
En Guinea Ecuatorial, un grupo de familias, profesionales y autoridades se prepara para decir algo contundente al mundo: la neurodiversidad no es un problema a resolver, sino una realidad a abrazar.
Del 26 de octubre al 2 de noviembre de 2025, Malabo será el epicentro de una conversación postergada. El Salón de Autismo y TND África convoca a profesionales, instituciones y familias para impulsar estrategias concretas de inclusión de personas autistas y con trastornos del neurodesarrollo (TND) en contextos africanos. Lo que podría parecer un evento técnico o especializado, en realidad es un gesto político. Uno urgente.
África también innova en inclusión
Durante décadas, el Sur global ha sido retratado como receptor pasivo de modelos importados del Norte. Pero este encuentro propone lo contrario: soluciones adaptadas al territorio, creadas por y para comunidades africanas. ¿El objetivo? Capacitar a 150 profesionales en neuropedagogía y actividades físicas adaptadas, acompañar a 60 familias con programas personalizados y llevar una caravana de sensibilización a escuelas primarias de Malabo.
Más que cifras, esto representa un cambio de paradigma. Porque hablar de autismo en África no es solo una cuestión clínica: es visibilizar cómo el capacitismo, la falta de recursos y la exclusión educativa afectan de forma desproporcionada a quienes viven fuera de los márgenes normativos.
Mujeres, infancia y cuidados: los eslabones invisibles
Aunque el programa no lo explicita, basta observar cualquier reunión de apoyo a la neurodiversidad para notar quiénes sostienen los cuidados cotidianos: madres, abuelas, educadoras, terapeutas. En muchos países africanos —como en América Latina—, son las mujeres quienes enfrentan el peso emocional, económico y logístico del acompañamiento a personas autistas. La agenda feminista debe tomar nota: no hay justicia de género sin justicia neurodiversa.
Política, cultura y gala
El Salón no se queda en la formación técnica. Incluye conferencias, mesas redondas, y hasta una gala con premios. Este formato híbrido, que combina activismo, diplomacia y cultura, busca movilizar a actores diversos. Porque la inclusión no se logra solo con buenas intenciones: necesita alianzas, presupuesto, voluntad política.
Lo que empieza en Malabo no debería quedarse en Malabo
El desafío ahora es no perder el impulso. Lo que suceda en este evento puede marcar un antes y un después si logra articular redes continentales, presionar por políticas públicas y, sobre todo, generar conocimiento situado. En África, como en América Latina, lo que falta no es talento ni compromiso, sino visibilidad y decisión.
Hablar de inclusión desde África no es un acto de caridad. Es reconocer una forma legítima y necesaria de liderazgo social.