Durante la mayor parte de la historia contemporánea la mujer ha sido relegada a roles de cuidado, lo que ha significado que en el imaginario de nuestras sociedades se nos asignen roles de cuidado en el hogar, en las esfera laboral y educativa. Si bien durante las últimas décadas las diversas luchas y reivindicaciones de movimientos de mujeres han logrado cambios y avances con miras a una igualdad de género real, aún hay un largo camino por recorrer.
Sumado a ello las sociedades androcéntricas nos han convertido en una suerte de objeto consumible, siempre a disposición del consumidor, valga la redundancia, poniéndonos en una posición de desventaja. Aparecemos en los diferentes medios de comunicación de acuerdo a lo que se nos impone como “imagen” aceptable para vender productos, de manera cotidiana nos enfrentamos a “piropos” que no queremos oír, debemos adquirir “elixires” para ser eternamente jóvenes y bellas, cueste lo que cueste.
Muy bien lo escribía Esther Pineda1 en su artículo “El machismo en la industria musical”2, en el que analiza de manera muy sucinta la canción de las Cuatro Babys del cantante Maluma. Anota con gran acierto,
…“las mujeres que hacen vida en la industria musical como cantantes y que logran éxito han sido sexualizadas, son convertidas en objetos de consumo porque “el sexo vende”, en donde, además de sus letras y voces, lo que a la industria le interesa es exhibir sus cuerpos semidesnudos en video clips y conciertos, aunado a bailes erotizados y sugerentes que logren satisfacer las fantasías masculinas socialmente creadas”.
Y esto no solo pasa en la vida de las mujeres que deciden hacer carrera en la industria musical, también sucede en las diferentes esferas del conocimiento. Tal y como lo dice Gladys Villegas Morales3, en su artículo “El Arte Feminista”,
…“el arte, al igual que la ciencia y todos los métodos de conocimiento, está condicionado por una determinada visión del mundo, por la ideología que lo sustenta y el sexo que detenta el poder del saber”4
Sin embargo en las últimas décadas muchas mujeres han decidido hacerle frente a la cultura sexista y androcéntrica, a la historia contada desde las voces de los hombres, a la imposición de reglas de comportamiento, a posiciones patriarcales en la toma de decisiones políticas, a la libertad de decidir sobre sus cuerpos. El arte en particular, ha permitido que muchas mujeres se expresen de manera transgresora a las normas tradicionales, permitiendo así ser parte de los libros de historia, no desde la sombra de hombres, sino desde su propia luz desde sus propios desarrollos artísticos.
A modo de ilustración, a principios de los años 70 se despierta un movimiento feminista por la visibilidad y reconocimiento de las mujeres en el arte con el artículo “Why have there been no great women artists?” escrito por la historiadora estadunidense Linda Nochlin, inspirando a la creación en los 80 del colectivo anónimo de mujeres Guerrilla Girls, quienes se han dedicado a transgredir las estructuras tradicionales del sistema del arte. Empezaron sus campañas pegando carteles por las calles de Nueva York, su más famoso cartel es “Do women have to be naked to get into the Met Museum?”, expone una de sus mayores apuestas, cuestionar que la mayoría del arte que disfrutamos está realizado por hombres blancos.
Movimientos como el de la Guerrilla Girls, han logrado que a nivel mundial se comience a cuestionar sobre el papel de la mujer, sin dejar de lado que aún en el mercado del arte se prefieran piezas artísticas de hombres. Según el Museo Nacional de Mujeres en las Artes de Washington, el mayor museo del mundo dedicado en exclusiva a la colección de obras de artistas femeninas, el 51% de los artistas son mujeres. Sin embargo este es un caso excepcional, ya que según lo ilustra el estudio realizado por el museo londinense Tate Modern, en las metrópolis como Londres, sólo uno de cada 20 marchantes de arte presta atención a un equilibrio de género.
En parte, esto responde a los estereotipos de género vinculados a la maternidad, ya que las mujeres (a quienes se nos ha asignado de manera normativa el cuidado de los hijos) tienen menores posibilidades de tener un desarrollo artístico
continuo, lo cual no es lucrativo para las galerías ni para el mercado del arte en general. Tal y como lo ilustra la galerista de arte Anke Scmith:
“…la pregunta que surge es cómo evolucionara el valor del mercado de una artista que potencialmente será madre, tendrá menos tiempo y cambiará su forma de trabajar”
Sin embargo nos encontramos desde hace 30 años con un panorama en el que nos pensamos y nos re-pensamos el papel de las mujeres en el arte, con investigadoras dedicadas a estudiar los avances en la materia, y a cuestionar el statu-quo. Marta Pérez Ibáñez5, por ejemplo asevera que,
“Estos 30 años de lucha feminista en el arte han permitido que se conozcan cientos de nombres de mujeres que habían sido borradas de una historia del arte patriarcal y sectaria, y nos han obligado a pensar más allá de los cánones establecidos en los que la calidad y el valor de la obra de arte estaban asociados al hombre-blanco-occidental.”
Aún hay esperanza para que el posicionamiento y el auge de mujeres artistas y de las mujeres en la vida laboral sean de igual a igual. Finalmente representamos el mas del 50% de la población mundial, necesitamos seguir posicionando nuestras luchas, transgredir no solo desde el arte, sino también desde la cotidianidad, persistiendo en reivindicaciones que son diarias e inacabadas.
Referencias
1 Doctora en Ciencias Sociales, Magister Scientiarum en Estudios de la Mujer, Socióloga UCV. Escritora y Fundadora de EPG Consultora de Género y Equidad.
2 Publicado en Wall Street International Magazine, 5 de abril de 2017.
3 Licenciada en Artes Plásticas por la Universidad Veracruzana. Doctora en Bellas Artes por la Universidad
Complutense de Madrid, España (sobresaliente “cum laude”). Catedrática de la Facultad de Artes Plásticas e Integrante del Centro de Estudios de Género ambos de la Universidad Veracruzana.
4 Publicado en la Revista Qadro, Universidad Veracruzana, Abril-junio 2003.
5 Licenciada en Historia del Arte por la Universidad Autónoma de Madrid. Doctoranda en Historia del Arte por la Universidad de Granada.