Así Salí Viva de una Relación Violenta

November 30, 2020
Columna
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violencia de género feminismo
Allef Vinicius

Una mesa decorada con flores, un mantel de cuadros y el desayuno listo para tres, mi hija se encuentra sentada desayunando y yo ansiosa por ser la esposa perfecta, llamo a mi marido para que coma su desayuno, llevo poco viviendo con él y trato de hacer todo según vi en la casa donde crecí, sin embargo él se sienta y solo dice: “yo no voy a comer un huevo frio, ¡caliéntelo otra vez!”, este fue mi primer encuentro con el maltrato, me sentí triste y destrozada, sin saber bien qué había hecho mal, llame a mi mamá llorando, pero a ella le sorprendió diciendo ”¿te vas por un huevo frio?”, me sentí sola, ella no entendía mi desconsuelo, su actitud me llevó a pensar, que ese era ahora mi lugar, que debía hacer mejor las cosas y que estos eran asuntos privados, como si a partir de mi decisión de vivir con él, yo ya fuese de su propiedad, era su objeto y su problema.  

Este “huevo frio” no solo definía mi lugar en la cocina y en la educación de nuestra hija, de tan solo dos años, sino que simbolizaba el patriarcado: mi subordinación, mis deberes como esposa, que por más que me esforzara, según él, hacía mal;  incluso debía estar dispuesta para hacer el amor porque si no él “buscaría a otra en la calle”, a pesar de que disfruto del sexo y generalmente es una actividad recurrente con mis parejas, cuestión que me jugaba en contra al decirme que él me había sacado de la prostitución, que aunque respeto el oficio, nunca he sido prostituta.

Así, pasaron 3.000 huevos fritos, hervidos, revueltos, fríos, calientes y tibios, es decir pasaron 8 años de violencia psicológica, que me dejó sola y con una autoestima torturada y maltratada, aunque con esa pizca de valor, me fui por fin, tenía mi trabajo, mi hija y mi salud. Tomé la valentía que quedaba y las ganas, y salí de allí, me sentí libre y sin esa piedra inmensa sobre mis hombros. 

Desde allí, encontré el feminismo y su “lucha por la igualdad entre mujeres y hombres, en tanto seres genéticamente humanos” y aunque aún no me recupero del todo, trato de esforzarme por rescatar ese ser que solía ser antes de cocinar 3.000 huevos fríos, antes de permitir que 3.000 huevos fríos dejaran una herida profunda, que poco a poco cicatriza, pero que no debió haber sucedido, porque el amor no es maltrato y porque no nacimos para servir al hombre, sino para ser felices.


Así Salí Viva de una Relación Violenta

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Allef Vinicius

Una mesa decorada con flores, un mantel de cuadros y el desayuno listo para tres, mi hija se encuentra sentada desayunando y yo ansiosa por ser la esposa perfecta, llamo a mi marido para que coma su desayuno, llevo poco viviendo con él y trato de hacer todo según vi en la casa donde crecí, sin embargo él se sienta y solo dice: “yo no voy a comer un huevo frio, ¡caliéntelo otra vez!”, este fue mi primer encuentro con el maltrato, me sentí triste y destrozada, sin saber bien qué había hecho mal, llame a mi mamá llorando, pero a ella le sorprendió diciendo ”¿te vas por un huevo frio?”, me sentí sola, ella no entendía mi desconsuelo, su actitud me llevó a pensar, que ese era ahora mi lugar, que debía hacer mejor las cosas y que estos eran asuntos privados, como si a partir de mi decisión de vivir con él, yo ya fuese de su propiedad, era su objeto y su problema.  

Este “huevo frio” no solo definía mi lugar en la cocina y en la educación de nuestra hija, de tan solo dos años, sino que simbolizaba el patriarcado: mi subordinación, mis deberes como esposa, que por más que me esforzara, según él, hacía mal;  incluso debía estar dispuesta para hacer el amor porque si no él “buscaría a otra en la calle”, a pesar de que disfruto del sexo y generalmente es una actividad recurrente con mis parejas, cuestión que me jugaba en contra al decirme que él me había sacado de la prostitución, que aunque respeto el oficio, nunca he sido prostituta.

Así, pasaron 3.000 huevos fritos, hervidos, revueltos, fríos, calientes y tibios, es decir pasaron 8 años de violencia psicológica, que me dejó sola y con una autoestima torturada y maltratada, aunque con esa pizca de valor, me fui por fin, tenía mi trabajo, mi hija y mi salud. Tomé la valentía que quedaba y las ganas, y salí de allí, me sentí libre y sin esa piedra inmensa sobre mis hombros. 

Desde allí, encontré el feminismo y su “lucha por la igualdad entre mujeres y hombres, en tanto seres genéticamente humanos” y aunque aún no me recupero del todo, trato de esforzarme por rescatar ese ser que solía ser antes de cocinar 3.000 huevos fríos, antes de permitir que 3.000 huevos fríos dejaran una herida profunda, que poco a poco cicatriza, pero que no debió haber sucedido, porque el amor no es maltrato y porque no nacimos para servir al hombre, sino para ser felices.


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