La indignación tras el deceso de Mahsa Amini, una joven iraní de 22 años que murió tras ser detenida el pasado 16 de septiembre por la ”policía de la moral”, supuestamente por llevar indebidamente su velo o hiyab, desencadenó una ola de protestas que continúa por más de 3 semanas contra el gobierno iraní y que ha generado una cifra de 154 personas muertas, según el último informe publicado por la organización de Derechos Humanos Iran Human Rights.
Si bien las autoridades iraníes afirmaron que la muerte de Amini no fue causada por golpes, sino que está vinculada con “una intervención quirúrgica de un tumor cerebral a la edad de ocho años”, según un informe de la Organización Médico Legal iraní, su familia insiste en que la joven gozaba de un buen estado de salud.
El estallido social en respuesta a la muerte de la joven, inició como un movimiento liderado por mujeres que salieron a la calle sin sus hiyabs, quemándolos e incluso cortando su cabello en forma de protesta tanto de manera presencial como a través de las redes sociales, pero que ha logrado el apoyo de otros sectores y corrientes. Las manifestaciones se están generando tanto por parte de la clase media como de la clase trabajadora, y parecen haber progresado en comunidades locales o étnicas, a pesar de los diversos desmanes en las principales ciudades del país, las muertes de manifestantes y policías, y las declaraciones del gobierno iraní en rechazo a las protestas. Incluso, estudiantes en Irán han estado sacudiendo sus hiyabs al aire y cantando contra las autoridades del país, en un acto de apoyo sin precedentes a la problemática que se está presentando en el país.
Aunque las autoridades impusieron restricciones de acceso a Internet para impedir las reuniones y la difusión de imágenes de la represión, Estados Unidos autorizó a las empresas tecnológicas a ampliar sus servicios en Irán, como solución a los cortes de internet ordenados por Teherán para acallar las protestas contra la violencia a las mujeres y la obligatoriedad del velo. Específicamente, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos, que mantiene fuertes sanciones a Irán, emitió una licencia general con la que «las empresas tecnológicas podrán brindar más servicios digitales a los iraníes, desde acceso a la nube hasta herramientas para mejorar su seguridad y privacidad en línea».
Dentro de este debate por el uso del velo, el principal partido reformista de Irán exhortó el pasado 24 de septiembre al Estado a acabar con la obligación de llevar velo para las mujeres, tras la muerte de Amini. Esto, debido a que según una ley iraní, en vigencia desde 1983, las mujeres nacionales o extranjeras, independientemente de sus creencias religiosas, deben cubrirse la cabeza con un velo y usar ropa holgada que cubra sus cuerpos al salir.
Se afirma que el levantamiento popular que se vive en Irán estos últimos días refleja el despertar de un movimiento feminista. Sin embargo, aún no excluyendo este hecho, va mucho más allá, ya que organizaciones defensoras de las libertades civiles afirman que la represión hacia las mujeres en Irán es continua y que ellas son las mayores perdedoras de la revolución islámica de 1979, pues fueron obligadas a usar el hiyab y la pérdida de muchos de sus derechos. Todo este panorama hace recordar los movimientos que nutrieron la primavera árabe.
La política de persecución y detención forzada es firme, además existe represión contra las minorías étnicas, así como también el poder que posee el ministerio de inteligencia para la vigilancia de las actividades e ideologías de sus ciudadanos. Es el caso de campamentos de grupos kurdos que en los últimos días, fueron bombardeados por la guardia revolucionaria por su rechazo contra el fallecimiento de Mahsa Amini. Los manifestantes reclaman el fin de la violencia y la discriminación contra las mujeres, pero también exigen un cambio social radical que respete los derechos y libertades de todas las personas. Mientras tanto, el mundo observa con preocupación cómo avanzará la situación de los derechos humanos en la región.