El cambio climático es un fenómeno natural que afecta a todo el planeta, pero también exacerba de manera desproporcionada la inequidad de género ya existente en los territorios.
El cambio climático ha sido uno de los fenómenos que impacta a todos los países sin importar qué tan pobre o rico sea, pero sus efectos sí pueden aumentar la brecha de desigualdad. Se ha visto que incrementa la pobreza, la inseguridad alimentaria, los desplazamientos forzosos de los territorios, por nombrar algunos efectos.
Lo que significa que no solamente es una amenaza ambiental, sino también una económica, política, social y cultural. Y, aún más preocupante, es que está afectando de manera desproporcionada a las mujeres. Pues el desequilibrio de poder en cuestiones de género se agudiza en momentos de crisis. Las olas de calor, sequías, aumento del nivel del mar y tormentas extremas afecta, aún más, a las mujeres.
Esto es debido a que las mujeres no sólo se enfrentan a una violencia sistemática en razón de su género, sino que también son más propensas a vivir en la pobreza y tener un menor acceso a derechos humanos básicos como lo es la libre circulación por el espacio público o la adquisición de tierras.
De hecho, la probabilidad de morir durante los desastres naturales es 14 veces mayor para las mujeres, niños y niñas que para los hombres, según un documento del 2017 de la Alianza Clima y Desarrollo. Esto se debe a que las mujeres suelen ser las responsables del cuidado de los infantes, los adultos mayores y los familiares enfermos, razón por la cual su tiempo de respuesta ante la necesidad de evacuación puede tardar más que la de un hombre.
Así mismo, en estas crisis humanitarias, las mujeres y niñas son más vulnerables a sufrir violencia y acoso sexual. Por ejemplo, en situaciones de sequía prolongada, las mujeres y niñas deben hacer viajes frecuentes y largos para obtener comida o agua, lo que las expone a este tipo de situaciones. Así mismo, el sexo es utilizado como medio de pago para obtener estos productos, lo cual también constituye un abuso en medio de una crisis humanitaria.
Alrededor del 60% de mujeres y niñas en el mundo padecen de desnutrición, desplazamientos y hambruna crónica gracias a los efectos del cambio climático en sus entornos naturales. Por lo general, las mujeres son las encargadas del mantenimiento de los huertos y cosechas de las fincas que manejan con y para sus familias.
Según la FAO, entre el 60 y el 80 por ciento de alimentos en los países en vía de desarrollo y la mitad de todo el mundo son producidos por mujeres. Pero el acceso a los recursos productivos a los que tienen acceso las mujeres es mucho menor al acceso que tienen los hombres que se dedican a la misma labor. Como señala este estudio de DKV, si este acceso fuese igual, “el número de personas con hambre podría reducirse entre 100 y 150 millones”.
Jenny Katherine, agricultora colombiana, señala que los efectos del cambio climático inciden en lo personal, pero también en lo económico. “Es increíble ver cómo de rápido se nos dañan los productos al pasar, tan rápido, de un verano a un invierno incontrolable”.
Como bien explica, esto se debe a que no hay aún una verdadera conciencia ambiental, las personas aún utilizan pesticidas en vez de compostajes a partir de materias primas, o desechan de forma inadecuada sus basuras. Así mismo, aunque en las montañas es más difícil tener acceso a fogones eléctricos o de gas, debe procurarse sembrar por cada tala de árboles que se realice.
Pues si las personas no son conscientes ecológica y ambientalmente, los efectos adversos serán sobre el clima, que afectará los productos que cosechan las agricultoras y, de esta manera, los precios a los que se ven obligadas vender a las grandes distribuidoras. Pues los cambios abruptos de clima significan pérdidas que no son recuperables a corto plazo.
De manera que las mujeres que se dedican a estas labores perciben no sólo un daño directo en sus hogares, sino también en su salud, economía y desarrollo a causa de los efectos del cambio climático, que bien puede exacerbar discriminación basada en género.
Ante esto, han sido cada vez más las mujeres que han comenzado a asumir roles de liderazgo a la hora de tomar decisiones en cuanto a las medidas para enfrentar el cambio climático. De hecho, quienes suelen tener una mayor conciencia ambiental son las mujeres.
Jennifer Vélez, administradora de una finca en la ruralidad, explica que las mujeres son, por lo general, las administradoras de los recursos en el territorio. Razón por la cual buscan reducir al máximo la pérdida de estos por medio del reciclaje, reutilización, y reducción de las basuras. “La mujer tiene la capacidad de transformar”, manifiesta Vélez, “una visión de crear”.
Pero la problemática se presenta cuando, mujeres que quieren ponerse al frente de estas problemáticas no tienen el apoyo ni acompañamiento de las entidades estatales que deben, en realidad, encargarse de esto. Jennifer cuenta como, en su vereda de San Pedro de los Milagros, se dio una iniciativa de brigadas de recolección de basuras, limpieza y siembra que solamente tuvo tres eventos, debido a que la alcaldía que suponía promover la iniciativa las abandonó repentinamente.
Así mismo, tiene una iniciativa personal en la cual no desecha los plásticos que utiliza, sino que encuentra una manera de ponerlos para uso alternativo. Esto es algo que fomenta en su comunidad, como también la reutilización de agua de lavado para realizar el aseo.
Como señala Antonio de Jesús, experto en estudios de género, las mujeres rurales que tienen menor acceso a la energía, administran las parcelas, huertas y animales de la finca y realizan las labores del cuidado del hogar, suelen ser quienes buscan desacelerar los efectos del cambio climático. Por lo general, son quienes se ven más afectadas por las acciones de, por ejemplo, la tala de árboles en el territorio, pues los animales que habitaban el bosque se dirigen a las fincas que ellas administran.
Según Acuerdo de París, que fue adoptado en el 2015, es imperativo ratificar la necesidad de promover el empoderamiento de la mujer y formular acciones de adaptación y mitigación, considerando el enfoque de género. De la misma manera, dentro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible se destaca el Objetivo 5, que plantea “emprender reformas que otorguen a las mujeres igualdad de derechos a los recursos económicos, así como acceso a la propiedad y al control de la tierra y otros tipos de bienes, los servicios financieros, la herencia y los recursos naturales, de conformidad con las leyes nacionales”.
Por esto, es importante que el trabajo que están realizando las figuras públicas femeninas que se han puesto al frente de las políticas de cuidado ambiental. Pues una perspectiva de género es necesaria cuando en la mayoría de estas problemáticas las mujeres son de las poblaciones más afectadas.
Por ejemplo, el trabajo realizado desde la Secretaria Ejecutiva dentro de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC), cargo que fue ocupado hasta el año 2015 por Christiana Figueres y que actualmente está ocupado por Patricia Espinosa. Como también la labor de la Ministra de Medio Ambiente de Chile, que fue nombrada como presidenta de la COP25.
Así mismo, figuras públicas que se han levantado para alzar la voz de sus comunidades como la colombiana y actual candidata a presidencia Francia Márquez, ganadora del premio Goldman más conocido como “el Nobel de Medio Ambiente” por su lucha por la defensa de su territorio. Inclusive la joven sueca Greta Thunberg ha logrado movilizar a miles de jóvenes alrededor del mundo para exigir una mejor conciencia climática.
A pesar de que existen mujeres que se han puesto al frente de estas problemáticas de manera más pública, la integración de las mujeres en la toma de decisiones frente a políticas públicas de cambio climático es una deuda aún sin saldar. Se necesitan más mujeres en puestos de liderazgo y toma de decisiones frente a este tipo de temáticas.
Esto significa que debe haber un mayor compromiso por parte de quienes tienen acceso a estos espacios para abrirle la puerta a mujeres que tienen mucho por decir, pero no tienen la plataforma para hacerlo. Las mujeres de la ruralidad tienen en sus manos consignas para lograr soluciones más efectivas, justas e incluyentes, pero es necesario que se les ceda el espacio que les corresponde para poder hacerlo.