las redes sociales. Chicas muy jóvenes tienen acceso a estos espacios donde pueden observar cómo miles de instagramers que admiran tienen un físico considerado perfecto. La cuestión radica en que, muchas de estas influencers, aseguran no tener ningún tipo de operación quirúrgica para querer mejorar su físico, lo que lleva a sus seguidoras a sentirse frustradas por no alcanzar el mismo prototipo de imagen: odian sus pechos, su nariz, su acné, su bello corporal…

Siempre han hecho creer al sexo femenino que la perfección radica en el lado físico, porque intelectualmente no tenemos nada que aportar, y finalmente el sistema lo ha logrado. Pero lo ha alcanzado haciendo que las mujeres odien sus cuerpos, y que el deseo de cambiarlos se convierta en una razón individual, cuando la caída del amor por sí mismas está en la imagen que se espera que ellas alcancen según los estereotipos del momento.