“Un inesperado estallido
Fragmentó el alma y el cuerpo
Todo se tornó extrañamente oscuro
Cuando los artefactos del diablo
Hicieron su efecto…Se llevaron una vida
Una parte del cuerpo, un trozo del alma
Se llevaron la inocencia, se llevaron los sueños”
Cuando los Artefactos del Diablo Hicieron su Efecto…
En la niñez escuchamos historias terroríficas sobre el infierno, almas en pena, partes de cuerpos esparcidos por doquier, torturas sin fin, castigos divinos. Las imágenes literarias más reconocidas son los círculos infernales retratados por Dante Alighieri en la Divina Comedia o la temporada en el infierno del poeta Rimbaud.
Sin embargo, el infierno es más que una historia bíblica o un cúmulo de cánticos o poesías. En la tierra, el pandemónium es la guerra que se vive en los campos, en la selva, en aquellos lugares distantes que un día fueron mágicos. En estas tierras sagradas el diablo plantó artefactos dispuestos a quebrar cuerpos y almas y generar una atmósfera de miedo.
Las Minas Antipersonal (MAP), Municiones sin Explotar (MUSE) y Artefactos Explosivos Improvisados (AEI) son los artefactos del diablo utilizados por los violentos para atacar a la población; Colombia, ocupa con vergüenza el segundo lugar en el mundo después de Afganistán, en el número de víctimas por accidentes con estas armas ilícitas. Pareciera que el diablo encontró una maquinaria del mal representada en los ejércitos insurgentes y paramilitares que hacen uso de estos letales instrumentos.
Los artefactos del diablo, no distinguen entre sus víctimas, desafortunadamente, quienes han sufrido estas experiencias traumáticas son además de la fuerza pública, civiles inocentes, niños, niñas, adolescentes, mujeres y hombres de comunidades campesinas e indígenas. Además, la población es utilizada para minar campos, siendo esta una situación de altísimo riesgo para las personas que se dedican a esta actividad.
En el año 2018, el incremento por accidentes con estas armas fue de un 300% en relación con el año 2017, en el año 2019, se han presentado 72 víctimas, información recogida por Descontamina Colombia. La última víctima conocida un pequeño niño con su mascota, en el Municipio de San Calixto. ¿Qué nos dicen estas alarmantes cifras? ¿No es acaso evidente el resultado de los ataques constantes al proceso de paz? Como diría Edgar Álvarez ¿Se lo explico con plastilina?
Estos casos y cifras dan cuenta de una maquinaria bélica que se reconforta y no distingue entre combatientes y civiles inocentes, afecta, además de las víctimas directas, a las mujeres de una forma dramática, ellas conviven no sólo con la víctima, sino que son las encargadas de su cuidado, sufren en silencio ante la amputación física y psicológica de sus seres amados.
Recogiendo Fragmentos
Las mujeres en su mayoría víctimas indirectas de esta maquinaria cruel, llevan consigo la pesada carga de ver a sus compañeros, hijos y padres mutilados. Las que en un porcentaje menor han sido víctimas directas tienen un mayor impacto psicológico asociado a la concepción de corporeidad. Ellas, experimentan la fragmentación personal, familiar y social.
Son ellas, quienes por lo general asumen el cuidado de una víctima de minas antipersonal, sanan sus heridas, comparten su dolor, y asumen el rol de proveedoras del hogar; en medio de la fragmentación encuentran fortaleza para asistir a sus seres amados. El impacto psicológico y emocional es indescriptible, la invisibilidad de una parte del cuerpo afecta de manera visible la esfera personal y familiar tanto de la víctima directa como indirecta.
Las víctimas indirectas, en su gran mayoría mujeres, aceptan y comprenden la condición de discapacidad de los sobrevivientes de minas antipersonal y la huella eterna que queda en su corporeidad. Ellas, convierten el duelo en resiliencia, el miedo en valentía, el dolor en amor, mantienen la esperanza a pesar de haber vivido una temporada en el infierno de la guerra. Saben que el restablecimiento emocional de sus familiares mutilados depende en gran parte de ellas. Es admirable la transformación de su subjetividad política, y la forma en la que logran enfrentar sus miedos.
Resulta esperanzador el lugar de las mujeres que toman la decisión de no abandonar a los sobrevivientes, en su proceso de recuperación; literalmente son ellas quienes con amor y cuidado los sacan del infierno, reconstruyen desde la fragmentación y recogen los pedazos de sus seres amados. Ellas, encuentran formas de empoderamiento para continuar viviendo. Se fortalecen en su subjetividad política, luchan por visibilizar la problemática y obtener atención del Estado y de la sociedad.
Por ello, es importante adoptar políticas públicas para el restablecimiento de los Derechos no solamente de las víctimas directas sino de las indirectas quienes también sufren un sin fin de afectaciones, que incluso van más allá del momento del accidente. Estas mujeres requieren con urgencia medidas reparadoras tanto institucionales como sociales. La sociedad debe abrazar a estas mujeres y prestarles el apoyo necesario para la reconstrucción de sus proyectos de vida.
Ojalá algún día la sociedad, en especial la urbana comprenda el infierno de la guerra que se vive en la ruralidad, el paso hacia atrás en la promesa de paz, deriva inevitablemente en más cadáveres, personas heridas por minas antipersonal, desplazados y desplazadas, desaparecidos y desaparecidas. En la ciudad, con todo y sus problemáticas no se duerme con el miedo con el que lo hacen las personas campesinas e indígenas que conviven a diario con actores armados y con la zozobra de pisar un campo minado.
Reflexionemos: Las víctimas directas e indirectas por MAP, MUSE, AEI, son una de las expresiones más salvajes de la guerra ¿Por qué insistir en ella? ¡No más víctimas de los artefactos del diablo!