Cuando tenía 14 años era bulímico
Anónimo
La imagen es una representación visual. ¿Una imagen puede hacernos cambiar de opinión sobre nuestro estado emocional o aspecto?, ¿lo anterior nos afecta?, ¿acaso necesitamos de la aprobación de alguien más?, ¿entendemos que sucede cuando observamos imágenes?
Los anuncios publicitarios forman parte de nuestra vida cotidiana porque así funciona el sistema capitalista. Explico: El acto de ver en televisión el vestido tejido a mano, pero con etiqueta de diseñador como Carolina Herrera hace que las personas deseen adquirir el atuendo para satisfacer una necesidad, pero y ¿sino es una necesidad?, sino un capricho por satisfacer un estado emocional, evidentemente deseamos que la indumentaria nos quedé igual o mejor que a la persona que modela, pero ¿por qué pensamos así? Acaso es porque no entendemos que somos seres individuales con una apariencia única diferente a la de otras personas.
Hace poco tuve el gusto de conversar con un hombre de apróximamente 25 años que comento:
Cuando tenía 14 años era bulímico. A veces me ejercitaba hasta desmayarme porque quería verme bien para los demás. Para mis amigas era gracioso cuando les decía que hacia ejercicio porque era muy delgado. Llegué a tener la carne pegada a los huesos, casi muero.
Él confirmo que no dijo nada hasta que llegó al hospital una tarde. Su madre no estaba en casa, su padre prefería no llegar. Sí, tenía una estabilidad económica y la única compañía que tuvo era un televisor. Dijo:
Llegaba a ver la televisión durante horas. Nadie se daba cuenta cuando faltaba a la escuela. Las imágenes de cuerpos perfectos. El chico acompañado de una mujer en una moto, para mí eso era perfecto, para mí eso era la felicidad. No estaba a gusto con mi cuerpo, con mi vida, pero estaba.
Desde la narración de la experiencia anterior podemos comprender la influencia de las imágenes en nuestros espacios.
Carmen tenía 22 años cuando termino una relación amorosa. Ella es sobreviviente de la violencia psicológica. Carmen enuncia:
Lo único que sentía era inseguridad. Terminamos porque no le gustaba mi apariencia, no hubo insultos verbales o golpes, pero sí, comparaciones. Me decía que nunca llegaría a ningún lugar sin él, que nadie podría entenderme, que él era único, que yo era una gorda más. Estuve a nada de casarme con él. Sabía que me hacía daño cada que me comparaba con alguna modelo de algún comercial. En un principio me causaba gracia porque siempre pensé que nunca estaría con alguien como él, después entendí que estaba mal porque desde niña nadie me enseñó a quererme. Siempre necesite de la aprobación de otros para sentirme mejor.
Ambos testimonios exponen la importancia de ser aceptados ante otros, y ¿por qué sucede esto? Porque desde pequeñas y pequeños no, nos han educado para amarnos, para aceptarnos a nosotros mismos. Porque estamos acostumbrados a vivir en un mundo de imágenes donde una moda impone un estereotipo de belleza, un tipo de felicidad que algunos consideran inalcanzable. Es momento de pensar ¿qué queremos?, ¿qué deseamos?, ¿qué necesitamos?, ¿qué no queremos en nuestra vida? Considero que hace falta la cultura del amor propio, hace falta pensar en una estabilidad emocional, esto no quiere decir estar en una relación sentimental, si no en una situación donde las personas comencemos a dejar de consumir productos innecesarios y relaciones amorosas conflictivas.