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A todos, de una manera u otra, la pandemia nos ha golpeado. Pero posiblemente el sector que ha tenido mayor impacto es el educativo, ese proceso complejo y tan humano en el cual cada uno de nosotros establecemos un propósito. La educación, de acuerdo con pensadores como Paulo Freire, es el motor para la emancipación de los pueblos, la creación de sentido compartido y la vinculación a nuestro ideal. Pero, a pesar de todos los avances que ha llegado la humanidad, la situación que produjo el COVID-19 puso de manifiesto las brechas que este sector tiene. Primero, debemos reconocer que existe una fuerte insatisfacción por la oferta actual a nivel de educación básica, media y superior. Muchos estudiantes han tenido que ver contenidos estáticos, con profesores que no demuestran empatía o siquiera interés por la innovación. El mundo ha cambiado, la sociedad a lo largo del tiempo también lo ha hecho, por lo que es necesario afrontar los desafíos de manera exitosa para profesores, estudiantes y padres de familia.

 

Ahora bien, en la actualidad se puede evidenciar algunos cambios dentro del sistema educativo colombiano, aunque nos seguimos quedando cortos. Según el Ministerio de Educación, el sistema educativo presenta un desafío en incrementar el número de estudiantes en los servicios educativos de todo el país. Durante el 2013 se evidenció un aumento en un 48%, a comparación del año 2004, en la matriculación y acceso a la educación, aunque la cobertura sigue siendo baja en ciertas zonas rurales. Además, la pandemia nos recordó que existen algunos factores que aún siguen afectando a los estudiantes, como el aspecto sociodemográfico, seguridad y aprovisionamiento de servicios básicos en las instalaciones, el acceso a tecnología e internet, entre otros. Para superar estas barreras se propone un aumento de ingresos tributarios para así brindar una mejoría en los servicios prestados y direccionar los recursos públicos en pro de la educación, pero la agenda económica del país sigue estando en deuda con este sector. Dicho lo anterior, generando altas tasas de aprendizaje y de participación, con mecanismos de aseguramiento, se podría contar con un sistema educativo asequible, de calidad e incluyente. La sostenibilidad de este progreso es crucial para tener un país mejor educado, dándole herramientas para enfrentar los desafíos presentes en el sistema educativo y en las personas.

 

Por otro lado, los cambios generados por la pandemia también han traído aspectos negativos como la afectación de la salud mental en niños, jóvenes y adultos, dificultades en sus relaciones interpersonales, aumento de estrés, sedentarismo temprano, dificultades de conectividad desde los dispositivos electrónicos, entre otros problemas. Esto se puede evidenciar mediante el discurso de padres, estudiantes, tutores, docentes, personas que laboran desde casa debido a la emergencia sanitaria, las personas que desempeñan sus labores académicas y profesionales en modalidad de alternancia y las denuncias presentadas en los medios de comunicación. En consecuencia, los estados y gobiernos de todo el mundo han tomado cartas en el asunto por medio de decretos, leyes y resoluciones, en busca de asegurar un aprendizaje idóneo atravesando cualquier barrera en el contexto de emergencia, mejorando así la calidad de la educación.

 

Narodowisky y Campetella plantean “superar el abismo que separa el hoy del mañana”, lo que quiere decir que cada persona en el transcurso de su vida va tejiendo su camino por medio de la enseñanza y la educación que ha recibido. Pero para que esto pase, debemos tener presente que el mundo actual pone en tela de juicio la efectividad de la instrucción en contextos como el colombiano, en los cuales la decisión entre usar internet o comer es más que trivial. La justicia social debe propender por esta construcción colectiva, por superar las barreras cada vez más grandes de nuestro mundo moderno.


Educación: Más Allá de una Pandemia

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June 9, 2021

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A todos, de una manera u otra, la pandemia nos ha golpeado. Pero posiblemente el sector que ha tenido mayor impacto es el educativo, ese proceso complejo y tan humano en el cual cada uno de nosotros establecemos un propósito. La educación, de acuerdo con pensadores como Paulo Freire, es el motor para la emancipación de los pueblos, la creación de sentido compartido y la vinculación a nuestro ideal. Pero, a pesar de todos los avances que ha llegado la humanidad, la situación que produjo el COVID-19 puso de manifiesto las brechas que este sector tiene. Primero, debemos reconocer que existe una fuerte insatisfacción por la oferta actual a nivel de educación básica, media y superior. Muchos estudiantes han tenido que ver contenidos estáticos, con profesores que no demuestran empatía o siquiera interés por la innovación. El mundo ha cambiado, la sociedad a lo largo del tiempo también lo ha hecho, por lo que es necesario afrontar los desafíos de manera exitosa para profesores, estudiantes y padres de familia.

 

Ahora bien, en la actualidad se puede evidenciar algunos cambios dentro del sistema educativo colombiano, aunque nos seguimos quedando cortos. Según el Ministerio de Educación, el sistema educativo presenta un desafío en incrementar el número de estudiantes en los servicios educativos de todo el país. Durante el 2013 se evidenció un aumento en un 48%, a comparación del año 2004, en la matriculación y acceso a la educación, aunque la cobertura sigue siendo baja en ciertas zonas rurales. Además, la pandemia nos recordó que existen algunos factores que aún siguen afectando a los estudiantes, como el aspecto sociodemográfico, seguridad y aprovisionamiento de servicios básicos en las instalaciones, el acceso a tecnología e internet, entre otros. Para superar estas barreras se propone un aumento de ingresos tributarios para así brindar una mejoría en los servicios prestados y direccionar los recursos públicos en pro de la educación, pero la agenda económica del país sigue estando en deuda con este sector. Dicho lo anterior, generando altas tasas de aprendizaje y de participación, con mecanismos de aseguramiento, se podría contar con un sistema educativo asequible, de calidad e incluyente. La sostenibilidad de este progreso es crucial para tener un país mejor educado, dándole herramientas para enfrentar los desafíos presentes en el sistema educativo y en las personas.

 

Por otro lado, los cambios generados por la pandemia también han traído aspectos negativos como la afectación de la salud mental en niños, jóvenes y adultos, dificultades en sus relaciones interpersonales, aumento de estrés, sedentarismo temprano, dificultades de conectividad desde los dispositivos electrónicos, entre otros problemas. Esto se puede evidenciar mediante el discurso de padres, estudiantes, tutores, docentes, personas que laboran desde casa debido a la emergencia sanitaria, las personas que desempeñan sus labores académicas y profesionales en modalidad de alternancia y las denuncias presentadas en los medios de comunicación. En consecuencia, los estados y gobiernos de todo el mundo han tomado cartas en el asunto por medio de decretos, leyes y resoluciones, en busca de asegurar un aprendizaje idóneo atravesando cualquier barrera en el contexto de emergencia, mejorando así la calidad de la educación.

 

Narodowisky y Campetella plantean “superar el abismo que separa el hoy del mañana”, lo que quiere decir que cada persona en el transcurso de su vida va tejiendo su camino por medio de la enseñanza y la educación que ha recibido. Pero para que esto pase, debemos tener presente que el mundo actual pone en tela de juicio la efectividad de la instrucción en contextos como el colombiano, en los cuales la decisión entre usar internet o comer es más que trivial. La justicia social debe propender por esta construcción colectiva, por superar las barreras cada vez más grandes de nuestro mundo moderno.


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