“Inquietas, las Madres marchan cada
jueves, se reúnen todos los martes
y el tiempo no les alcanza”
Este artículo es la continuación de mi anterior columna. Aquí se presentará una hipótesis sobre una de las maneras en las que se puede estructurar la memoria histórica a partir del caso de las Madres de Plaza de Mayo durante la última dictadura argentina, 1976-1983, encabezada por Jorge Rafael Videla, Emilio Eduardo Massera y Orlando Ramón Agosti.
Una vez las personas eran tomadas de sus domicilios, puestos de trabajo o zonas públicas por las fuerzas militares o policiales, los familiares –especialmente las madres– se presentaban en las comisarías o en los centros de detención preguntando por el estado de aquellos; en muchos casos se presentaron habeas corpus sin efecto alguno. Las madres comenzaron a reconocerse mutuamente, ya que se encontraban una y otra vez en diferentes recintos. De este modo se agruparon poco a poco hasta alcanzar un grupo de aproximadamente 30 mujeres en la iglesia Stella Maris de la marina, en Buenos Aires, donde el obispo estaba al tanto de la situación; luego decidieron ir a la Plaza de Mayo. Una mujer estaba a la batuta: Azucena Villaflor, la gran fundadora. Ningún tipo de respuesta fue dado por parte de los organismos de protección civil y, he aquí el primer momento clave: la visibilización a partir denuncia.
La Plaza de Mayo, el lugar de concentración elegido por las madres para reclamar por sus desaparecidos, se encuentra situada en un punto clave de la capital: al frente de la Casa de Gobierno y rodeada por bancos, donde miles de ciudadanos circulan diariamente. Al principio, por comodidad, escogieron el sábado, pero descubrieron que al no ser un día laboral no había suficiente flujo de personas para crear el efecto deseado, así que se cambió el día al jueves a las 15:30. Por el declarado Estado de Emergencia las reuniones de más de 3 personas estaban prohibidas por ley, así como las protestas. Por este motivo, las mujeres decidieron hacer un acto público en completo silencio, se reunirían a tejer, a sentarse, pero siempre a la misma hora los jueves, cada vez más para crear esa sensación de presión. Una de las madres comenta en un documental argentino que fue gracias a la policía que las madres comenzaron a circular de a parejas por la Plaza.
No era posible sentarse en las bancas tejiendo, no era posible quedarse de pie esperando, así que la orden de la policía era “circular”, motivo por el cual, estas mujeres caminaban lentamente alrededor de la Plaza durante dos horas cada semana. En varios momentos las manifestaciones alcanzaron 300 mujeres. Los periodistas internacionales comenzaron a interesarse por este grupo y a buscar entrevistarlas, aunque los medios nacionales ignoraban el tema y muchos tildaban las denuncias como mentiras.
Se trataba de lograr diversos tipos de justicia para las víctimas: primeramente, psicológica; luego, histórica y, finalmente, social. Al principio, preguntaban ¿dónde están? ¿qué le han hecho a mi hija/o? Pero después de varios años, se habían encontrado ya tantos cuerpos que la pregunta no era si estaban vivos o no, sino ¿dónde están? Sin importar si estuvieran con vida o no. El reclamo consistía en que se reconociera que los desaparecidos habían sido arrebatados, torturados y asesinados.
En Luján se celebraba una fiesta religiosa y las Madres se hicieron escuchar con gritos. Para poder identificarse se pusieron los pañales de tela que utilizaban sus hijos en la cabeza y este se convirtió en el gran símbolo que conocemos hoy en día. Por supuesto, esta manifestación también apareció en los diarios internacionales. Fue tal la presión que este grupo de mujeres imparables infligió en el país que, finalmente, Videla dio una audiencia en 1977 a Azucena Villaflor, Beatriz Kety de Neuhaus y María Rosario de Cerruti. Se encontraron con el cinismo absoluto del mandatario del ejército. “Muchos de los hijos de mis amigos se van del país y no dicen a dónde van. Hay chicas que están ejerciendo la prostitución en México. ¿Usted lo puede creer?” dijo el dictador. Era una respuesta esperada por las Madres, pero a pesar de eso, no dejó de ser dolorosa. “Las hijas de sus amigos estarán ejerciendo la prostitución. Las nuestras están desaparecidas” dijo Beatriz de Neuhaus. La negación absoluta del reconocimiento del crimen es una de las causas primarias de la imposibilidad de sanarlo.
El siguiente paso consistió en el reconocimiento de la comunidad nacional e internacional. Para este momento el país entero –los Centros Clandestinos de Detención se encontraban alrededor de todo el país (Véase CONADEP. 2013. Nunca Más. Buenos Aires: Eudeba)– y el resto del mundo conocían el terrible momento por el que pasaba la sociedad civil argentina gracias al alcance de la prensa. Amnistía Internacional mandó una delegación en 1976 en la cual se condenó al Estado argentino por cometer serios crímenes en contra de la humanidad y por realizar persecución política en contra de la comisión. También, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos visitó el país en 1980, año en el que se concluyó lo mismo. Sin embargo, después de años de revelaciones, sabemos que el gobierno de Estados Unidos ayudó a los golpes de Estado en el Cono Sur durante las décadas de 1970 y 1980; motivo por el cual el gran eslogan del intervencionismo armado no aplicaría en estos casos (Klein, N. 2013. La doctrina del shock. Barcelona: Booket. Perkings, J. 2005. Confessions of an Economic Hit Man. New York: Penguin Group). El reconocimiento de las entidades internacionales defensoras de DDHH de los crímenes no significa un cese de dichas prácticas, sino una denuncia frente a la comunidad internacional. Se pueden aplicar diferentes tácticas de presión frente a los gobiernos comprometidos, sin embargo, las declaraciones de guerra son extremadamente raras y son, históricamente, realizadas en su mayoría por Estados Unidos. Sin embargo, una gran ventana de posibilidades se abre al hacer conocido el caso.
Aquí se presenta el siguiente paso, la posibilidad de ajusticiamiento de los crímenes cometidos. El reconocimiento internacional no es suficiente, aunque es un paso enorme porque abre muchas posibilidades. Por ejemplo, la Corte Interamericana de Derechos Humanos puede hacer que un Estado reconozca e indemnice a las víctimas por un crimen cometido por sus organismos. No obstante, este no fue el caso argentino. El Gobierno de las Juntas se debilitaba por la presión social: protestas, resistencia. Finalmente, se hizo el llamado electoral democrático y se eligió a un presidente no peronista: Raúl Alfonsín. En 1985 se comenzaron los Juicios a las Juntas llevados a cabo por magistrados y jueces argentinos, en los cuales se condenaron a los responsables por los crímenes en contra de la humanidad como tortura, desaparición forzada, apropiación de niños, asesinatos masivos, entre otros. Jorge Rafael Videla fue condenado, indultado y vuelto a condenar después de la caída de la dictadura. Murió en cautiverio en 2013.
Ahora bien, ¿cuál era el objetivo? Las Madres querían demostrar que no había olvido; que por el contrario había resistencia: no había abandono y no había miedo; se buscaba la afirmación de la justicia social a través del reconocimiento de las personas. El acoso policial no dio espera. Cada vez que una mujer se sumaba al encuentro de los jueves, los agentes la interceptaban pidiendo su documento de identidad para intimidarla, sin embargo, todas las demás mujeres presentaban su propio documento al mismo tiempo, lo cual hacía el trabajo de éste interminable. Cuando las manifestaciones crecieron las comenzaron a llevar presas. Una vez el fenómeno de las Madres fue escuchado mundialmente 12 de ellas fueron desaparecidas y asesinadas, dentro de ellas Azucena Villaflor. Sin embargo, la lista de los nombres de los hijos desaparecidos fue publicada en el periódico bajo el nombre Por una Navidad en Paz Solo Pedimos la Verdad. Además, el caso de las 2 monjas francesas detenidas desaparecidas, Léonie Duquet y Alice Domon, se dio a conocer por la prensa internacional. Las Madres siguieron circulando, aunque muchas menos porque la maquinaria del Estado criminal había alcanzado hasta cierto punto su objetivo: establecer el terror. Los periodistas internacionales buscaban entrevistar a las Madres para hacerlas visibles; al mismo tiempo, hablaban con los militares sobre el tema y recibían las dos versiones. En el mundial de fútbol de 1978 los medios televisivos holandeses decidieron transmitir la habitual marcha de los jueves en lugar de un juego. Las Madres siguieron circulando incansables. Con el paso del tiempo se convirtieron en abuelas y fueron nominadas recientemente para el Nobel de la Paz (Véase). Existen ahora varias organizaciones relacionadas con la búsqueda de los nietos nacidos en cautiverio que fueron raptados y asimilados por familias de derecha como las organizaciones H.I.J.O.S.; Familiares; EAAF.
Entonces, la hipótesis consiste en que, por lo menos en algunos casos, la creación de la memoria histórica comienza por la pérdida de confianza en los organismos estatales de protección civil, seguida por la organización de un colectivo que busca la visibilización y la denuncia. A partir de la denuncia tenemos 4 pasos adicionales: la búsqueda por la justicia psicológica, social e histórica para las víctimas; el reconocimiento por la comunidad nacional e internacional; la posibilidad de ajusticiamiento de los crímenes; y el no olvido, en el cual están contenidos la resistencia y la afirmación de la justicia social.
Bibliografía
Amnistía Internacional. 1976. Informe de una Misión de Amnistía Internacional a la República Argentina. Barcelona: Imprenta Juvenil.
Asociación Madres de Plaza de Mayo. Historia de las Madres de Plaza de Mayo.
CONADEP. 2013. Nunca Más. Buenos Aires: Eudeba
Klein, N. 2013. La doctrina del shock. Barcelona: Booket.
Perkings, J. 2005. Confessions of an Economic Hit Man. New York: Penguin Group
23 de mayo de 2018. Las Abuelas de Plaza de Mayo, nominadas al Premio Nobel de la Paz. Website
2015. Madres de Plaza de Mayo La historia. Website