Hoy traemos la historia de Lina Vergara, quien, a través de su recorrido tanto en la esfera personal como en la profesional, ha manifestado una resiliencia notable y un compromiso inquebrantable con el bienestar ajeno. Con 37 años, y una carrera destacada como Ingeniera de sistemas ha navegado desde su Colombia natal hasta Alpharetta, Georgia, en Estados Unidos, dejando huella en cada paso. En este viaje, Lina no solo ha enfrentado y superado retos en múltiples facetas de su vida, sino que también ha dedicado un volumen considerable de su tiempo y esfuerzo al auxilio de los necesitados, convirtiéndose en inspiración en el ámbito tecnológico y social. La entrevistamos para ahondar en las experiencias, las motivaciones y los puntos de vista que han moldeado su camino, revelando cómo la firmeza y la aspiración a generar un impacto pueden alterar realidades.
Esta es su historia:
Hace ocho años, elegí dejar Colombia para embarcarme hacia Estados Unidos. Esta no fue la narrativa común del "sueño americano". No buscaba riqueza ni fama, sino seguridad y la oportunidad de reconstruir mi vida.
El acoso laboral en el trabajo en Colombia y la necesidad de dominar el inglés para progresar en el ámbito tecnológico me impulsaron a mudarme a Estados Unidos. Fue un acto de fe: dejé atrás mi hogar, mi idioma y mi red de apoyo, pero era el único camino para lograr mis objetivos profesionales y huir de la opresión que sufría.
Aquel día en la embajada estadounidense en Colombia, al recibir mi documento de derechos laborales, marcó el inicio de un capítulo lleno de esperanza. Representó la promesa de ser tratada con dignidad y de hablar sin temor.
Después de cinco años en Miami, me trasladé a Georgia, atraída por su enfoque en la tecnología. Vendí mi apartamento en Florida y asumí el reto de lo desconocido. En cuatro meses, me ofrecieron ser Gerente Comercial en una empresa multinacional de tecnología, y me embargó una sensación de gratitud y orgullo.
Mi compromiso con mi comunidad ha sido constante, siempre busco oportunidades para devolver algo a la humanidad, desde actividades de voluntariado como limpiar playas hasta impulsar a mujeres latinas en el sector de la tecnología. Sin embargo, fue tras ver un documental sobre mujeres víctimas de violencia doméstica que descubrí mi pasión. Esto me llevó a CASA, una organización que protege a niños afectados por esta violencia. Convertirme en voluntaria fue difícil, pero el trabajo es esencial para la seguridad de los niños.
Mi trayectoria es testimonio de la capacidad transformadora del servicio y la resiliencia. A través de mi labor con CASA, busco contribuir a un futuro más seguro y empático. Aunque no tengo hijos propios, me dedico a proteger y apoyar a los niños.
Cada día, agradezco por las bendiciones recibidas y encuentro fortaleza en el servicio a los demás. Mi viaje ha sido retador, pero cada dificultad me ha permitido crecer y generar un impacto positivo.