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Mujeres Kabul
Mujeres protestando en Kabul tomada de Twitter

“¿Qué hago por las mujeres de Afganistán?”

No lo sé (y lo digo con lágrimas en los ojos) porque a veces ni yo mismo sé qué hacer por mi mamá, mi amiga o mi vecina. Solo les puedo decir que no nos soltemos, porque hay una guerra abierta y frontal contra nosotras. (Ximena Canseco. Historiadora feminista).

Yo también me pregunto cómo ayudar a las mujeres afganas. No se trata de los quilómetros de distancia entre Afganistan y España, sino de la capacidad para ponernos en su lugar. ¿Somos capaces de entender lo que supone vivir bajo un régimen del terror talibán? Este infierno ya fue parte de la historia hace veinte años. En aquel entonces las mujeres no podían caminar solas por la calle, ni estudiar, ni trabajar, ni tomar decisiones políticas, ni asistir al médico por su propia voluntad, ni leer. Las violaciones, la explotación sexual y los matrimonios forzados de menores con adultos eran parte del sistema.

La imposición del régimen talibán supone un retroceso para la paz y en el avance de los derechos humanos y, sobre todo, de las mujeres y niñas en el país. El control sobre sus vidas es constante. Tanto en la vida privada como en la pública se les oprime, y se les carga con toda la respondabilidad de actuar como mujeres adultas aun siendo niñas. 

Carecen de libertad porque en cada acción de su vida el hombre siempre está presente, decidiendo sobre su presente y futuro, incluso en aquello que asumimos nosotras como trivial, y la imposición del miedo es inevitable. En la fachada de los hogares de varias activistas por lo derechos de las mujeres ha aparecido una marca de pintura negra. Y quienes buscan un refugio en las casas de acogida tampoco son encuentran el espacio perfecto. Los talibanes consideran estos centros lugares indignos porque las mujeres no viven bajo la mirada constante de un varón. Incluso los afganos ven mal estos centros y su cierre fue debatido en múltiples ocasiones en el Parlamento del país. En la ciudad de Herat han sido clausuradas y las mujeres alojadas allí fueron trasladadas de la capital del país, Kabul. 

Igualmente, un grupo de mujeres afganas han salido a las calles a protestar en favor de sus derechos. No aceptan que el régimen taliban les obligue a vivir como esclavas a las sombra de los hombres. Reivindican en Kabul derechos fundamentales como el trabajo o la educación. 


Las Gran Castigadas

Columna
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August 30, 2021

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Mujeres Kabul
Mujeres protestando en Kabul tomada de Twitter

“¿Qué hago por las mujeres de Afganistán?”

No lo sé (y lo digo con lágrimas en los ojos) porque a veces ni yo mismo sé qué hacer por mi mamá, mi amiga o mi vecina. Solo les puedo decir que no nos soltemos, porque hay una guerra abierta y frontal contra nosotras. (Ximena Canseco. Historiadora feminista).

Yo también me pregunto cómo ayudar a las mujeres afganas. No se trata de los quilómetros de distancia entre Afganistan y España, sino de la capacidad para ponernos en su lugar. ¿Somos capaces de entender lo que supone vivir bajo un régimen del terror talibán? Este infierno ya fue parte de la historia hace veinte años. En aquel entonces las mujeres no podían caminar solas por la calle, ni estudiar, ni trabajar, ni tomar decisiones políticas, ni asistir al médico por su propia voluntad, ni leer. Las violaciones, la explotación sexual y los matrimonios forzados de menores con adultos eran parte del sistema.

La imposición del régimen talibán supone un retroceso para la paz y en el avance de los derechos humanos y, sobre todo, de las mujeres y niñas en el país. El control sobre sus vidas es constante. Tanto en la vida privada como en la pública se les oprime, y se les carga con toda la respondabilidad de actuar como mujeres adultas aun siendo niñas. 

Carecen de libertad porque en cada acción de su vida el hombre siempre está presente, decidiendo sobre su presente y futuro, incluso en aquello que asumimos nosotras como trivial, y la imposición del miedo es inevitable. En la fachada de los hogares de varias activistas por lo derechos de las mujeres ha aparecido una marca de pintura negra. Y quienes buscan un refugio en las casas de acogida tampoco son encuentran el espacio perfecto. Los talibanes consideran estos centros lugares indignos porque las mujeres no viven bajo la mirada constante de un varón. Incluso los afganos ven mal estos centros y su cierre fue debatido en múltiples ocasiones en el Parlamento del país. En la ciudad de Herat han sido clausuradas y las mujeres alojadas allí fueron trasladadas de la capital del país, Kabul. 

Igualmente, un grupo de mujeres afganas han salido a las calles a protestar en favor de sus derechos. No aceptan que el régimen taliban les obligue a vivir como esclavas a las sombra de los hombres. Reivindican en Kabul derechos fundamentales como el trabajo o la educación. 


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