Entre lo Insólito y lo Siniestro

November 29, 2021
Columna
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Foto de Vinicius Amano en Unsplash

Cuando el pánico y la desesperación se arremolinan en nuestro diario vivir, recurrimos a efímeras trincheras que acalambran nuestra tranquilidad. Por eso, la vehemencia de nuestras voces indignadas alardean con pregonería las desalmadas historias de esta nación sacudida por el horror. Por tanto, la vulnerabilidad de los derechos humanos permite que nuestro comportamiento se ligue a indignaciones justificadas que luego se convierten en suplicios con olor a féretro.

Insultos como “maldita zorra” “maldita perra”; agresiones como lanzar un zapato a la cara, halar el cabello y dar puños y patadas a su víctima son algunas de las muestras de maltrato que otra colombiana padeció y que osó a denunciar a su agresor. Sonsa fue esta pantomima, porque ni las laceraciones, ni los hematomas que dejó el victimario en su cuerpo, lograron que esta se escabullera de él; por el contrario, sus heridas psicológicas se pasmaron cuando a un medio nacional afirmó que no creía que fuera una persona peligrosa, que solo tenía malos días y que la denuncia la asemejaba a un “llamado de atención de amor” ¿alcanzará la vida de una víctima para tolerar estos aporreados” llamados de atención”?

Por otro lado, siendo marginado y señalado por la sociedad y el gobernante de turno,  la sed insaciable de la muerte que acorrala a los líderes sociales, atiborró sin pasión la deshidratación de otro caudillo defensor de derechos humanos. Una vez más, la circuncisión de derechos que padecen estos líderes, desgarró vilmente los sueños de estos héroes. ¡Repudiable semejante sevicia!

Del mismo modo, apenas culminaba la ceremonia de ascenso de policías que se llevaba a cabo en la Escuela de Policía General Santander, y el eco explosivo de un atentado terrorista mutiló los apacibles, diversos y prósperos  sueños de más de una decena de cadetes. Consternada, intimidada y apesarada quedó Colombia. Una vez más, la prevalencia del terror que desdibujada estaba en la memoria de los colombianos fue estucada para agrietar la catarsis en la que estábamos sumergidos.

Ahora, y como si fuera poco, los autores de este atroz atentado fueron señalados por el Gobierno y los colombianos. Magna fueron las consecuencias de este horripilante suceso, que la mesa de negociación que estaba establecida en Cuba, fue levantada. La guerrilla del ELN quien se encontraba buscando óptimas salidas bipartidistas con el anterior y actual mandatario, dislocó la unión que se estaba adecuando. No obstante y con las esperanzas hechas añicos, los que le apostamos a la negociación de estos protagonistas, viviremos de nuevo la falaz y resignada opción: la baja de este y de aquel.  

En consecuencia con lo ocurrido, es inherente que el fantasma del horror que asedia nuestros momentos sosegados se extinga, porque la resiliencia que ha padecido este país es incomparable con la violación de los derechos humanos. Por esta razón, la esperanza que retoza incansablemente en nuestra memoria debe perdurar, así esta desfallezca.


Entre lo Insólito y lo Siniestro

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January 30, 2019

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Cuando el pánico y la desesperación se arremolinan en nuestro diario vivir, recurrimos a efímeras trincheras que acalambran nuestra tranquilidad. Por eso, la vehemencia de nuestras voces indignadas alardean con pregonería las desalmadas historias de esta nación sacudida por el horror. Por tanto, la vulnerabilidad de los derechos humanos permite que nuestro comportamiento se ligue a indignaciones justificadas que luego se convierten en suplicios con olor a féretro.

Insultos como “maldita zorra” “maldita perra”; agresiones como lanzar un zapato a la cara, halar el cabello y dar puños y patadas a su víctima son algunas de las muestras de maltrato que otra colombiana padeció y que osó a denunciar a su agresor. Sonsa fue esta pantomima, porque ni las laceraciones, ni los hematomas que dejó el victimario en su cuerpo, lograron que esta se escabullera de él; por el contrario, sus heridas psicológicas se pasmaron cuando a un medio nacional afirmó que no creía que fuera una persona peligrosa, que solo tenía malos días y que la denuncia la asemejaba a un “llamado de atención de amor” ¿alcanzará la vida de una víctima para tolerar estos aporreados” llamados de atención”?

Por otro lado, siendo marginado y señalado por la sociedad y el gobernante de turno,  la sed insaciable de la muerte que acorrala a los líderes sociales, atiborró sin pasión la deshidratación de otro caudillo defensor de derechos humanos. Una vez más, la circuncisión de derechos que padecen estos líderes, desgarró vilmente los sueños de estos héroes. ¡Repudiable semejante sevicia!

Del mismo modo, apenas culminaba la ceremonia de ascenso de policías que se llevaba a cabo en la Escuela de Policía General Santander, y el eco explosivo de un atentado terrorista mutiló los apacibles, diversos y prósperos  sueños de más de una decena de cadetes. Consternada, intimidada y apesarada quedó Colombia. Una vez más, la prevalencia del terror que desdibujada estaba en la memoria de los colombianos fue estucada para agrietar la catarsis en la que estábamos sumergidos.

Ahora, y como si fuera poco, los autores de este atroz atentado fueron señalados por el Gobierno y los colombianos. Magna fueron las consecuencias de este horripilante suceso, que la mesa de negociación que estaba establecida en Cuba, fue levantada. La guerrilla del ELN quien se encontraba buscando óptimas salidas bipartidistas con el anterior y actual mandatario, dislocó la unión que se estaba adecuando. No obstante y con las esperanzas hechas añicos, los que le apostamos a la negociación de estos protagonistas, viviremos de nuevo la falaz y resignada opción: la baja de este y de aquel.  

En consecuencia con lo ocurrido, es inherente que el fantasma del horror que asedia nuestros momentos sosegados se extinga, porque la resiliencia que ha padecido este país es incomparable con la violación de los derechos humanos. Por esta razón, la esperanza que retoza incansablemente en nuestra memoria debe perdurar, así esta desfallezca.


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