Hoy en día se hace importante reflexionar sobre cómo las sociedades latinoamericanas están siendo educadas, y como el sistema educacional impacta en la forma de construir estas sociedades y en las relaciones sociales e íntimas que entablan las personas de dichas naciones de la región.
Lo anterior, se cuestiona porque cada vez somos testigos de cómo distintos movimientos desde el feminismo y la diversidad nos van mostrando lo importante que es tener una formación que nos permita mirar nuestra realidad social con igualdad de género y sin discriminación a tantas otras realidades que no están dentro de esta “lógica de la heterosexualidad” impuestas por el sistema patriarcal y económico.
En latinoamérica tal situación nos debe interpelar, ya que en distintas partes de la región nos percatamos de cómo han aumentado los ataques homofóbicos, discriminación a personas trans, muertes de mujeres por realización de abortos clandestinos y además, ya se hace “normal” que todos los días nos enteremos de algún feminicidio más en nuestras sociedades latinoamericanas. Respecto ante tales hechos, es que en la región los movimientos feministas han surgido con más fuerza y con peticiones claras a una disminución en la desigualdad de género; lo que ha llevado a que muchas movilizaciones en latinoamérica están en el centro de la atención en el resto del mundo por todo lo que implica alzar la voz en nuestra región frente a un sistema social, político y económico tan marcado en la desigualdad.
Pero hay algo que quizás se menciona de manera muy general y que sería importante generar un cuestionamiento: ¿qué tipo de sistema educacional tenemos y formación recibimos? ¿Cuál es el enfoque dado: solo la felicidad y el éxito personal? Pierre Bourdieu, hablaba un poco que desde la instauración de las bases del sistema capitalista hemos sido educadas y educados bajo la premisa de encontrar el camino o vocación que nos lleve al éxito y felicidad personal, pero él se cuestiona qué pasa hoy en día con la vocación en miras de la solidaridad, del sentido colectivo y de la otredad (el tomar en cuenta al otro y entender que con él o ella me puedo desenvolver en la sociedad), apelando que este tipo de formación se ha perdido por una más individualista y que ha perjudicado en distintas áreas de la formación profesional y por ende, en su impacto en los países de la región y el mundo. Creo que es importante plantearlo, ya que tras las denuncias y poner en la agenda pública situaciones de desigualdad de género, discriminación, violencia en contra de la mujer y entre tantas otras problemáticas que se dan a conocer, se sigue reaccionando desde los distintos Gobiernos latinoamericanos, al paso de la contingencia y no hay políticas de Estado que estén centradas en la persona y en toda su globalidad, ayudando a desarrollar una sociedad sin discriminaciones por condición sexual y en sintonía para disminuir la desigualdad de género.
Un ejemplo a lo anterior y que quizás hay muchos, pero creo que este nos podría ayudar un poco más a entender tal situación; en Chile a contar del año 2018 se cuenta con una Ley de Identidad de Género y que fue un gran logro, ya que da un reconocimiento a las personas de identidad trans. Pero a principios de este año 2019 se presenció una situación que generó bastante polémica y de manera transversal en la sociedad chilena, ya que un adolescente trans no podía ingresar a estudiar a un establecimiento educacional público porque no se contaban con los protocolos que permitieran que este adolescente pudiese estudiar en cualquier colegio independiente de su condición sexual.¿Hacia dónde vamos caminando si no puedo ocuparme por la persona y que pueda desarrollarse sin inconvenientes? Entonces más allá de promulgar una ley, presentar proyectos de ley, políticas sociales, también el enfoque de esta lucha para alcanzar la igualdad de género y el respeto a las personas independiente de su condición sexual, debiese estar apuntada dentro de las aulas y en el sistema educacional con un fin de ayudar a cambiar la conciencia de las generaciones, y del sentido que le damos a nuestra existencia en la sociedad apostando por la colectividad y otredad. Es importante que este cambio se inicie con los infantes y adolescentes recalcando e infundiendo el respeto a todo persona en su integridad independiente de su condición, y luego en las formaciones profesionales y/o técnicas, porque al fin y al cabo en ellos y ellas recae el desarrollo de un país, y porque que es necesario dar un enfoque en colectivo a lo que hacemos, preocuparme por el otro y entender que si no se tiene ese componente social que nos permite entender a la persona en todas sus dimensiones, siempre se van a quedar cabos sueltos en las soluciones que se pretendan dar y que son de fondo. Porque no basta con implementaciones administrativas, normativas, ya que esta lucha tiene que apostar por un cambio de conciencia radical en la forma en cómo me defino como individuo y como soy un aporte a las sociedades latinoamericanas y de mi país para luego ayudar en sentido de igualdad de género, y respeto a la diversidad.
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Referencia
Francois Dubet, (2006). “El declive y las mutaciones de la institución”