Transexuales: ¿Por Qué Debemos Fomentar la Inclusión en las Instituciones de Salud?

November 29, 2021
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La transexualidad no es un trastorno ¿Qué hacemos por la salud y dignidad de estas personas?

La transexualidad ha sido vista desde hace mucho tiempo como una patología en la que una persona no se siente conforme con el sexo con el que nació. Sin embargo, ¿sería correcto verlo como una enfermedad? Los pocos estudios biológicos realizados sobre la diversidad sexual se remiten a la masculinización del cerebro del feto. Cuando somos concebidos nuestra carga genética puede estar bien diferenciada, sin embargo, durante las primeras 7 semanas el feto masculino no ha desarrollado fenotipos acordes al sexo genético. En el hombre, la diferenciación sexual y cerebral es un proceso que incluye tanto a las hormonas gonadales como a otros productos genéticos producidos por los cromosomas sexuales.

El hipotálamo es una de las zonas cerebrales que se diferencia prenatalmente y que define el comportamiento sexual, esta zona es desarrollada mediante mecanismos hormonales principalmente, de esta manera, se reconocen diferencias entre los cerebros masculinos y femeninos. Por ejemplo, el volumen de un núcleo específico en el hipotálamo (tercer grupo de la célula de los núcleos intersticiales del hipotálamo anterior) es dos veces más grande en hombres heterosexuales que en mujeres y hombres homosexuales. Además, el área preóptica que regula comportamiento de apareamiento, es cerca de 2,2 veces más grande en hombres que en mujeres y contiene 2 veces más células.

Existen estudios realizados en ratas, donde se observa que el hipotálamo puede verse afectado por agentes relacionados a la madre como estrés o consumo de alcohol, dando como resultado crías masculinas con comportamientos femeninos(1). En humanos no existen estudios para corroborar, sin embargo, el estudio en otros mamíferos da miras a que la transexualidad no es un aspecto sobre el cual pueda decidirse de todo, o que se trate meramente de un trastorno psiquiátrico. Un estudio realizado por el sexólogo argentino Adrián Heilen coordinador del grupo de atención a personas transgénero en el Hospital Durand afirma que el 88% de las personas trans se dio cuenta de cuál es el género con el que se reconoce antes de los 10 años: el 67% antes de los 5 años y el 21%, entre los 5 y los 10 años. Estos hallazgos se repiten en estudios realizados en países desarrollados como por ejemplo en Canadá.

La discusión sobre si la transexualidad es una enfermedad o no, tiene implicaciones legales, por ejemplo, si usted quisiera realizarse una reasignación de sexo porque siente que su identidad de género no corresponde a su sexo biológico, su EPS (Entidad Promotora de Salud) puede darle tratamiento médico hormonal después de haber sido diagnosticado con un trastorno de identidad de género. Además, las EPS no cubren cirugías como la faloplastia o los implantes mamarios porque son considerados como cirugías estéticas, algo que para muchos trans está lejos de ser sólo una operación cosmética puesto implica corregir una “deformidad”. Otro de los inconvenientes que enfrentan las personas transexuales es el acceso a atención médica especializada, un hombre transexual sigue necesitando citologías, aunque en su cédula aparezca como “Juan”, sin embargo, le puede ser negado este tipo de servicio enfocado a mujeres porque legalmente es hombre.  

Una visita médica puede resultar en una pesadilla, se sabe que hasta el 33% de los transexuales han sido víctimas de discriminación, agresión verbal, física o sexual y la negación a ser atendidos(2). Por otro lado, los médicos no tienen un protocolo para atender a estas personas, no se tiene la formación en aspectos de cuidado a las personas LGTBIQ, esto causa inseguridad en los pacientes respecto a recibir atención competente y digna. La inexistencia de inclusión de transexuales en los sistemas de salud y el miedo a los malos tratos implica que se incurra en la automedicación, lo que conlleva a una cantidad de riesgos mayor. Se sabe que la medicación hormonal debe ser meticulosa, cuando hay falta de control en las dosis puede provocar daños hepáticos, renales, en las glándulas suprarrenales, tiroides y puede llegar a ciertos casos de cáncer, sin mencionar complicaciones por cirugías o por infecciones debido a inyecciones de sustancias extrañas para la formación de senos.

En el 2015 el hospital San Blas en Bogotá tuvo la iniciativa “Transitemos Juntos”, este programa sería apoyado por el estado y consistía en dar asistencia psiquiátrica, psicológica, hormonal y quirúrgica de tal manera que se diera un acompañamiento adecuado a la transformación de los pacientes, pues se sabe que hasta el 10% de ellos se arrepentían del proceso cuando ya no puede ser revertido (3). Este programa no se logró debido a que no se destinó el presupuesto ni el personal adecuado. Además, no fue sino hasta inicios de noviembre de este año que se realizó por primera vez en Latinoamérica el 25° Congreso Mundial de Salud Transexual donde un conjunto de cirujanos plásticos, endocrinólogos, sexólogos, ginecólogos, urólogos, psiquiatras y psicólogos de veintiún países del mundo se reunieron en Buenos Aires para hablar de la salud de la población transgénero y de cómo los avances médicos pueden contribuir a su bienestar.

La población transgénero necesita atención médica específica y digna, en el Plan Territorial de Salud para Bogotá 2016-2020 se reconoce que las personas LGBTIQ son de las más vulnerables en cuanto a enfermedades de transmisión sexual y atención médica, sin embargo, seguimos sin unidades de atención para ellos. Por otro lado, la falta de capacitación es evidente, Estados Unidos en 2015, la Facultad de Medicina de la Universidad de Louisville en Kentucky puso en marcha un programa piloto llamado el eQuality Project, que introduce un nuevo plan de estudios que incluye competencias LGBTIQ, pero en Colombia no se conoce de un plan de estudios como este.

Vemos que la brecha es amplia, seguimos sin ser conscientes de que la atención especializada y humana en personas LGBTIQ no es un capricho, seguimos condenando a la diversidad con frases pretenciosas sobre lo que “la biología dice”. La naturaleza refuta con muchos ejemplos lo que es calificado como “anormal” y dice que si, es muy normal, la naturaleza opta por la diversidad y la transformación. Una persona transgénero tiene derecho a servicios de salud que garanticen su bienestar y que se dirijan a ellos con respeto y dignidad.  

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Transexuales: ¿Por Qué Debemos Fomentar la Inclusión en las Instituciones de Salud?

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December 30, 2018

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La transexualidad no es un trastorno ¿Qué hacemos por la salud y dignidad de estas personas?

La transexualidad ha sido vista desde hace mucho tiempo como una patología en la que una persona no se siente conforme con el sexo con el que nació. Sin embargo, ¿sería correcto verlo como una enfermedad? Los pocos estudios biológicos realizados sobre la diversidad sexual se remiten a la masculinización del cerebro del feto. Cuando somos concebidos nuestra carga genética puede estar bien diferenciada, sin embargo, durante las primeras 7 semanas el feto masculino no ha desarrollado fenotipos acordes al sexo genético. En el hombre, la diferenciación sexual y cerebral es un proceso que incluye tanto a las hormonas gonadales como a otros productos genéticos producidos por los cromosomas sexuales.

El hipotálamo es una de las zonas cerebrales que se diferencia prenatalmente y que define el comportamiento sexual, esta zona es desarrollada mediante mecanismos hormonales principalmente, de esta manera, se reconocen diferencias entre los cerebros masculinos y femeninos. Por ejemplo, el volumen de un núcleo específico en el hipotálamo (tercer grupo de la célula de los núcleos intersticiales del hipotálamo anterior) es dos veces más grande en hombres heterosexuales que en mujeres y hombres homosexuales. Además, el área preóptica que regula comportamiento de apareamiento, es cerca de 2,2 veces más grande en hombres que en mujeres y contiene 2 veces más células.

Existen estudios realizados en ratas, donde se observa que el hipotálamo puede verse afectado por agentes relacionados a la madre como estrés o consumo de alcohol, dando como resultado crías masculinas con comportamientos femeninos(1). En humanos no existen estudios para corroborar, sin embargo, el estudio en otros mamíferos da miras a que la transexualidad no es un aspecto sobre el cual pueda decidirse de todo, o que se trate meramente de un trastorno psiquiátrico. Un estudio realizado por el sexólogo argentino Adrián Heilen coordinador del grupo de atención a personas transgénero en el Hospital Durand afirma que el 88% de las personas trans se dio cuenta de cuál es el género con el que se reconoce antes de los 10 años: el 67% antes de los 5 años y el 21%, entre los 5 y los 10 años. Estos hallazgos se repiten en estudios realizados en países desarrollados como por ejemplo en Canadá.

La discusión sobre si la transexualidad es una enfermedad o no, tiene implicaciones legales, por ejemplo, si usted quisiera realizarse una reasignación de sexo porque siente que su identidad de género no corresponde a su sexo biológico, su EPS (Entidad Promotora de Salud) puede darle tratamiento médico hormonal después de haber sido diagnosticado con un trastorno de identidad de género. Además, las EPS no cubren cirugías como la faloplastia o los implantes mamarios porque son considerados como cirugías estéticas, algo que para muchos trans está lejos de ser sólo una operación cosmética puesto implica corregir una “deformidad”. Otro de los inconvenientes que enfrentan las personas transexuales es el acceso a atención médica especializada, un hombre transexual sigue necesitando citologías, aunque en su cédula aparezca como “Juan”, sin embargo, le puede ser negado este tipo de servicio enfocado a mujeres porque legalmente es hombre.  

Una visita médica puede resultar en una pesadilla, se sabe que hasta el 33% de los transexuales han sido víctimas de discriminación, agresión verbal, física o sexual y la negación a ser atendidos(2). Por otro lado, los médicos no tienen un protocolo para atender a estas personas, no se tiene la formación en aspectos de cuidado a las personas LGTBIQ, esto causa inseguridad en los pacientes respecto a recibir atención competente y digna. La inexistencia de inclusión de transexuales en los sistemas de salud y el miedo a los malos tratos implica que se incurra en la automedicación, lo que conlleva a una cantidad de riesgos mayor. Se sabe que la medicación hormonal debe ser meticulosa, cuando hay falta de control en las dosis puede provocar daños hepáticos, renales, en las glándulas suprarrenales, tiroides y puede llegar a ciertos casos de cáncer, sin mencionar complicaciones por cirugías o por infecciones debido a inyecciones de sustancias extrañas para la formación de senos.

En el 2015 el hospital San Blas en Bogotá tuvo la iniciativa “Transitemos Juntos”, este programa sería apoyado por el estado y consistía en dar asistencia psiquiátrica, psicológica, hormonal y quirúrgica de tal manera que se diera un acompañamiento adecuado a la transformación de los pacientes, pues se sabe que hasta el 10% de ellos se arrepentían del proceso cuando ya no puede ser revertido (3). Este programa no se logró debido a que no se destinó el presupuesto ni el personal adecuado. Además, no fue sino hasta inicios de noviembre de este año que se realizó por primera vez en Latinoamérica el 25° Congreso Mundial de Salud Transexual donde un conjunto de cirujanos plásticos, endocrinólogos, sexólogos, ginecólogos, urólogos, psiquiatras y psicólogos de veintiún países del mundo se reunieron en Buenos Aires para hablar de la salud de la población transgénero y de cómo los avances médicos pueden contribuir a su bienestar.

La población transgénero necesita atención médica específica y digna, en el Plan Territorial de Salud para Bogotá 2016-2020 se reconoce que las personas LGBTIQ son de las más vulnerables en cuanto a enfermedades de transmisión sexual y atención médica, sin embargo, seguimos sin unidades de atención para ellos. Por otro lado, la falta de capacitación es evidente, Estados Unidos en 2015, la Facultad de Medicina de la Universidad de Louisville en Kentucky puso en marcha un programa piloto llamado el eQuality Project, que introduce un nuevo plan de estudios que incluye competencias LGBTIQ, pero en Colombia no se conoce de un plan de estudios como este.

Vemos que la brecha es amplia, seguimos sin ser conscientes de que la atención especializada y humana en personas LGBTIQ no es un capricho, seguimos condenando a la diversidad con frases pretenciosas sobre lo que “la biología dice”. La naturaleza refuta con muchos ejemplos lo que es calificado como “anormal” y dice que si, es muy normal, la naturaleza opta por la diversidad y la transformación. Una persona transgénero tiene derecho a servicios de salud que garanticen su bienestar y que se dirijan a ellos con respeto y dignidad.  

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