Las mujeres afrocolombianas y mujeres del África Guinea Ecuatorial comparten similitudes en su cultura, conocimientos de medicina tradicional y saberes ancestrales.
Hay algo que une a las mujeres afrocolombianas y a las mujeres guineanas del África Central más que la línea ecuatorial, y esto son unas identidades y costumbres que trascienden una ubicación geográfica. La medicina tradicional basada en un profundo conocimiento de las propiedades de las plantas de sus territorios gracias a los saberes ancestrales como también la incidencia en la organización identitaria de las comunidades que lideran estas mujeres es una experiencia que atraviesa más allá de nacionalidad o territorio.
Generalmente este conocimiento se concentra en los ‘palenques’ colombianos, que históricamente se han reconocido como territorios a los cuales llegaban los esclavos escapados y dónde, a partir de su herencia africana, construyeron comunidad. Estas enseñanzas se han conservado a lo largo del tiempo, por lo que la medicina tradicional, los ritos fúnebres, la lengua, la música y, en general, la cosmogonía es muy similar a la de comunidades guineanas del África.
Como destaca la intelectual afrocolombiana Betty Ruth Lozano Lerma, las mujeres negras han tenido “desde siempre” un rol de liderazgo en la religión y medicina. Uno que, indiscutiblemente, corresponde a las mujeres de la comunidad y en el cual siempre se han destacado como parteras, cantadoras y médicas tradicionales.
El conocimiento que poseen las comunidades afro respecto a las plantas y animales tiene aspectos espirituales y prácticos que provienen del saber ancestral. Para los pobladores de los corregimientos de Juanchaco y Ladrilleros en Bahía Málaga, que hacen parte del área conocida como el "Chocó Biogeográfico", es importante el profundo conocimiento de plantas como el Matarratón, el Chanul, el Mangle, el Poleo, el Resucito, la Citronela, la Albahaca, la Mata e´ chucha, el Jiguanegro y el Cilantro cimarrón. Y, por lo general, las conocedoras de las propiedades de estas hierbas son las santeras del pueblo.
Incluso, para muchas de estas comunidades, la partera es la primera y única línea de cuidados prenatales de las mujeres embarazadas. En Palenque San Basilio, “a partir de los dos o tres meses de gestación, las mujeres palenqueras acostumbran acudir a las parteras para que mediante “sobijos” identifiquen la presentación fetal y la encaucen con técnicas manuales de ser necesario”, señala un estudio hecho por el Instituto Humboldt.
Así mismo, señala que, al final de la gestación, las parteras aconsejan a la mujer evitar comer “arroz pegado y sentarse en lugares calientes “porque se pega la placenta”. Como también, para un buen parto, las mujeres acostumbran recibir el nacimiento sentadas, apoyando la espalda. Durante este proceso, y después, las parteras palenqueras recomiendan los baños de asiento, que son con hierbas que se dejan enfriar como la malva, matarratón y verbena.
Como también, en las comunidades afrocolombianas de Nuquí, Chocó, las parteras recomiendan evitar plantas calientes durante el embarazo, ya que consideran que la mujer al inicio de la gestación tiene más calor en el cuerpo y estas plantas pueden provocarle un aborto. Entre las plantas calientes se menciona la nacedera, el totumo, la altamisa y el calambombo. Así mismo, para evitar un aborto, se utilizan plantas frescas, como la raíz del chontaduro.
Esta es una cosmogonía no ajena a las comunidades africo-guineanas, el Ayem Gogo o Kete-Kete es una planta del África guinea ecuatorial que se ha utilizado como abortivo o acelerador del parto, como también se ha utilizado para curar las escoceduras de bebés. Así como también la Esiá o Botabué que también es parasitaria. Por lo contrario, las parteras africanas utilizan la pulpa del Esang o Etopé para proteger a la madre del riesgo de aborto.
Más allá de la partería, las mujeres de la comunidad también se desempeñan como las “doctoras” del pueblo. En el municipio del Chocó, Cértegui, existen las ‘pegahueso’, mujeres que hacen de lo que, en la cultura occidental, se conocería como ortopedistas. Las sanaciones que realizan estas mujeres hace uso del lenguaje espiritual como también su profundo conocimiento de las plantas, que juntos, mejoran el efecto del tratamiento realizado.
Fuera de los saberes ancestrales, las mujeres afrocolombianas que lideran y son los pilares de la vida familiar de las comunidades también llevan el rol de ser las principales transmisoras de herencia cultural africana mediante la música, el canto y el baile. Como lo demuestra el estudio fotográfico ‘Retratos de Mujeres Afrocolombianas para el Bicentenario’, que rinde homenaje a estas poderosas mujeres.
Para el pueblo afrocolombiano, es de suma importancia construir a través de la danza nuevos imaginarios, resignificar sus corporalidades y así mismo ir en contra de la hegemonía occidental. En el centro de estas expresiones artístico-culturales está la mujer afro, que sirven como medio para mostrar con facilidad su parte erótico-sensual natural.
El rol de la mujer afro en la música y danza es construir las convivencias interculturales. Además de la danza, puede tener un papel de cantadora o cantaora, el cual consiste en cantos y oraciones al mismo tiempo. Los cantos de estas mujeres narran historias de la comunidad y sucesos que ha sufrido el pueblo afro, como la pobreza, segregación, esclavitud y violencia.
Es entonces como la mujer se convierte en tejedora de interculturalidad, de conservadora de las costumbres ancestrales africanas con la adquisición cultural de la comunidad en el continente suramericano. La mujer afro cuando canta, cuando danza, cuando enseña y cuando cura transmite conocimiento, emociones y valores intrínsecos de la experiencia afrolatina pero también de la herencia africana que las comunidades conservan.