El reto es que en las escuelas los docentes necesitan cambios de imaginarios y eliminación de barreras actitudinales para incluir a los niños y niñas que hoy no están escolarizados.
Pensar en la educación inclusiva, implica darle un vistazo a nuestro entorno social y a la diversidad cultural con la que contamos. Es un proceso de empezar a diseñar e implementar estrategias que se convierte en un reto en el ejercicio de formación, donde influyen un sin número de factores para poder alcanzar la meta de educar bajo el parámetro de la diversidad y aceptación del otro.
En este ejercicio es pertinente poder involucrar todos los escenarios que aportan al desarrollo social del ser humano, conocer al hombre desde lo social, cultural, psicológico, sociológico y económico. Donde se debería trabajar con redes de apoyo fundamentales para que cada accionar sea íntegro y alcance el objetivo de una educación para todos y todas; el sector público, docentes, administrativo, directivos, comunidad estudiantil y familia deben liderar espacios para el cambio de imaginarios y toma de conciencia frente a lo que hoy en día se convierte en un reto educacional.
Dado que la educación inclusiva piensa en la diversidad en el aula e implica conocer a cada uno de los estudiantes para adaptar las temáticas a distintas metodologías y poder llevar el mismo mensaje a todos sin exclusión alguna. Es una actividad que se enmarca en crear planes para promover una educación de calidad. Por tanto, la puesta en escena busca implementar técnicas con los docentes dentro de los salones de clases, para que ellos desarrollen habilidades que lleven a realizar ajustes razonables y poder enseñar para la vida, no para cumplir con estándares que pretende medir al ser humano.
Es entonces cuando es importante ser conscientes que tenemos estudiantes de diferentes condiciones y contextos socio-culturales, que desarrollan habilidades desde su entorno y condición, siendo estas capacidades las que deben ser identificadas, valoradas y tomadas en el aula como medio para enseñarles, haciendo de las herramientas que se tiene el recurso idóneo para llevar los conocimientos. No se trata de más, es cuestión de identificar quién es cada uno y conocer fortalezas para hacer de ellas el mejor instrumento de enseñanza para formar mujeres y hombres íntegros.
Se trata de no colocar barreras a las limitaciones o condiciones que ya existen, el docente hoy debe ser lider estrategico, versátil y estar dispuesto a asumir los retos que ha traído la educación con el pasar de los años, ya no es lo mismo enseñar en una pizarra con tiza que hacer uso de las nuevas tecnologías o elementos alternativos, para instalar capacidades y dejar aprendizajes significativos.
Por tanto, con la educación inclusiva de la mano dentro de las aulas multiculturales y diversas, se debe conocer y reconocer al ser humano, para poder brindarle los instrumentos necesarios que lleven a la construcción de una sociedad justa, equitativa y en paz. No olvidando que la educación, es un bien el cual todos merecemos no importando condición alguna, y la escuela debe ser más que un recinto, debe empezar a trabajar desde unas políticas, cultura y prácticas inclusivas que involucren todos los entornos que rodean al estudiante, para entregarle a la sociedad seres humanos competentes y capaces de enfrentar las situaciones de la vida diaria.
La educación en nuestro país debe dejar de ser vista como un mero derecho y el trabajo rutinario de muchos docentes, para convertirse en un asunto de formación integral que implica poder ser formados desde la familia, comunidad y escuela, donde con pasión y estrategias se pueda pensar en involucrar a todos y no llegar a segregar o excluir a quién por una condición no aprende de la misma manera. Puesto que la cultura, la historia, la política, el entorno son parte de lo que somos, de esa formación que se construye día a día para ser mejores personas capaces de aceptar al otro y convivir con las diferencias.
En Colombia la educación no debe tener rechazo alguno ni reparo de que condición tenga la persona, la meta es poder formar hombres con miradas holísticas y con destrezas para esta sociedad competitiva, donde el respeto por el otro sea esencial. Por lo que cada niño y niña sin importar condición alguna (raza, discapacidad, religión, género) debe gozar de los aprendizajes impartidos dentro y fuera del aula, trabajando así en la formación de hombres y mujeres competentes, donde más allá de los proceso formativo, podamos hablar de reconocimiento de la diversidad, ajustes pertinentes y flexibilización académica.
Donde antes de medir a todos por medio de los mismos estándares se piense en la finalidad de esos estándares para saber que se quiere que el estudiante aprenda y así poder dejar conocimientos reales y permitir la participación.
Siendo importante siempre que sea el entorno el que se ajuste, y no la persona la que deba adaptarse a un sistema que no ha sido pensado desde la diversidad. Hoy son sencillas las lecciones a realizar para poder incluir a todos en un mismo lugar, es cuestión de cambio de paradigmas y aceptación de la diferencia. Ser solidarios y comprender que no todos hacemos lo mismo a igual ritmo y que unos desarrollan capacidades que otros no. No se trata solo de tener igualdad sino equidad. El que todos tengan lo mismo es importante pero que a cada quien se le dé lo que necesita de acuerdo a sus habilidades y condición es lo que hace que seamos personas y estemos en un mundo de reconstrucción y en busca de paz.
Esperamos que los nuevos retos de la educación y las políticas educativas e inclusivas sean pensadas desde la diversidad de nuestro país y con miras a formar niños y niñas competentes y dispuestos a conectarse con un país que hoy necesita más empatía y reconocimiento del otro. Eduquemos para servir.