La paternidad es un acontecimiento muy importante en la vida de todo hombre desde que pasa por primera vez, ya sea de manera biológica o adoptiva es un desafío para todos. Se trata de un rol cultural que ha sido modificado socialmente a lo largo de la historia.
A diferencia de la madre con la maternidad, el padre no suele tener cambios de manera orgánica por sí solos, necesitando ejercerla activamente para que estos se presenten.
Esos cambios son más notorios a medida en que el padre se implica y fortalece cada vez más su vínculo con sus hijos e hijas. Uno de los cambios más evidentes además de la parte fisiológica con la liberación de oxitocina y sus implicaciones psicológicas en la afectividad, es la reorganización de las prioridades en el comportamiento que este tiene.
Razón 1: Un hombre que decide ser padre, anhela vivir su paternidad sin prejuicios.
Curiosamente, aunque es un tema poco tratado, muchos padres suelen tener algún malestar porque los hijos/as suelen tener un vínculo más fuerte con las madres que con ellos, lo he escuchado varias veces en mis propias entrevistas, y en charlas de café, cuando algunos amigos terapeutas comparten algunos de sus casos para mis investigaciones; esto es normal, debido a que en el desarrollo temprano el niño necesita a su madre para sobrevivir, además de que este se ha desarrollado durante meses dentro de ella. Posteriormente al nacer, el niño la reconoce de inmediato por sus sentidos aún en desarrollo como el oído y el olfato, mientras que el padre por su parte, no tiene algún vínculo previamente asociado de manera orgánica por lo que tiene que trabajarlo prácticamente desde cero.
Esto para nada debe ser desalentador, pues la primera infancia (0-6 años de edad) es una etapa en la que ningún estímulo debe ser subestimado, ya que sentarán las bases del comportamiento en las etapas posteriores del desarrollo, sobre todo por el aprendizaje vicario o de observación, como lo describe Bandura.
Esta necesidad de estar presente desde la llegada del bebé, ha tenido sus victorias jurídicas con los llamados “permisos de paternidad”, para ausentarse del trabajo un tiempo más o menos largo de acuerdo a la legislación de cada país, o en su caso Estado o provincia, para brindarle los cuidados iniciales a los hijos e hijas, como apoyo y asistencia a la pareja en caso de ser biológicos, aunque no por ello la llegada de hijos adoptivos queda excluida de este permiso (aunque depende de cada jurisdicción).
El disfrute de la paternidad en ocasiones puede verse limitada por el rol de proveedores al que se aprehendieron y ahora autolimitan muchos hombres, dudando incluso de cómo pueden ser vistos por "los otros" si son observados brindando los cuidados que "corresponde a la mujer proporcionar" como el aseo, alimentación, recreación, así como la asistencia y participación en las actividades en los centros escolares cuando uno de los tutores es requerido.
Aún con este anhelo, cuando se trata de optar por ejercerla o no, se encuentran con la aparente dicotomía: dedicar más tiempo al trabajo para aportar más recurso a la casa y satisfacer sus necesidades materiales, o dedicar más tiempo a la crianza de los hijos e hijas para satisfacer sus necesidades afectivas (y las de ellos).
Personalmente me causa gran alegría que al realizar esta investigación, durante la reflexión de los encuestados sobre prioridades en la dicotomía, han encontrado desde sus propias perspectivas, cómo cumplir adecuadamente en ambos frentes, tal vez el acto de reflexionar es el impulso que necesitan quienes aún no se deciden a soltar un poco su rol exclusivamente de proveer y disciplinar para abrirse a las posibilidades contemporáneas.
Razón 2: Modelos positivos para las hijas e hijos.
Una de las implicaciones más importantes en el desarrollo de una paternidad activa es la relacionada con el desarrollo a largo plazo que tendrán los niños y las niñas; infantes que han crecido con estímulos positivos por parte de la figura paterna tienden a reproducirlos con su propia descendencia y estilos de crianza, lo que permite crear ciclos positivos y con menor desatención.
El observar una paternidad activa en casa ayuda a reducir o suprimir los estigmas sobre los roles de género, permitiendo una mayor apertura y comunicación integral sobre los problemas o inquietudes que puedan surgir sobre estos cuando van creciendo.
Las niñas, niños y adolescentes tienen derecho a un desarrollo integral, lo que incluye la satisfacción de las necesidades que deben cubrir sus cuidadores; es verdad que no todas las familias tienen una figura paterna presente, y esto no implica necesariamente deficiencias o alteraciones en el desarrollo de los hijos e hijas; un padre presente, es un ideal que debe ser considerado de manera objetiva en el desarrollo familiar.
Razón 3: La “economía del cuidado” equitativa.
Por economía del cuidado entendemos a las actividades y trabajos necesarios para la supervivencia de las personas, entre estas actividades se encuentran la limpieza, la atención a enfermos, adultos mayores y niños, la alimentación y la crianza.
Por mucho tiempo, debido a normas sociales establecidas, se asumió que las mujeres eran responsables del trabajo doméstico y de la educación, mientras que nosotros los hombres, nos encargamos de brindar los recursos económicos y éramos los únicos en ejercer la autoridad en la familia.
Hoy esta situación está cambiando hacia un modelo más equitativo, donde los papás y todos los que asumen la imagen paterna, se comprometen más en el cuidado, la salud, la educación y la recreación de niñas, niños y adolescentes que tienen bajo su tutela.
Nadie sabe cómo ser padre responsable al inicio, algunos continúan reproduciendo las experiencias y los modelos que tuvieron en la infancia, la adolescencia o la juventud. Por ejemplo, muchas veces se refuerzan algunas ideas, como: “Si mi papá me educó así, lo haré igual con mi hijo o hija”.
Las formas de crianza que asumimos con nuestros hijos y nuestras hijas, la expresión de afectos y emociones en la familia y el compromiso con las tareas del hogar suelen ser el reflejo no sólo de cómo hemos sido educados, sino, de las experiencias vividas y de las normas de nuestra sociedad y cultura.
Aún en este 2022 todavía parece que el cuidado de los hijos e hijas es un tema tabú como aspecto de la identidad masculina, delegando este a las mujeres ya que "ellas lo hacen mejor", pensamiento que se sigue enfatizando en muchas regiones de Latinoamérica, incluso siendo encomendado este cuidado por algunos pediatras a las mamás principalmente, pues son quienes acuden a las consultas.
¿Entonces, cómo se ejerce?
La paternidad activa implica involucrarnos en la crianza y la educación de nuestros(as) hijos(as), participando en sus procesos de aprendizaje, ser conscientes de sus habilidades, fortalezas y puntos a trabajar, darnos tiempo para interactuar positivamente y jugar con ellos y ellas.
Es atenderlos y satisfacer sus necesidades básicas como alimentación, vestimenta o salud y hacernos cargo de las labores domésticas, asignando responsabilidades de manera igualitaria. Esto es un ejemplo de respeto y la equidad que se debe propiciar en el ambiente y dinámica familiar.
Podemos tener una relación afectuosa respondiendo a las expresiones, miradas y gestos que los hijos nos muestran, reconociendo los logros y el aprendizaje conseguido, también teniendo una participación compartida tanto en las rutinas como en los hábitos, asumiendo ambos padres las mismas responsabilidades respecto al cuidado, ya que la participación en la crianza debe ser compartida para que esta alcance un rol integral, porque lo que se busca es que nuestros pequeños se desarrollen de la mejor forma posible.
Cuando realizo investigaciones judiciales sobre delincuencia infanto-juvenil, en las historias clínicas de la gran mayoría de los jóvenes, he notado el comportamiento desviado como una llamada de atención hacia sus cuidadores, en otras ocasiones buscando medir los límites que estos les han impuesto, o simplemente como forma de mostrar autonomía al apartarse de los “valores” del núcleo familiar a temprana edad, optando por comportarse de manera “rebelde” ante ellos.
La ausencia de la figura paterna no se presenta en todas las situaciones de problemas de comportamiento infanto-juvenil, pero la presencia de un padre por sí misma, tampoco implica un comportamiento socialmente deseado en los jóvenes. Es importante que la figura paterna sea quien la ejerza y la ejecute de manera activa.
Las hijas/os no son los únicos que reciben beneficios, pues un padre que es comprometido y presente, y que influye positivamente en ellos también tiene beneficios al practicar su paternidad. Existiendo en él cambios emocionales, sintiendo menos dudas o preocupaciones sobre el desarrollo de su hijo/a, también va a ser menos propenso a conductas de riesgo como consumir alcohol o drogas o tendencias de agresión al reducirse la testosterona durante el cuidado, mostrando mejores indicadores de salud, debido a ello hay una mayor esperanza de vida y satisfacción personal.
Se han desarrollado brevemente los beneficios de este tema para los padres, las madres y los mismos hijos e hijas, invitando al lector a promover la paternidad de este modo para el goce pleno, ya que todos la deseamos desde nuestras trincheras.
Paternidad activa (o paternidad responsable), por lo ya descrito es una expresión redundante, pues no existe una “paternidad pasiva”; el no actuar y participar en el cuidado y necesidades de los hijos e hijas, propiamente dicho, no es paternidad.
Lecturas complementarias:
- MenCare, et. al..Estado de la Paternidad. América Latina y El Caribe. 2017
- Mejores papás, siempre. Ministerio de Educación Perú. S.f.
- Guía de paternidad activa para padres. CulturaSalud-UNICEF. 2014