La Propuesta Ecofeminista al Discurso de los Derechos Humanos

November 29, 2021
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Como sabemos, los derechos humanos surgen en el siglo XVII en Occidente durante el tránsito a la Modernidad como derechos que se fundamentan en la naturaleza humana y en la razón. Desde el punto de vista formal, los derechos humanos se proclaman universales, sin embargo su titularidad sólo se adjudica a aquellas personas que encajaban con ciertos rasgos y competencias que, en conjunto, se consideraba definían la condición humana: como por ejemplo, la autonomía y la racionalidad. Se creó así un sujeto abstracto autosuficiente que no correspondía con nuestra realidad relacional y contextual.


Así, este sujeto abstracto titular de derechos con plena capacidad “coincide en el imaginario colectivo con el hombre, burgués, blanco, heterosexual, económicamente independiente, y podríamos añadir, física y socialmente independiente”. Como consecuencia de esta evidente autosuficiencia ficticia, “el homo iurídicus aparece despojado de cualquier vinculación social que no sea su condición de hombre”. Se trata de un sujeto titular de derechos descontextualizado de su entorno natural y relacional. Con ello, los derechos humanos dejan de lado dos rasgos que forman parte insoslayable de la condición humana: la eco-dependencia y la interdependencia. Y precisamente, estos son los dos rasgos que el ecofeminismo insiste en poner en el centro de nuestro sistema socio-económico y jurídico. 


Lamentablemente, en muchos de los discursos de los derechos humanos tanto la interdependencia como la ecodependencia siguen sin constituir bienes a valorar y proteger per se. Esto es así porque dentro de los actuales modelos de derechos encontramos determinados derechos que pivotan alrededor del principio de autonomía privada; a saber, este tipo de derechos han sido dotados de mayor jerarquía y, por tanto, de mayor protección. De hecho, una de las propuestas que revertiría esta jerarquización es aquella que reformularía los derechos humanos desde una visión relacional, siendo una de sus principales defensoras la actual eurodiputada y ecofeminista María Eugenia Rodríguez Palop. 


De acuerdo a Rodríguez Palop, adoptar una visión relacional de derechos exige abandonar algunos rasgos de la concepción clásica de los derechos para avanzar a modelos dialógicos que permitan el reconocimiento, la protección y sostenimiento de nuestras relaciones de inter y ecodependencia, así como de los bienes relacionales que de ellas se desprendan.


Se trata de reconocer, valorar y poner en el centro todo lo que nos ha mantenido y nos sigue manteniendo vivos. Este ejercicio pasa necesariamente por ampliar nuestro presente, tal y como lo propone la sociología de las ausencias de Boaventura de Sousa; esto es, incorporar las experiencias y las relaciones que han sido excluidas desde el primer modelo derechos humanos y, en general, del modelo socio-económico y cultural hegemónico. 


No olvidemos que la autosuficiencia ficticia se ha sostenido física y relacionalmente en el tiempo y espacio durante siglos y siglos gracias a las experiencias, los saberes y las relaciones que han sido invisibilizadas, pero que, sin embargo, han sido imprescindibles. Por lo tanto, la propuesta ecofeminista al discurso de los derechos humanos va dirigida a visibilizar y poner en el centro lo que verdaderamente importa, o sea, aquello que refuerce y proteja las bases materiales que hacen posible la vida humana y no humana en este planeta. Al respecto, las relaciones de interdependencia y ecodependencia (y todo lo que de ellas deriva) se erigen como dos aspectos que necesariamente se han de tomar en cuenta para cumplir con dicho propósito.


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July 15, 2019

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Como sabemos, los derechos humanos surgen en el siglo XVII en Occidente durante el tránsito a la Modernidad como derechos que se fundamentan en la naturaleza humana y en la razón. Desde el punto de vista formal, los derechos humanos se proclaman universales, sin embargo su titularidad sólo se adjudica a aquellas personas que encajaban con ciertos rasgos y competencias que, en conjunto, se consideraba definían la condición humana: como por ejemplo, la autonomía y la racionalidad. Se creó así un sujeto abstracto autosuficiente que no correspondía con nuestra realidad relacional y contextual.


Así, este sujeto abstracto titular de derechos con plena capacidad “coincide en el imaginario colectivo con el hombre, burgués, blanco, heterosexual, económicamente independiente, y podríamos añadir, física y socialmente independiente”. Como consecuencia de esta evidente autosuficiencia ficticia, “el homo iurídicus aparece despojado de cualquier vinculación social que no sea su condición de hombre”. Se trata de un sujeto titular de derechos descontextualizado de su entorno natural y relacional. Con ello, los derechos humanos dejan de lado dos rasgos que forman parte insoslayable de la condición humana: la eco-dependencia y la interdependencia. Y precisamente, estos son los dos rasgos que el ecofeminismo insiste en poner en el centro de nuestro sistema socio-económico y jurídico. 


Lamentablemente, en muchos de los discursos de los derechos humanos tanto la interdependencia como la ecodependencia siguen sin constituir bienes a valorar y proteger per se. Esto es así porque dentro de los actuales modelos de derechos encontramos determinados derechos que pivotan alrededor del principio de autonomía privada; a saber, este tipo de derechos han sido dotados de mayor jerarquía y, por tanto, de mayor protección. De hecho, una de las propuestas que revertiría esta jerarquización es aquella que reformularía los derechos humanos desde una visión relacional, siendo una de sus principales defensoras la actual eurodiputada y ecofeminista María Eugenia Rodríguez Palop. 


De acuerdo a Rodríguez Palop, adoptar una visión relacional de derechos exige abandonar algunos rasgos de la concepción clásica de los derechos para avanzar a modelos dialógicos que permitan el reconocimiento, la protección y sostenimiento de nuestras relaciones de inter y ecodependencia, así como de los bienes relacionales que de ellas se desprendan.


Se trata de reconocer, valorar y poner en el centro todo lo que nos ha mantenido y nos sigue manteniendo vivos. Este ejercicio pasa necesariamente por ampliar nuestro presente, tal y como lo propone la sociología de las ausencias de Boaventura de Sousa; esto es, incorporar las experiencias y las relaciones que han sido excluidas desde el primer modelo derechos humanos y, en general, del modelo socio-económico y cultural hegemónico. 


No olvidemos que la autosuficiencia ficticia se ha sostenido física y relacionalmente en el tiempo y espacio durante siglos y siglos gracias a las experiencias, los saberes y las relaciones que han sido invisibilizadas, pero que, sin embargo, han sido imprescindibles. Por lo tanto, la propuesta ecofeminista al discurso de los derechos humanos va dirigida a visibilizar y poner en el centro lo que verdaderamente importa, o sea, aquello que refuerce y proteja las bases materiales que hacen posible la vida humana y no humana en este planeta. Al respecto, las relaciones de interdependencia y ecodependencia (y todo lo que de ellas deriva) se erigen como dos aspectos que necesariamente se han de tomar en cuenta para cumplir con dicho propósito.


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