Estos datos le deberían revolcar las entrañas, de acuerdo con el último informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) entidad adscrita a las Naciones Unidas, el año 2019 proyecta cerrar con 191 millones de personas en condición de pobreza (27 millones más que hace cinco años); en el mismo informe se señala que Bolivia y Colombia encabezan la lista de las economías con la tasa más alta de pobreza extrema, entendida ésta como aquella situación en la que los ingresos de una persona no son suficientes para adquirir una canasta básica, aún destinándolos totalmente a ello (14.7% y 10.8% respectivamente para el año 2018).
Otro dato fresco del DANE: el 1% de las fincas más grandes de Colombia abarca el 81% de la tierra del país, y del 99% de las fincas restantes, las mujeres solo tienen titularidad en el 26%.
Colombia es hoy un país profundamente desigual lo cual se corrobora en el índice de desigualdad de ingresos (coeficiente de Gini), el cual se encuentra en 0,52 según el Banco Mundial; de acuerdo con ese índice, nuestro país sigue presentando una de las peores distribuciones de riqueza a nivel mundial y se posiciona como uno de los países más desiguales al lado de Haití, Honduras y Angola.
Recientemente Juan Daniel Oviedo, Director del Dane, compartió la cifra de crecimiento económico del tercer trimestre de 2019 y recalcó que el 3,3% alcanzado, significó lograr el resultado más alto de los últimos 15 trimestres en el país. Lo cierto es que para acreditar tal desempeño es importante desagregar ese porcentaje y empezar por preguntarse ¿qué sector creció y participó con el mayor porcentaje?, ¿qué sectores presentaron mínimo crecimiento o peor aún, decrecimiento?.
Siéntese bien para leer la respuesta. El sector financiero creció a un ritmo de 8,2% mientras que otros renglones importantes como la industria apenas llegaron al 1,5% y la construcción registró un -2,6%. Es decir, que el motor de crecimiento en Colombia sigue siendo un sector concentrado en pocas manos sin mayor aporte positivo al indicador de desempleo, el cual llegó al 10,2% de acuerdo con el último reporte del Dane.
Ahora la cereza en el pastel: en este instante piense en todos los hogares que sin contar con la suficiente liquidez siguen recurriendo al crédito para cubrir sus necesidades de bienes y servicios.
Recordemos un dato concreto citado por la Asociación Nacional de Instituciones Financieras (ANIF), en cabeza de Sergio Clavijo, a mediados de 2019 con relación al endeudamiento de los hogares colombianos: hace cuatro años un hogar típico se endeudaba en promedio a dos años para comprar vehículo o electrodomésticos, hoy ese promedio se encuentra en cinco años, lo cual le permite al comprador acomodar las cuotas sin abonar a capital.
Es claro entonces que el crecimiento en el consumo no necesariamente refleja incremento en el poder adquisitivo de las personas.
De la mano con lo anterior, y tal como lo señala Sebastián Contreras, Magíster en Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Colombia, en su reciente investigación sobre endeudamiento, se evidencia que los hogares con ingresos más bajos concentran casi el 20% de la deuda de los créditos bancarios, sin tener en cuenta el crédito informal o llamado ‘gota a gota’ con tasas que sobrepasan la usura.
Este escenario amerita encender nuestras alarmas. Es un buen momento para repensar nuestro modelo de crecimiento; es un buen momento para redefinir políticas económicas y disminuir los niveles de desigualdad que hoy nos aquejan. No hacerlo, hará que justamente esa desigualdad obstruya los objetivos de desempeño económico planteados por el Gobierno para nuestro país.
¡Feliz día!
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Referencias
CEPAL (2019), Panorama Social de América Latina
DANE (2019), Pobreza monetaria y Pobreza multidimensional en Colombia
CLAVIJO. S (2019), Reporte de la ANIF sobre endeudamiento en hogares
CONTRERAS, Juan (2019), Desigualdad en el ingreso y estabilidad financiera; Universidad Nacional de Colombia