Desde antes de nacer, hasta que morimos somos seres sexuados, con la capacidad de desarrollar y expresar todas nuestras potencialidades sexuales, el género, el erotismo, la reproductividad y los vínculos afectivos.

Una de las potencialidades más importantes para el bienestar, es el erotismo, que en pocas palabras sería la capacidad de experimentar placer en todo nuestro cuerpo, no sólo en los genitales (placer genitalizado), como nos ha enseñado la cultura y sociedad falocéntrica (que valora mucho el pene).

Esta forma genitalizada de ver la sexualidad, nos impide percibir como un sistema complejo y global a todo nuestro cuerpo, lo que a largo plazo, podría conllevar a problemas sexuales o de pareja, así como también, en algunos casos, a disfunciones sexuales.

Por lo cual es imprescindible considerar que somos seres completos que mantenemos diferentes tipos de vínculos con diversas personas y no sólo nos podemos relacionar sexualmente con nuestros genitales, pues estaríamos dejando de lado el órgano más grande de nuestro cuerpo: la piel, que mide aproximadamente 2 metros y pesa 5 kilos.

Aunado a esto si pensamos que una relación sexual es sólo un coito (penetración), nos perderemos de la globalidad de un vínculo erótico, nos perderemos el placer de dar y recibir caricias, besos, masajes, etc., desperdiciaremos la oportunidad de transmitir ideas, fantasías, roles, pensamientos, emociones y posiblemente de actuar algún juego erótico o experimentar con algún tipo de juguete sexual.

Por eso es prioritario conocernos, descubrir nuestras preferencias en la inmensidad de las diversas prácticas sexuales que existen y tener la confianza para poder comentar o posiblemente experimentar lo que nos gusta, lo que nos excita, lo que nos da placer y dejarnos llevar libre e intensamente por las sensaciones placenteras de éxtasis.