Cuando hablamos de migración y refugio automáticamente se nos viene a la mente todo el éxodo migratorio que enfrenta el mundo actualmente. Si hablamos de estadísticas frías y sencillas aproximadamente 79.5 millones de personas han tenido que salir de sus países por conflictos armados, situación política o desastres naturales, de esta cifra, según datos de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) el 50% son mujeres.
En América Latina las mujeres conforman casi la mitad de los 272 millones de migrantes y la mitad de los 19,6 millones de personas refugiadas del mundo. Hablar de mujeres en contexto de movilidad humana es inmiscuirnos en una historia muy pocas veces contada, sentida y analizada. Si nos planteamos los siguientes interrogantes lograremos entender por qué el hecho de ser mujer aún es un factor determinante de riesgo además del contexto social que vivimos actualmente.
¿Cuántas mujeres han tenido la valentía de empezar de cero en otro contexto? ¿Cuántas han enfrentado doble discriminación: ser mujeres y estar en contexto de movilidad humana, ya sea ser refugiadas o migrantes?
Como podemos observar en los datos anteriormente expuestos, las mujeres representan una estadística fundamental en el contexto migratorio y son uno de los ejes más olvidados en el éxodo migratorio actual. Ahora bien, cuando decido hablar sobre todos los rostros y nombres que se me vienen a la mente al recordarlas, hago un viaje en el tiempo hasta el año 2013, año en el que pude involucrarme en la vida de tantas mujeres que hasta el día de hoy siguen siendo para mí el mejor ejemplo de tenacidad, valentía y resiliencia.
Podría contar miles de historias con nombre y apellido, de quienes han sufrido no solo el hecho de tener que salir y empezar de nuevo, sino que en su tránsito hacia esa nueva vida han sido víctimas de violencia física, emocional y sexual. Las mujeres migrantes y refugiadas sin duda alguna son aquella representación del poco respeto que tenemos como sociedad ante seres vulnerables, la poca empatía que tenemos como “seres humanos” frente a historias de violencia y discriminación, el poco respeto que le damos a alguien que por el simple hecho de ser mujer vale menos.
Es fundamental repensar sobre la importancia de políticas públicas que garanticen el derecho a una vida digna, a una historia libre de violencia de género, a no ser una estadística más en periódicos, revistas o simples noticieros. El mundo y en concreto América Latina debe iniciar una transformación de su imaginario colectivo en cuanto a mujeres en contexto de movilidad humana. No podemos conformarnos con ser un continente en el que prácticamente a diario se registran casos de violencia y femicidios.
Debemos iniciar acciones que realmente contribuyan a que esta realidad de discriminación, rechazo y juzgamiento se conviertan en acogida, compasión y empatía. Dejemos de ser solamente espectadores de una realidad que nos rodea a todos, empecemos a ser actores de cambio, actores que garanticen el cumplimiento de derechos, actores que con simples acciones como el no señalar con el dedo cada historia, no juzgar cada noticia podamos romper el imaginario colectivo creado alrededor de las mujeres migrantes y hacer que esa brecha de rechazo se convierta en un camino de hospitalidad.
Hago un llamado a todos quienes lean este artículo a entender que detrás de cada rostro existe una historia de dolor y desesperanza, pero muchas veces una historia de resiliencia, de amor, de sueños y de ilusión. Que se entienda que detrás de cada mujer siempre va a existir aquella fortaleza que la mantiene en pie, esa fortaleza que le hace comprender que es un ser extraordinario único e irrepetible y que siempre que quiera puede convertirse en heroína de su propia historia.
Escuchemos cada historia no para responder, sino para entender.
Referencias
ACNUR. (18 de junio de 2020). Obtenido de Acnur
OIM, Informe sobre las Migraciones en el Mundo 2020
Asamblea General de las Naciones Unidas (2016). Refugiados y migrantes. Informe del Secretario General.