Un Centro para Sanar en una Ciudad Marcada por la Desigualdad

August 9, 2025
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Adrienne Hogg, codirectora ejecutiva de Community Works, en la sede de la organización en San Francisco. La entidad abrirá un nuevo centro para ofrecer recursos a personas anteriormente encarceladas y sus familias, en un espacio diseñado por Designing Justice + Designing Spaces.
San Francisco abre su primer gran centro de justicia restaurativa, un espacio pensado para reparar, reintegrar y reducir la desigualdad que el sistema penal ha profundizado durante décadas.

San Francisco inauguró en agosto de 2025 su primer gran centro de justicia restaurativa, un espacio de 6.000 metros cuadrados en el barrio de SoMa destinado a atender a adultos en reinserción, jóvenes en conflicto con la ley y familias atravesadas por el encarcelamiento. La iniciativa, impulsada por una coalición de organizaciones comunitarias y respaldada por profesionales que ofrecieron su trabajo pro bono, tiene capacidad para recibir entre 1.500 y 2.000 personas al año.

El centro no es un juzgado alternativo ni un refugio de paso: está diseñado como un lugar de encuentro donde la justicia se combina con el cuidado. Incluye salas de mediación, talleres de capacitación laboral, programas de arte y asesoría legal. Su estética ha sido pensada para contradecir la frialdad institucional: espacios abiertos, luz natural, paredes con murales hechos por artistas locales. Todo orientado a una idea simple pero radical: que la justicia puede reparar sin replicar la violencia que dice combatir.

La llegada de este centro ocurre en una ciudad donde las brechas raciales y económicas en el sistema penal son profundas. Según datos del San Francisco District Attorney’s Office, las personas negras representan menos del 6 % de la población de la ciudad, pero más del 40 % de quienes están encarceladas. La justicia restaurativa no pretende borrar este desequilibrio de un día para otro, pero sí ofrece un modelo donde la reparación y la reinserción sustituyen a la exclusión permanente.

El desafío será sostenerlo. La experiencia en otras ciudades muestra que estos proyectos suelen depender de financiación inestable y, en ocasiones, de la voluntad política del momento. San Francisco, que invierte millones en encarcelamiento y control policial, tendrá que demostrar que también puede invertir a largo plazo en un modelo que prioriza a las personas por encima de las estadísticas de arrestos.

Si este centro logra consolidarse, podría convertirse en un referente para otras ciudades que buscan alternativas a un sistema penal que castiga más de lo que repara. Pero si fracasa, reforzará la narrativa de que la justicia restaurativa es un lujo progresista, no una necesidad democrática.

Un Centro para Sanar en una Ciudad Marcada por la Desigualdad

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Adrienne Hogg, codirectora ejecutiva de Community Works, en la sede de la organización en San Francisco. La entidad abrirá un nuevo centro para ofrecer recursos a personas anteriormente encarceladas y sus familias, en un espacio diseñado por Designing Justice + Designing Spaces.
San Francisco abre su primer gran centro de justicia restaurativa, un espacio pensado para reparar, reintegrar y reducir la desigualdad que el sistema penal ha profundizado durante décadas.

San Francisco inauguró en agosto de 2025 su primer gran centro de justicia restaurativa, un espacio de 6.000 metros cuadrados en el barrio de SoMa destinado a atender a adultos en reinserción, jóvenes en conflicto con la ley y familias atravesadas por el encarcelamiento. La iniciativa, impulsada por una coalición de organizaciones comunitarias y respaldada por profesionales que ofrecieron su trabajo pro bono, tiene capacidad para recibir entre 1.500 y 2.000 personas al año.

El centro no es un juzgado alternativo ni un refugio de paso: está diseñado como un lugar de encuentro donde la justicia se combina con el cuidado. Incluye salas de mediación, talleres de capacitación laboral, programas de arte y asesoría legal. Su estética ha sido pensada para contradecir la frialdad institucional: espacios abiertos, luz natural, paredes con murales hechos por artistas locales. Todo orientado a una idea simple pero radical: que la justicia puede reparar sin replicar la violencia que dice combatir.

La llegada de este centro ocurre en una ciudad donde las brechas raciales y económicas en el sistema penal son profundas. Según datos del San Francisco District Attorney’s Office, las personas negras representan menos del 6 % de la población de la ciudad, pero más del 40 % de quienes están encarceladas. La justicia restaurativa no pretende borrar este desequilibrio de un día para otro, pero sí ofrece un modelo donde la reparación y la reinserción sustituyen a la exclusión permanente.

El desafío será sostenerlo. La experiencia en otras ciudades muestra que estos proyectos suelen depender de financiación inestable y, en ocasiones, de la voluntad política del momento. San Francisco, que invierte millones en encarcelamiento y control policial, tendrá que demostrar que también puede invertir a largo plazo en un modelo que prioriza a las personas por encima de las estadísticas de arrestos.

Si este centro logra consolidarse, podría convertirse en un referente para otras ciudades que buscan alternativas a un sistema penal que castiga más de lo que repara. Pero si fracasa, reforzará la narrativa de que la justicia restaurativa es un lujo progresista, no una necesidad democrática.

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