Han pasado varios meses, dos para ser exacta, desde que he tenido rondando este tema entre los dedos, vi una película sobre el tema, todos los días leía noticias nuevas al respecto, y aunque sabía a quién preguntarle, temía que al recordar este momento de su vida despertara un episodio de ansiedad o peor aún, alguna crisis. Gracias al cine o bien a algunos relatos comencé a imaginarme lo que sucedía en los centros de conversión homosexual, esperando que lo que sucedía no fuera del todo como me lo imaginaba, decidí con el corazón en la mano pedirle a mi amiga Ale (la única persona que conozco que fue a uno de estos centros) una breve entrevista que al final escribí a manera de relato.
Ale tenía veintiún años cuando llegó hasta su puerta una familiar acompañada de quien dirigía el centro, para privarla de su libertad durante algunos meses. En el camino le mencionaron que la estaban llevando a un centro cristiano porque presentaba mala conducta y esto ocasionaba daño a su familia. Primero, lo manejaron como un tema de rebeldía, luego de uso de drogas (lo cual no era cierto), hasta que tocaron el tema de la lesbiandad. Ale relata que este tema fue catalogado como una posesión demoníaca y por tanto tratado como tal, queriéndola controlar y destruir con alabanzas, culpabilidad, vergüenza, asco hacia ella misma y estudios de la biblia constantes, entre otras prácticas como reafirmar su feminidad y trabajos denigrantes como lavar baños con el propio cepillo de dientes.
Este 2019 se cumplen diez años, desde como lo denomina Ale, el secuestro. A diez años las secuelas aún están presentes, tanto emocionales como físicas. También en este tiempo Ale a organizado la rabia, politizado la experiencia y por medio de las lecturas feministas y de otras amigas lesbianas feministas ha adquirido herramientas para luchar desde sus espacios para que estos tipos de tortura terminen.
El 26 de abril de este mismo año, despertamos con la noticia que, en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, en México, una joven había sido secuestrada por sus propios familiares para ser llevada a terapia de conversión[1]. La noticia se difundió porque su pareja quería interponer una denuncia por secuestro, sin embargo, como no eran familiares directos, esta no procedió. En México y algunos otros países las terapias de conversión son un gran negocio para “curar la homosexualidad”, a pesar de que desde 1973, la Asociación de Psiquiatría Americana haya desestimado la homosexualidad como un trastorno, se sigue lucrando con este tipo de centros y de terapias.
Países como: Australia, Brasil, China, Ecuador, Sudáfrica, España, Taiwán, Estados Unidos y Reino Unido prohíben actualmente las terapias de conversión homosexual o los centros de conversión. Por su parte en países como Argentina, Fiji, Samoa, Canadá, Irlanda, India y Líbano, si bien, no prohíben como tal las terapias de conversión si tienen leyes donde prohíben diagnósticos médicos basados exclusivamente en la orientación sexual de las personas.
Es importante, que en medio de las celebraciones que vienen con el mes del orgullo, sigamos haciendo conciencia de que estos lugares existen, que aún falta mucho por concientizar y que el odio o las fobias no pueden ganarnos. La entrevista con Ale finaliza con el siguiente mensaje: “Las niñas, adolescentes y mujeres necesitan saber que romper las cadenas no está mal, que es un instinto natural rebelarse ante quien las quiere prisioneras, tanto de sus capacidades intelectuales como emocionales y físicas”.
[1] Noticia