Como agua para chocolate, el libro insignia de Laura Esquivel y una de las obras clásicas y hasta obligadas de la literatura latinoamericana, expone la vida de Tita, la menor de una familia tradicional mexicana de los inicios del siglo XX. Tita como muchas otras mujeres a lo largo de la historia de nuestros países, creció en la cocina y aprendió el arte de la culinaria, por supuesto enseñada por otra mujer, de manera que los acontecimientos más relevantes de su vida transcurren en ese espacio de la cocina de la casa familiar y se vinculan con las recetas aprendidas.
Si bien una de las grandes conquistas de los movimientos de mujeres tiene que ver con la posibilidad de abandonar esos espacios y esas labores que tradicionalmente se le asignaban a las mujeres e ir a ocupar otros alternos, también es importante que no perdamos de vista una labor social invaluable, que han desarrollado precisamente las mujeres en esos espacios: La protección de la herencia cultural alimentaria y el patrimonio gastronómico de las sociedades de las que hacen parte.
En nuestro país es evidente la conexión que existe entre la preservación de esos saberes ancestrales culinarios y la cocina tradicional de las regiones, la cual es ejercida y dirigida en mayor medida por las mujeres de esas comunidades. En este sentido, las mujeres encuentran en la práctica cotidiana de la preparación de los alimentos, otro escenario para mostrarse como sujetas activas de la sociedad, que merecen garantía de sus derechos y que cumplen con sus deberes sociales y políticos, es decir suman otro argumento en favor de generar medidas que garanticen la equidad entre los géneros.
Un claro ejemplo de lo anterior, es el proyecto “Sabores y Saberes del Pacífico colombiano”,una iniciativa del Ministerio de Cultura en asocio con varias organizaciones comunitarias de la región con presencia en municipios como Guapi, Quibdó, Tumaco y Buenaventura que ha tenido por objetivo la valoración y la documentación de las prácticas culinarias rurales de las comunidades afro del pacífico; uno de sus productos ha sido un libro que contiene un recetario de preparaciones tradicionales junto con hallazgos investigativos frente a las prácticas alimenticias de la región y testimonios de mujeres participantes en el proceso de documentación. El proyecto ha permitido reconocer los conocimientos que han aportado las cocineras afro al acervo cultural de la región, por ejemplo en cuanto a métodos de cocción de los alimentos o la extracción de los aceites de ciertos frutos para su aprovechamiento culinario.
Sin embargo el papel de la mujer como garante de algo tan trascendental para cualquier sociedad como lo es la alimentación, no se ha quedado solo en el plano de la preparación de alimentos, sino que también ha estado ligado a la actividad de la producción misma de esos alimentos que son la base del patrimonio culinario, un ejemplo de esto es la tarea que adelanta la Fundación Red Alma Femenina, una organización que ha logrado agrupar a mujeres campesinas en el departamento de Boyacá por medio del proyecto “Color Chocolate” el cual promueve la siembra de Cacao 100 % natural que sirva de base para múltiples preparaciones. El cacao que producen estas mujeres ha hecho parte de los insumos utilizados en muchos de los mejores restaurantes del país gracias a una iniciativa conocida como “Cocina y Paz” que ha buscado que varios Chefs nacionales nutran sus despensas con alimentos producidos en el marco de la sustitución de cultivos y el desarrollo alternativo. Este proyecto también ha generado un libro de recetas con el mismo nombre que permite atesorar algunas de las recetas más representativas de cada región colombiana.
Y es finalmente todo ese conjunto de conocimientos que han ido acumulando las mujeres en el desarrollo de actividades culinarias y de producción de alimentos, lo que ha permitido a muchas de ellas lograr mejores condiciones de vida para ellas y sus grupos familiares, convirtiendo la alimentación en un campo de oportunidades para la autonomía económica de la mujer que como se sabe ha sido uno de los principales obstáculos para superar la vulnerabilidad del género femenino; son muchos los emprendimientos y empresas que vienen siendo liderados por mujeres, pero entre ellos destacan los que se vinculan con la gastronomía y la comida, por nombrar solo algunos está el restaurante Cocomania en Quibdó y cuya fundadora es una sobreviviente de la violencia que azotó a la región y quien hoy en día busca brindar oportunidades por medio de este negocio a otras mujeres y finalmente Sabor Express, una cafetería - heladería fundada en San Vicente del Caguán por el Comité de Mujeres Emprendedoras Víctimas del Conflicto Armado (Comuevic) y que se convirtió en una primera medida hacia la superación de la condición de víctimas de este colectivo de mujeres.
Ojala que no se nos olvide en ese acto cotidiano pero a la vez trascendental de alimentarnos, el trabajo femenino que lo ha hecho y sigue haciendo posible.