La Convención sobre los Derechos del Niño establece los derechos de todas las personas menores de 18 años y los países firmantes deben asegurarse de que se cumplan las políticas acordadas en ella. El Artículo 17 registra el derecho al acceso a la información adecuada. De esta manera, el poder velará que los infantes y adolescentes dispongan de acceso libre a la información y material que promueva su bienestar y desarrollo emocional e intelectual, así como su salud física y mental. Los contenidos formativos deben adaptarse a la etapa en la que se encuentra cada niño y niña y ser adecuada a su ritmo de madurez.
Sin embargo, de acuerdo con una investigación de Save the Children sobre el consumo de pornografía en la infancia y la adolescencia y los patrones sociales fijados para cada sexo. No resulta extraño leer que la edad media a la que los adolescentes acceden al porno por primera vez es a los doce años de manera global. Los datos son muy preocupantes, sobre todo tras la llegada de los smartphones y el libre acceso que los niños tienen a esta tecnología: un 8,7% de los infantes tenían menos de 10 años la primera vez que accedieron a este tipo de contenido pornográfico. La brecha digital y el nivel económico es otro factor que influye en su consumo: quienes tienen recursos económicos más bajos acceden por primera vez a estos contenidos de manera accidental un 10% más que quienes disponen de rentas más altas, e influye también la frecuencia de consumo, aquellos adolescentes que disponen de una renta superior ven de forma más habitual webs pornográficas.
El principal medio para acceder a la pornografía es el acceso por grupo de iguales (51,2%). En el caso de los chicos sirve como medio socializados y aunque puede funcionar como medio para entretener, no deja de tener un efecto educativo y normalizador en los chicos. En el caso de las niñas, este tipo de mensajes son recibos en mayor medida a través de grupos de mensajería o redes sociales, y podría definirse como una exposición involuntaria.
El segundo medio masivo es el acceso por búsqueda activa. Este acceso es más demandado por niños que por niñas porque entre ellos hay una mayor aprobación y aceptación grupal de su entorno y de la sociedad sobre el consumo de pornografía. Aunque el estudio señala que el acercamiento a los contenidos ya se habría producido anteriormente con otros métodos como a través de un conocido, del cine o la televisión, etc.
La primera vez que los chicos acceden a la pornografía se trata de una búsqueda voluntaria, mientras que ellas lo hallan casuísticamente. (ladillo)
Durante el confinamiento, Pornhub, unas de las páginas de contenido pornográfico con más contenido del mundo, el consumo mundial de porno se incrementó de forma masiva, con un 18,5% el 24 de marzo de 2020. En el caso de las mujeres en un 17,4%. En el caso de España el mayor pico de consumo de produjo el 17 de marzo cuando la web anunció el acceso gratuito a la categoría premium. El incremento representa un 61,3% respecto al movimiento habitual de la web. Aunque estos datos reflejan el consumo general, y no solo en el público adolescente, reflejan que su consumo está muy normalizado a todas la edades.
Cuando se les pregunta a los encuestados si han tenido acceso alguna vez al porno, ellas responden negativamente en mayor cantidad que ellos. El 38.1% de las chicas dice haber consumido videos o imágenes de este tipo, frente a un 87,5% de los chicos, y un 75% de adolescentes no se identifica ni como hombre ni como mujer. Ellos registran productos pornográficos casi diariamente, lo que viene a representar un 81,6% en el último mes; mientras que ellas no tienen una frecuencia perceptible, con un 40,4% en el último mes.
Al consultar directamente con el nombre de las prácticas sexuales más buscadas los adolescentes varones son más conocedores de ellas que las adolescentes mujeres. Ellas hacen búsquedas más generales y ellos más concretas. Preocupa saber que esta pregunta ha desembocado en una competición al querer posicionarse entre ellos como vencedores respecto a quién conocía más categorías o páginas web.
Entre los chicos que más consumen porno el 36,8% no es capaz de diferenciar cuando se trata de ficción en las escenas y sus experiencias sexuales propias, y el 38% considera que no hay desigualdad en ellas y disfruta más con los videos en los que se dan jerarquías de poder. En el caso de las chicas, el 27,1% no puede identificar prácticas donde se pone en riesgo su salud sexual como la omisión del uso de preservativo.
El 47,4% de los chicos ha practicado algunas de las escenas pornográficas que ha visto a pesar de que no siempre piden el consentimiento a la personas o personas involucradas en la práctica sexual. El 12,2% de los chicos lo hizo sin que la pareja sexual haya dado su aprobación explícitamente y sin que le haya parecido bien. Las chicas lo han hecho en un 6,3% de los casos. Esto se debe a que el 54,1% de los adolescentes, la mayoría chicos, reconoce que la pornografía sirve de fuente para sus propias prácticas sexuales y el 54,9% desea desarrollarlas.
Existe una razón muy remarcable por la que chicos y chicas consumen pornografía: para ellos es un método para satisfacer, excusadamente, sus necesidades sexuales básicas mediante un sistema diseñado por el patriarcado, y a través del cual ejercen violencia sexual. Para las adolescentes mujeres es un método de aprendizaje, claramente sumiso y erróneo, para observar que se espera de ellas durante el sexo.
La adolescencia es una de las etapas más importantes para las personas. En ella se producen grandes cambios psicológicos, pero también físicos: los niños y niñas comienzan a explorar su cuerpo, y por tanto su sexualidad y a conocerla. Esta búsqueda corporal no es ajena a los patrones sociales de género, por ello es muy importante escucharlos y permitirles expresarse.
La amenaza que supone para la sexualidad que los y las adolescentes sean consumidores y consumidoras de prácticas que carecen de afección y solo se basan en la dominación sin ningún tipo de consentimiento explícito, desemboca en la violencia durante las relaciones sexuales, y, en ocasiones, fuera de estas, así como en la desigualdad, principalmente de los hombres a las mujeres.
La carencia de formación afectivo-sexual en la adolescencia solo lleva a que la pornografía, basada en conductas patriarcales, sea el educador de los niños y niñas, y el medio por el cual conforman su deseo sexual. En los últimos dos años, más del cincuenta por ciento de adolescentes encuestados solo ha recibido entre una y cuatro horas de formación sexual y el porno el de cuatro de cada diez.
Los adolescentes reclaman mayor formación sexual en las aulas y desde edades más tempranas para evitar que los chicos sigan reproduciendo los patrones sexuales de abuso y control, que pueden desembocar en violaciones y que estas sigan siendo socialmente aceptadas y asumidas con total normalidad.