La pandemia de la Covid-19 no ha tenido los mismos resultados para todo el mundo. Mientras que los diez hombres más ricos del mundo han pasado de 700.000 millones de dólares a 1,5 billones, lo que supone el doble, y unos ingresos de 1.300 millones de dólares al día, el 99% de la población mundial ha visto como sus ingresos han empeorado, lo que provocó que 160 millones de personas hayan pasado a ser pobres. Lo que provoca que, al menos, una persona muera cada cuatro segundos.

Esta violencia económica no es un hecho casuístico, sino que las medidas económicas adoptadas siempre favorecen a los más ricos, y afectan perjudicialmente a las más vulnerables: mujeres, niñas y personas racializadas. 

Durante la pandemia por la Covid, los asesinatos de mujeres han llegado a cifras inauditas. En Israel, la tasa de feminicidios se ha incrementado en un tercio. Lo que confirma las proyecciones de 2020, donde aumentaría en promedio un 20% durante los periodos de confinamiento. Estos datos, suponen que la pandemia ha provocado un retroceso en los avances para poder erradicar la violencia de género en 2030, eliminando la tercera parte de estos.

Además, de acuerdo con un nuevo informe de Oxfam Intermón llamado Las desigualdades matan “cada año son asesinadas 67 000 mujeres, 30.000 de ellas a manos de sus parejas o exparejas, y 37.000 a consecuencia de la mutilación genital femenina.”

Sin embargo, a la violencia machista solo se ha destinado el 0,0002% de los fondos dedicados al coronavirus, aunque instituciones financieras internacionales, como el Banco Mundial, ampliaron en 11.740 millones de dólares la financiación destinada a la Covid.

Además, estas cifras tampoco reflejan la plena realidad a nivel mundial. No recogen la violencia de género como resultado de crímenes de honor o violencia sexual, así como tampoco los asesinatos con empleos de riesgo alto o prostitutas, o la explotación infantil. Tampoco se tiene en cuenta a las niñas, personas transgénero o no binarias.

Por otro lado, las mujeres siguen desarrollando las labores peores remuneradas, mientras que los hombres se dedican a los trabajos mejor reconocidos. Las reglas sociales siguen muy arraigadas: mientras que ellas están asociadas a los trabajos del hogar y de los cuidados, ellos emplean su tiempo en labores reconocidas social y económicamente.

Esta situación se ha visto empeorada para el sexo femenino con la llegada de la Covid-19. Ellas dedican más horas al hogar y a su familia. Y aunque no se suele asociar al lado económico el desarrollo de este trabajo, supone un añadido a la economía de 10,8 billones de dólares.

Se calcula que 740 millones de mujeres desarrollan su actividad laboral de manera informal, y que perdieron sus ingresos en un 60% durante los primeros meses de pandemia. Aparte, la pérdida del empleo también ha afectado mayoritariamente a las mujeres por ser ellas las relegadas al sector de los servicios, como el turismo. Lo que en múltiples ocasiones ha desembocado en una fuerte dependencia económica de un varón.

A nivel político ellas son las grandes olvidadas, sus laboras son invisibles y están infravaloradas para la sociedad, y por las políticas de estado. Acabar con la violencia de género es esencial, ya que esta lucha no es solo por grupo reducido de personas, sino que también afecta a las comunidades. Erradicarla podría suponer 1,5 billones de dólares, y 42.ooo millones de dólares para 2030 en 132 países, y así poder ayudar a los grupos y movimientos feministas que están al frente de esta lucha, pero que políticamente no se les da voz y carecen de espacios para la toma de decisiones.

La causa de la violencia de género solo radica en el patriarcado, que impone las normas y políticas sociales y económicas sexistas actuales. Por ello, más de mil millones de mujeres no disponen de protección legal frente a la violencia sexual de un hombre, y aproximadamente 14000 millones de mujeres tampoco cuentan con protección legal frente a la violencia económica del ámbito doméstico.