El pasado 27 de mayo se llevó a cabo el Congreso Internacional “Hombres en la lucha por la igualdad de género y la eliminación de las desigualdades” vía streaming donde hubo participación de al menos 38 participantes. En este congreso se llevó a cabo un espacio donde se habló sobre la violencia como forma de vida en los hombres; este panel tuvo la participación de los profesionales Víctor Otero, abogado; Alejandro Coyotzi, criminólogo, profesor e investigador; Tzoyectzin Chacón, licenciado en derecho civil. De esta charla salieron reflexiones importantes relacionadas a la violencia las cuales se desarrollarán a continuación.
En primer lugar, es importante mencionar que cuando pensamos en la violencia de género es común que aparezcan en nuestra cabeza casos representativos de la misma. En Colombia, por ejemplo, el caso de Yuliana Samboni, Rosa Elvira Celis e incluso el de Alison Melendez han sido casos de violencia que han calado dentro de nosotras, y a pesar de eso en lo que va del año se han presentado 158 casos de feminicidio y 185 feminicidios en grado de tentativa, según el observatorio de feminicidios en Colombia.
Pero ¿qué pasa cuando pensamos en estos casos? ¿Por qué estos casos se siguen repitiendo? Para responder a estas preguntas es importante comenzar a diferenciar la violencia de la agresión, pues a veces el límite dentro de estas dos no se entiende bien o se entienden estas palabras como sinónimos, pero lo cierto es que estos conceptos son más complejos y, por ende, nos conducen a entender mejor nuestras preguntas.
La diferencia parte de que la agresividad tiene como base un instrumento emocional, es decir, que un acto de agresividad es detonado por una emoción como la ira, la cual puede ser causa de un estímulo real o simbólico y está al venir del sistema límbico, puede detonar en actos impulsivos peligrosos. La violencia, por su lado, no es una respuesta emocional, es un acto que viene desde la lógica, desde la inteligencia porque tiene dentro un proceso cognitivo y es por esto que no es un impulso.
En este orden de ideas, es importante mencionar que la cultura regula la agresividad, a medida que crecemos nos vamos encontrando con mediadores de la agresividad. Sin embargo, la violencia no está tan regulada, pues esta se esconde en el marco de las costumbres y los pensamientos naturalizados; esta tiene como objetivo lograr o mantener una situación de control o poder, bajo una posición de sometimiento sobre los demás, en ese sentido, la violencia es una forma extrema de agresión dentro de una constante disputa de poderes entre hombres y mujeres. Pelea que claramente los hombres se han apropiado.
Son, precisamente, estos actos de la cotidianidad que han naturalizado la violencia como forma de vida de los hombres. Pero ¿a qué se debe? Bueno, para responder a la pregunta hay que resaltar que el rol que se le ha impuesto a los hombres es el de la masculinidad por excelencia, donde la dominación es una de las características principales, lo cual ha llevado a los hombres a vivir en una constante pelea para defender esta etiqueta. No obstante, el papel de la hombría se ha venido replanteando, pues esta etiqueta relega a los hombres ante un rechazo a sus emociones y, por ende, aísla a los hombres porque es más fácil mostrar debilidad que una constante fortaleza.
La comprensión de que el ser humano se compone de una energía femenina y masculina pretende encaminar a tomar conciencia sobre quiénes somos y, por ende, dejamos de entrar en disputa y en una lucha de egos entre lo femenino y lo masculino, pero para esto se debe hacer un trabajo para cambiar paradigmas. Se deben deconstruir los constructos sociales y por ende comenzar un proceso de desnaturalización de la violencia como acto de dominación. Si bien la violencia física se puede evidenciar, la violencia psicológica no, y en este sentido es difícil de estudiar; es precisamente por esto que la crianza dentro de las instituciones educativas se deben reformar para encontrar un equilibrio entre los hombres y las mujeres y su rol en la sociedad.
De este modo, la búsqueda por la aprobación social y la naturalización de la violencia en actos cotidianos ha dado como resultado actos de violencia hacia las mujeres. Es por esto que el cambio de las estructuras y dinámicas sociales en pro a la decontrucción del rol de los hombres en la sociedad y la violencia cotidiana, se debe realizar a través de mecanismos y estrategias de educación. Para esto se debe hacer una suma de esfuerzos.
En México, por ejemplo, la Secretaría de Educación creó un plan de trabajo para educar a los estudiantes y docentes con respecto a la conciencia en las primeras etapas del crecimiento, sobre la violencia para prevenir los feminicidios en el país. No obstante, es importante mencionar que estos planes no solo deben ser creados por una institución, sino que debe haber una utilidad social y, por ende, líderes mujeres deben ser parte de estas dinámicas, pues la respuesta a la erradicación de los feminicidios las tienen la mujeres dado que ellas comprenden los contextos y las circunstancias donde estos casos de violencia se dan.