Evidentemente el concepto de belleza es subjetivo, más aún en esta época en la que ser respetuoso de la diversidad ya no es una cuestión de gustos sino una obligación amparada en la ley, aunque se sabe que muchos sectores sociales no comparten esta perspectiva y usan la retórica de aceptación de lo diferente solo para ser políticamente correctos, por eso vale la pena preguntarse ¿Qué tan amplio es nuestro concepto de belleza? es más, si se va más allá se puede precisar este cuestionamiento como una problemática de género, incluso si usted es feminista póngase a reflexionar ¿Qué tan instintivamente clasifica a las mujeres como bellas o no bellas de acuerdo a los parámetros culturales contemporáneos? y ¿que tan frecuentemente hace lo mismo con los hombres? Puede ser que si a usted le atraen los hombres, tienda a responder que a ellos también se les clasifica o categoriza, o que al menos usted lo hace intentando no caer en la superficialidad, pero lo que parece una constante es que en el caso de las mujeres hay más rigor en el juzgamiento y parece una obligación para ellas esforzarse o intentar ser bonitas para no pasar por descuidadas, marimachas, cochinas o desagradables, adjetivos que sabemos se usan para describir a muchas que no entran en el canon de mujer que nos ha vendido la modernidad.
Incluso personas que en muchos ámbitos de su vida son críticas con el orden establecido, pueden decir cosas del tipo “Uy pero si la vieja no se depila a mi me da asco” o “La pelada es chevere pero lastima que sea tan gorda”, como si el acto que reafirma su humanidad fuera el tener un cuerpo agradable que pueda llegar a ser objeto de deseo. Aparentemente en el caso de los hombres las críticas no tienen el mismo impacto en el autoestima o en la construcción de identidad, si lo piensan, pocas veces los hombres se cohíben de quitarse una camiseta en un parque por tener pelos o barriga, pero a todas nos ha pasado en algún momento que esas inseguridades frente a nuestros cuerpos nos hacen dudar de hacer ciertas cosas, incluso si hemos transitado el camino de la auto aceptación y desarrollado niveles más altos de amor propio y es que la presión social -que no necesariamente implica tener a alguien gritandonos insultos, aunque también pasa- es muy fuerte cuando llevamos toda nuestra vida expuestas a modelos de mujeres y novelas o historias en las que solo cuando la mujer baja de peso (Mi gorda bella, Amor ciego, I feel pretty y seguro que hay más que no se) o tiene un cambio de apariencia extremo (La inigualable Betty en todas sus versiones internacionales), gana valor en su contexto o logra que ese hombre que le gusta la reconozca como un ser digno de tener una relación con él.
Si bien este es un tema ampliamente trabajado en la literatura feminista y en la relativa a las cuestiones de género, seguirá siendo pertinente hasta que no se formen generaciones enteras de mujeres que no se tengan que enfrentar a este tipo de violencia simbólica, la cual siempre encuentra nuevas formas de prescribir que es bello y que no - haga el ejercicio de escribir “Mujeres bonitas” en Google para ver el tipo de mujer que le muestran- , favoreciendo también la emergencia de todo un mercado de modelos de belleza alternativos al que muchas industrias le han sacado provecho, es decir que hasta que todas las instancias que participan en la formación de la identidad de las personas no se apropien de otras ideas y narrativas, no se podrá transgredir esa obligación que se ha impuesto a las mujeres de intentar ser bellas.
Es cierto que esta situación que históricamente ha afectado a muchas mujeres en el desarrollo de su autoestima, confianza y amor propio, ha sido capitalizada por muchas mujeres como una oportunidad para generar otras perspectivas en las que el tema de la belleza se asume como una decisión propia y de autosatisfacción, por eso es cada vez más común que nos convenzamos de que no debemos juzgarnos entre nosotras por querer vernos más bonitas y que si lo hacemos es por voluntad y gusto propios, sin embargo no se puede desconocer que los estereotipos y parámetros de belleza siguen teniendo mucho peso en la definición que socialmente se acepta de feminidad.
Más allá de denunciar esta realidad más que evidente, la invitación es a que empecemos a ser conscientes de que tenemos interiorizadas muchas ideas de lo que es ser bella o bello y que actuamos en consecuencia a ellas, pero que no son más que eso, ideas y que por lo tanto son susceptibles de cuestionamientos, reflexiones y críticas personales, haciendo que sea posible que asumamos otras perspectivas al describir y ponderar los atributos de los demás.