“¿Sabes cómo llamo a esta guerra? La guerra de los cítricos.
Ivo: ¿Qué quieres decir?
- Es una guerra contra mis mandarinas.
- No seas tonto. Están luchando por la tierra.
- Por la tierra donde crecen mis mandarinas.”
(Película Mandarinas/ Zaza Urushadze- 2013).
Hoy estamos en los tiempos de la naranja, no de la economía que se promueve con vehemencia en diferentes escenarios por el actual gobierno, sino de la explosión cítrica de masacres, persecuciones, feminicidios, criminalidad, coerción, desplazamientos, asesinatos y estigmatización de todo lo que representa la paz. Esta crisis se empezó a gestar incluso en momentos pre electorales que avisaban el regreso de la guerra.
Si bien, la semilla de la violencia en Colombia se sembró desde hace un largo tiempo, lo cierto es que en la actualidad la crisis humanitaria en diferentes zonas del país estalla de formas inimaginables, dejando entre sus víctimas a los campesinos y campesinas, indígenas, docentes, madres comunitarias, estudiantes, líderes y lideresas, que han probado el sabor más amargo de la guerra.
La violencia en los tiempos de la naranja es protagonizada por enmascarados armados que llegan a los territorios con lista en mano a sembrar el miedo preguntando por profesoras y profesores, defensores y defensoras de DDHH, como en el caso del resguardo indígena Gitó Dokabú del Municipio de Pueblo Rico en Risaralda, en donde es URGENTE la intervención del Estado.
Desde el año 2017 cerca de 30 docentes han sido asesinados y asesinadas, ser líderes y lideresas sociales y sindicales los convirtió en objetivo de los violentos. Los Departamentos de mayor riesgo para los y las educadoras, según FECODE, son Atlántico, Bogotá, Cauca, Caquetá, Cesar, Huila, La Guajira, Nariño, Tolima, y Putumayo. Estas ejecuciones hacen parte de ordenes sistemáticas dirigidas a exterminar a quienes tienen la labor de educar para la paz, como si ello fuera un crimen.
Profesoras como Paola Rodríguez, quien se desempeñaba en Villa Garzón fue asesinada en septiembre de 2018, Deyanira Ballestas fue desplazada en este mismo año por amenazas de grupos como “El clan del Golfo”, en esta misma línea temporal, Maria Eugenia Londoño, lideresa del magisterio sufrió un atentado del cual salió ilesa. Ellas son la cara de la Violencia Basada en Género que se ejercen contra nuestras docentes, especialmente en zonas de conflicto.
En esta expresión ácida de violencia sin control, participan sicarios que asesinan a mujeres y hombres solo por el ejercicio de sus liderazgos y la defensa de sus territorios. En diferentes zonas del país, llegan hombres armados a exterminar la VIDA de personas que han trabajado por la paz. Hasta hoy van más de 566 líderes y lideresas asesinados, prácticamente en el mes de enero de 2019 se asesinó un líder o lideresa por día, ejecuciones sistemáticas presuntamente relacionadas con la operación dragón. (Ver la columna: Crónica de una paz en agonía: Cuando el Estado Ignora, las lideresas sociales mueren y la sociedad calla)
En la guerra cítrica tampoco se salvan las madres comunitarias, mujeres pacíficas que aportan al restablecimiento de los Derechos de la niñez, como en el caso de Diana Patricia Mejía, asesinada en el mes de febrero de 2018 frente a un jardín infantil ubicado en la ciudad de Bogotá. Y, ni hablar del alto riesgo en el que se encuentran las madres de los mal llamados “ falsos positivos” quienes sufren de constantes amenazas y ataques contra sus vidas.
Como los anteriores, existen numerosos hechos de violencias de género tanto en el ámbito público como privado que hacen parte del tiempo de la naranja, se trata de una violencia exacerbada que ha favorecido los feminicidios de cientos de mujeres en el territorio Nacional, como el reciente y aberrante caso de Lady Morales en el Valle del Cauca, Departamento que reportó tres feminicidios al comenzar el año 2019, entre ellos una mujer trans. Según informe del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, el incremento de este fenómeno con respecto al año 2017 e incluso años anteriores es alarmante, incluye un alto índice de violencia sexual.
La violencia, también se ensañó con símbolos femeninos de esperanza como la sede de la fundación Nydia Erika Bautista[1] atacada en Bogotá en el mes de enero de 2019, según representantes de la organización los daños a las instalaciones físicas fueron un mensaje de amenaza por su labor de apoyo a víctimas de desaparición forzada y violencia sexual perpetrada por actores de grupos ilegales. Como esta, existe una proliferación de amenazas a organizaciones de mujeres y reconocidas lideresas políticas que circulan en cobardes panfletos firmados por grupos paramilitares, que anuncian la ejecución de todo lo que representé liderazgos e “ideologías de izquierda”, condiciones criminalizadas por estos actores.
Así mismo, en territorios como el Catatumbo, regresó el fantasma de las masacres, en julio de 2018, ocho (8) personas fueron ejecutadas por actores armados en el municipio de “El Tarra” dejando al descubierto los enfrentamientos entre disidencias de los grupos armados, que están aterrorizando a la población. En este mismo territorio fueron asesinadas (5) personas en el mes de enero de 2019. En el Municipio de Calixto, se reportaron más de 400 personas desplazadas por la delicada situación de violencia y se incrementó la violencia contra las mujeres.
En Caquetá, el sueño de construir paz, se desdibuja por el accionar violento representado en el sicariato, la represión, las altas tasas de criminalidad y los feminicidios. Florencia y La Montañita, son Municipios en donde los feminicidios han prendido las alarmas de las organizaciones defensoras de DDHH, el último hecho registrado fue el de la psicóloga de la ARN, Viviana Muñoz, asesinada en San Vicente del Caguán junto al líder social José Ignacio Gómez Ávila, en el mes de diciembre de 2018.
En Bogotá, el día 17 de enero de 2019 estalló un carro bomba en la Escuela General Santander dejando como resultado 21 muertos y más de 60 personas heridas, varias de ellas mujeres, teniendo en cuenta que el artefacto impactó contra un alojamiento femenino. Las víctimas de esta marea de terror, son estudiantes, personas inocentes en medio de una guerra que desconoció el pos acuerdo y que le suma a la historia de la violencia en Colombia otra tragedia humana.
Estos son sólo algunos de los violentos hechos de los “tiempos de la naranja”, cinco meses (y los que faltan…) en los que se diluyen los fines materiales del acuerdo de paz firmado en el año 2016, sus víctimas las personas más inocentes, sus liderazgos son criminalizados. SER LIDERESA O LÍDER NO ES UN CRIMEN. El panorama de violencia, terrorismo y desplazamiento forzado parece no tener fin, la esperanza de reconstruir el tejido social, se pierde ante el temor que existe en diferentes zonas del país por una crisis humanitaria inminente.
Los tiempos de la naranja, se distancian del discurso de “próspera economía” están acompañados de días de miedo, incertidumbre y polarización, parecen más “los días de la naranja mecánica: la elección es la guerra, el objetivo alienación y destrucción”. La economía naranja es sólo un distractor para la grave situación de DDHH que hoy enfrenta el país, está debe ser la verdadera prioridad del gobierno.
Como la han priorizado diferentes líderes y lideresas, voceros pacifistas, y voces femeninas que han alertado sobre esta ola de violencia, feminicidios, atentados, persecución política, hechos protagonizados por actores armados reorganizados amparados por oscuros intereses económicos y políticos que tienen el propósito de coartar cualquier expresión de paz y desarrollo social comunitario. Se destaca el liderazgo de las organizaciones de mujeres que han convocado a la movilización social.
Infortunadamente, se repiten los hechos del pasado, al igual que “los mal llamados falsos positivos” no fueron ejecutados por unas “cuantas manzanas podridas“ del Ejército Nacional como aseguraron en su momento representantes del gobierno de Uribe; tampoco hoy, la violencia contra las personas que ejercen liderazgos y labores educativas, sociales y comunitarias son ejecutadas por unas “cuantas naranjas dañadas” sino que hacen parte de una compleja trama que involucra la responsabilidad de los perpetradores directos de estos crímenes, el Estado y la sociedad y sus decisiones políticas.
OJALÁ EL TIEMPO DE LA NARANJA SEA ALGÚN DÍA EL TIEMPO DE LAS “MANDARINAS” AQUELLA BELLA PELÍCULA ANTIBELICISTA DE ZAZA URUSHADZE, QUE MUESTRA QUE LA VIOLENCIA SOLO CONLLEVA MÁS VIOLENCIA Y QUE FINALMENTE, SON LAS PERSONAS INOCENTES QUIENES MÁS SUFREN Y ACABAN MURIENDO. MIENTRAS PERSISTA LA CULTURA DE LA GUERRA EN COLOMBIA PERSISTIRÁ LA MUERTE... PERSISTIRÁN LOS DÍAS DE LA NARANJA MECÁNICA, VIOLENCIA IRRACIONAL.
[1] Nydia Erika Bautista, socióloga y economista, militante del M-19, fue secuestrada el 30 de agosto de 1987, torturada, violada, asesinada y sus restos desaparecidos por miembros del ejército Nacional. Se necesitó más de una década para identificar su cadáver.