“En sus ojos, esperanza y dolor,
En sus manos, resistencia y decepción,
En su alma, fragmentación y reconstrucción,
En su quebrada voz, miedo y exigibilidad,
En sus pensamientos, recuerdos y reflexión,
En su cuerpo, huellas de guerra y semillas de paz
En sus luchas, sueños de vida y sentencias de muerte”
CUANDO EL ESTADO IGNORA…
En el año 2016, se firmó el acuerdo de paz con la esperanza de resignificar condiciones para la reconstrucción del tejido social fragmentado por la violencia. Sin embargo, toda la campaña de desprestigio al proceso y las maniobras políticas generaron desconfianza en las aspiraciones socio políticas inherentes al posconflicto.
Lo anterior, se agravó ante la situación de Derechos Humanos, que enfrentan hoy los líderes y lideresas sociales en Colombia, su llamado a la paz, los hizo blanco de la guerra. Hoy, el rostro de estos hombres y mujeres son el rostro de una paz agónica, sus muertes son un mensaje claro de los violentos: Cualquier intento de paz debe morir.
En el caso, del asesinato de lideresas sociales, es posible afirmar que se trata de feminicidios socio políticos, asociados no sólo al ejercicio de sus liderazgos sino a su condición de mujer, estas prácticas están acompañadas de violencia física, psicológica y sexual, esta última tiene el propósito de cosificar a las mujeres en el contexto del conflicto armado y mandar un mensaje de opresión.
Desde el año 2016, se han contabilizado más de 40 feminicidios de lideresas sociales y defensoras de DDHH en diferentes zonas del país, acompañados de amenazas, torturas y un alto índice de violencia sexual. Estos hechos de violencia cumplen con dos condiciones para ser considerados como crímenes de lesa humanidad: Son acciones generalizadas y sistemáticas.
No obstante, el Estado desconoció la sistematicidad de estos hechos, en julio de 2018 representantes del gobierno afirmaron que: Los asesinatos no obedecen "A una causa fundamental o a un exterminio en particular, sino que es multicausal en las zonas de mayor violencia y mayor conflictividad” “No existe sistematicidad en el asesinato de líderes”
Estas palabras siguen un patrón de invisibilidad de los crímenes que empezó en el año 2017, con la expresión del entonces ministro de defensa, quien afirmó que: La “gran mayoría” de los asesinatos de líderes sociales en las regiones se debían a “un tema de linderos, un tema de faldas, de peleas por rentas ilícitas”. Estas expresiones reflejan la despreocupación del Estado por la magnitud de estos hechos y por su impacto socio político en momentos de transición, además de un desconocimiento del enfoque de género.
Cuando el Estado ignora, se convierte en cómplice y facilitador, desconoce la historia de hechos sistemáticos como el exterminio de la Unión Patriótica, “los mal llamados falsos positivos” y las masacres que acabaron poblaciones enteras, todos son crímenes que se pudieron prevenir o minimizar si el Estado les hubiera prestado la atención que requerían. Colombia, no puede seguir enterrando líderes y lideresas sociales, por el desentendimiento del Estado.
Cuando el Estado ignora, falta a las garantías de NO repetición, desconoce su obligación de debida diligencia, olvida la memoria histórica, exacerba la violencia contra este grupo poblacional, viabiliza la repetición de los hechos y contradice sus propios actos de gobierno que incluyen la expedición de normatividad y protocolos de protección a líderes y lideresas sociales y defensores y defensoras de DDHH, como la resolución 0845 de 2018 por la cual se adoptó el programa de garantías para este grupo de mujeres.
CUANDO LAS LIDERESAS SOCIALES MUEREN…
Las lideresas sociales tienen un papel fundamental en la reconstrucción del tejido social de sus comunidades, en especial en aquellos contextos en los que la violencia contra las mujeres fue utilizada como un arma de guerra. Numerosos son los episodios históricos de vulneraciones a su vida, libertad e integridad por parte de actores armados, caracterizados por prácticas sistemáticas de violencia sexual.
Pese a las violencias ejercidas contra las mujeres en el contexto del conflicto armado, ellas han tenido la capacidad de agenciar su dolor a través de la proliferación de colectivos sociales que abanderan una lucha contra la opresión y la exigibilidad en las garantías de NO repetición. Las lideresas sociales han hecho visible la experiencia diferenciada del ejercicio de sus liderazgos.
Hoy, esas mujeres que le apostaron a la paz, temen por sus vidas, en zonas como Norte de Santander, Antioquia, Cauca, Nariño, Chocó, Magdalena, Valle del Cauca, Caquetá y Córdoba, las lideresas sociales son asesinadas en la modalidad de sicariato, en algunos casos con presunta responsabilidad de agentes del Estado; estos actos no tienen otro propósito que acallar el activismo social, además, por el hecho de ser mujeres en ocasiones están acompañados de violencia sexual y amenazas contra sus hijos e hijas.
Los asesinatos de líderes y lideresas sociales obedecen a factores asociados al ejercicio de sus liderazgos, entre ellos, defender los Derechos Humanos, denunciar las economías ilícitas; apoyar el acuerdo de paz, propender por la restitución de tierras. En su mayoría estos crímenes socio políticos se concentran en regiones donde el acuerdo de paz se encuentra en alto riesgo debido a la presencia de disidencias de los grupos armados e intereses políticos y económicos.
Cuando las lideresas sociales mueren, acaba la vida, en sus cuerpos queda escrita la evidencia de la guerra, en sus tumbas el epitafio de la impunidad, y en la memoria de la comunidad el temor por abanderar luchas. Cuando las lideresas sociales mueren, se acrecienta el miedo por la instrumentalización sexual de las mujeres en el contexto de la guerra, como es el caso de las madres, esposas, hermanas e hijas de Montes de María y el horror que vivieron por cuenta de la guerrilla, el paramilitarismo y la aquiescencia del Estado.
Y, CUANDO LA SOCIEDAD CALLA…
El silencio, también hace daño, invisibiliza, desconoce, minimiza, ignora, y se vuelve cómplice de los violentos. El asesinato de líderes y lideresas sociales, no es un tema aislado, ni del interés de una comunidad en particular, es un crimen que afecta a toda la sociedad. Cuando estos hechos no generan un repudio social, sino simples manifestaciones superficiales y de momento propias de la sociedad del ensimismamiento, se está abonando el camino para la muerte del tejido social y el deterioro de las condiciones que requiere el posconflicto.
En esta sociedad, no es raro acallar la gravedad de estos hechos con comentarios como: “Los están matando por ser guerrilleros o por ser amantes de ellos” No se trata de hechos sistemáticos” estas afirmaciones causan un daño irreparable a cualquier posibilidad de construir paz. Este es un tipo de silencio disfrazado que estigmatiza los liderazgos sociales y contribuye al posicionamiento de discursos de odio y discriminación. Cuando la sociedad calla, la impunidad aumenta, el Estado se desprende de su responsabilidad y los violentos afianzan sus mecanismos de poder y de control, reina el ensimismamiento, la intolerancia, la discriminación, la opresión, la naturalización de estos crímenes y la insensibilidad.
Sin embargo, no se puede desconocer que a pesar de que un sector de la sociedad calla, también existen valiosos ejercicios de protesta y rechazo generalizado a los crímenes de líderes y lideresas sociales, que demuestran que todavía existen esperanzas de salvar a la paz de su agonía, es el caso de la Velatón Nacional con la consigna # NOS ESTÁN MATANDO, que se realizó también en países como París, Madrid, Berlín, Grecia, Australia y Sudáfrica, los colombianos y colombianas realizaron plantones con el objetivo de rechazar el asesinato de estas mujeres y hombres.
Esta es la Crónica de una Paz en Agonía…En memoria de
Maritza Quiroz, lideresa social miembro de la mesa de víctimas de Santa Marta, asesinada en San Isidro en la Sierra Nevada. (05 de enero de 2019)
Viviana Muñoz, psicóloga de la Agencia para la Reincorporación y la Normalización (ARN). Su cuerpo fue hallado al lado del líder social Jesús Ignacio Gómez en una zona boscosa de la vereda Minas Blancas, en Caquetá. (20 de diciembre de 2018)
Maria Magdalena Cruz Rojas, líder campesina que apoyó la sustitución de cultivos ilícitos, asesinada frente a su esposo e hijo en Mapiripán. (30 de marzo de, 2018)
Idalia Castillo Narváez, líder campesina del municipio de Rosas, Cauca. Fue violada, torturada y asesinada, era vocera ante la Junta de Acción Comunal y Activista en la Mesa Departamental de víctimas del conflicto armado. (09 de marzo de 2017)
Ruth Alicia López Guisao, lideresa de Derechos Humanos, proveniente de Dabeiba, Antioquia, sobreviviente de la Unión Patriótica (UP), fue asesinada a tiros en una comuna de Medellín. (02 de marzo de 2017)
Como ellas….
Nataly Salas, Elvia Azucena Vargas, Karolayn Parra, Josefina Cuetia Ramos Barona, Luz Ángela Anzola, Guacheta, Luz Herminia Olarte, Johana Alarcón, María Efigenia Vásquez Astudillo, Erika Yisel Arias Galíndez, Miriam Zulay Hernández Silva, Danna Méndez, Luz Jenny Montaño, Diana Marcela Calvo Rojas, Angelina Miranda, María Elsy Ángulo García, Diana Luz Solano, Liliana Astrid Ramírez Martínez, Yaneth Calvache, Emilsen Manyoma, Yoryanis Isabel Bernal, Liliana Patricia Cataño Montoya, Katherine Escalante Castillo, Narda Barchilon, Rubiela Sánchez Vanegas, Diana Luz Romero Mogales, Diana Luz Solano, Leidy Amaya, María Yolanda Maturana, Diana Patricia Mejía, Sandra Yaneth Luna, Soneyda Figueroa, Berlinda Gómez, María del Carmen Moreno, Leidy Amaya, Evelia Francisca Atencia Pérez, Santa Felicinda Santamaría, Margarita Estupiñán Uscátegui, Ana María Cortés Mena.