La mujer en la Rural un Nuevo Capítulo del Empoderamiento de Género

April 30, 2021
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La mujer rural inspira los 4 elementos; la tierra como el mineral que provee todos los alimentos, el agua que purifica, el fuego que genera cercanía, y  el viento que suena con el susurro de una lucha por un mundo más equitativo. Las mujeres campesinas trazan su feminidad con los rastrillos, hacen poesía, se convierten en madres, compañeras, amigas, creadoras, cultivadoras, son parte esencial y son esencia pura, son fuerza, resiliencia y tenacidad. 


En Colombia hay cerca de 5,1 millones de mujeres que habitan las zonas rurales, y en el mundo ellas constituyen la cuarta parte de la población según un estudio de la ONU. Sí se redujera la brecha de género y  las mujeres accedieran de igual manera que los hombres a la producción agrícola, la educación y a los activos del campo, se podría aumentar la producción de alimentos y reducir el número de personas que padecen hambre.


Historias de la mujer rural 


Muchas son las historias que provienen del campo, de la Colombia profunda, un lugar donde se encuentra la mágica sensación de la libertad que provee la inmensa marea verde, pero que también refleja la vulnerabilidad de una gobernabilidad estatal que ha abandonado a las mujeres rurales. 


Jennifer Angélica Vélez  vive en la vereda San Juan, en el municipio de San Pedro de los Milagros - Antioquia, es empresaria, mujer del campo, lucha cada día por el empoderamiento de la mujer campesina ya que toda su vida ha tenido la oportunidad de crecer en un espacio matriarcal  a través de los conocimientos que le han brindado  su madre y su abuela. La niñez de Jennifer la describe como un dulce momento, lleno de muchas dificultades; donde el hambre y las necesidades eran el pan de cada día, pero la fuerza femenina que le implantaron sus guías (madre y abuela) le enseñaron una de las más grandes cualidades,  el amor propio. Tener la oportunidad de habitar el campo le ha dado la posibilidad de construir su vida a través de uno de los más grandes tesoros que tiene, la tierra. 


La independencia económica 


Desde la concepción patriarcal y cultural en el campo los hombres son los proveedores del hogar y trabajan de sol a sol, mientras que las mujeres habitan su finca, su hogar, crían y se encargan de mantener un espacio de atención al hombre.  “La mujer en la casa y el hombre en el campo trabajando, y hay que entregarle todo en la mano, pero eso es una limitante, por eso amo tanto mi independencia económica, porque eso genera que la mujer cree oportunidades, cree espacios  donde ella se sienta libre, donde ella pueda ser ella misma y pueda decidir, ¡No quiero dejar de hacerlo!” Afirma Jennifer 


La independencia económica de las mujeres en lo rural es un arma poderosa que les permite libertad y poder, no por la posición de adquisición sino porque les da autonomía, les ayuda a fortalecer las estructuras emocionales y las libera. “El campo es una oportunidad de traer cosas nuevas y educar, nos hace falta abrir el entendimiento, abrirnos a nuevos conceptos, ser seguras y confiadas de que podemos lograr muchas cosas”. 



“Las mujeres dedican más del doble de horas a los trabajos de cuidado del hogar, que no son remunerados. A esto se suma la crianza: “La participación femenina, a mayor número de hijos en el hogar, tiende a decrecer”, dice el estudio, que indica que en 2018 el ingreso mensual promedio de las mujeres que trabajan en el agro fue de $339.000, frente a $576.000 de los hombres. Es una paradoja que, aunque la participación femenina en el mercado laboral de la ruralidad es menor, la tasa de desempleo sea mayor: 8,9 por ciento frente a 3 por ciento de los hombres”  


Pero además de que las mujeres puedan tener sus propios ingresos, según la ONU menos del 20% de los propietarios de tierra en todo el mundo son de mujeres, y esa brecha se hace cada vez más grande en el campo, lo afirma Jennifer Angélica, “Es difícil encontrar mujeres con propiedad aquí, de eso casi no se habla, pero mis compañeras, mis amigas, ninguna cuenta con su pedazo de tierra”. 


La educación rural de las mujeres 


La educación en el sector rural es una de las brechas  más grandes que existen en la actualidad, un ejemplo de esto es el analfabetismo, según el informe de Mujeres Rurales en Colombia el 12% de las mujeres de 15 años o más no saben leer ni escribir, y en comparación con los hombres cuentan con más años de escolaridad, pero no se ve representado en mejores condiciones de vida.


Jenny Katherine Porras vive en la vereda La Esperanza Porce, del municipio de Anorí, es ama de casa, es una mujer ávida de conocimiento  . “Yo viví acá en el municipio hasta los 6 años, fui desplazada por el conflicto armado, llegue a Medellín y viví allá hasta que termine el bachillerato” luego de eso volvió a emprender su vida como mujer del campo.  Es una feminista activa, su búsqueda política incide en todos los lugares de decisión en los que ella pueda participar, por eso hace parte de la Junta de Acción Comunal, de la Mesa de Desarrollo del Cañón del Porce, y de la Mesa de Mujeres. 


El tabú de la sexualidad femenina


Situar la sexualidad en el campo es una problemática difícil, ya que las condiciones con las que viven las mujeres no les permite hablar con total tranquilidad sobre esta, la sexualidad femenina en lo rural sigue siendo un lugar de tabús y secretos escondidos, las palabras: aborto, planificación, lesbianas, transexuales, violación e incluso menstruación aún son temas de vergüenza, rechazo y opresión “Esos temas  aquí, no son de carta abierta, ¡Ay,  es que yo no quiero tener este bebé lo voy a abortar! eso aquí no se dice, o es que  ¡mi marido me viola cada que se le da la gana! aquí no se escucha, y no es tanto por desconocimiento sino por pena y miedo a que te juzguen y te critiquen” estas palabras las expresa Jennifer Angélica .


Las mujeres en campo están desprotegidas, no cuentan con sistemas de alarmas para realizar denuncias que tengan que ver con temas de abusos de género “Nosotras aquí cuando vamos a hacer algún tipo de denuncia nos toca viajar hasta el casco urbano, y eso implica varias horas de caminata, y allá en el pueblo es muy lento el procedimiento...A veces las personas que tienen este tipo maltrato tienden a callarse por que no tienen cómo hacer este proceso” Afirma Jenny Katherine.


Feminismo rural 


Transformar las estructuras culturales que conlleva ser una mujer rural, es un proceso que lleva tiempo, dedicación y mucho empoderamiento “ Hay mujeres que vienen de una sociedad muy patriarcal ”, hablar de una sociedad patriarcal en lo rural es instaurarse en una forma de vida que lleva muchas generaciones, donde la mujer es sumisa al servicio del hogar.


Jenny Katherine es una mujer que lucha cada día por la transformación de la mujer rural, por lograr el empoderamiento femenino y crear otras oportunidades de vida para las mujeres del campo.  Ella narra  que por causas familiares llegó al campo y tuvo suerte de encontrar una buena vida, sin embargo, ella siente que siendo mujer en el campo hay pocas oportunidades y opciones. “Me vine para el campo y me  encontré con la suerte, tengo un hogar muy bonito, pero en cuanto a la educación no he tenido mucha  oportunidad”.


Es innegable que el acceso a la educación aparte de ser un derecho fundamental es una herramienta de transformación social potencial, de allí que Jenny una mujer que se nombra como activa en el conocimiento y que reconoce las pocas oportunidades que tuvo en lo rural para lograr profesionalizarse nos dice que “La mujer tanto rural como urbana debería acceder a la educación.”


La vida de la mujer rural está plagada de desafíos, pero gracias a las nuevas concepciones del mundo, ahora son ellas las que están buscando nuevas alternativas, están escribiendo un nuevo capítulo en el empoderamiento de la mujer colombiana. 


Referencias:




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La mujer rural inspira los 4 elementos; la tierra como el mineral que provee todos los alimentos, el agua que purifica, el fuego que genera cercanía, y  el viento que suena con el susurro de una lucha por un mundo más equitativo. Las mujeres campesinas trazan su feminidad con los rastrillos, hacen poesía, se convierten en madres, compañeras, amigas, creadoras, cultivadoras, son parte esencial y son esencia pura, son fuerza, resiliencia y tenacidad. 


En Colombia hay cerca de 5,1 millones de mujeres que habitan las zonas rurales, y en el mundo ellas constituyen la cuarta parte de la población según un estudio de la ONU. Sí se redujera la brecha de género y  las mujeres accedieran de igual manera que los hombres a la producción agrícola, la educación y a los activos del campo, se podría aumentar la producción de alimentos y reducir el número de personas que padecen hambre.


Historias de la mujer rural 


Muchas son las historias que provienen del campo, de la Colombia profunda, un lugar donde se encuentra la mágica sensación de la libertad que provee la inmensa marea verde, pero que también refleja la vulnerabilidad de una gobernabilidad estatal que ha abandonado a las mujeres rurales. 


Jennifer Angélica Vélez  vive en la vereda San Juan, en el municipio de San Pedro de los Milagros - Antioquia, es empresaria, mujer del campo, lucha cada día por el empoderamiento de la mujer campesina ya que toda su vida ha tenido la oportunidad de crecer en un espacio matriarcal  a través de los conocimientos que le han brindado  su madre y su abuela. La niñez de Jennifer la describe como un dulce momento, lleno de muchas dificultades; donde el hambre y las necesidades eran el pan de cada día, pero la fuerza femenina que le implantaron sus guías (madre y abuela) le enseñaron una de las más grandes cualidades,  el amor propio. Tener la oportunidad de habitar el campo le ha dado la posibilidad de construir su vida a través de uno de los más grandes tesoros que tiene, la tierra. 


La independencia económica 


Desde la concepción patriarcal y cultural en el campo los hombres son los proveedores del hogar y trabajan de sol a sol, mientras que las mujeres habitan su finca, su hogar, crían y se encargan de mantener un espacio de atención al hombre.  “La mujer en la casa y el hombre en el campo trabajando, y hay que entregarle todo en la mano, pero eso es una limitante, por eso amo tanto mi independencia económica, porque eso genera que la mujer cree oportunidades, cree espacios  donde ella se sienta libre, donde ella pueda ser ella misma y pueda decidir, ¡No quiero dejar de hacerlo!” Afirma Jennifer 


La independencia económica de las mujeres en lo rural es un arma poderosa que les permite libertad y poder, no por la posición de adquisición sino porque les da autonomía, les ayuda a fortalecer las estructuras emocionales y las libera. “El campo es una oportunidad de traer cosas nuevas y educar, nos hace falta abrir el entendimiento, abrirnos a nuevos conceptos, ser seguras y confiadas de que podemos lograr muchas cosas”. 



“Las mujeres dedican más del doble de horas a los trabajos de cuidado del hogar, que no son remunerados. A esto se suma la crianza: “La participación femenina, a mayor número de hijos en el hogar, tiende a decrecer”, dice el estudio, que indica que en 2018 el ingreso mensual promedio de las mujeres que trabajan en el agro fue de $339.000, frente a $576.000 de los hombres. Es una paradoja que, aunque la participación femenina en el mercado laboral de la ruralidad es menor, la tasa de desempleo sea mayor: 8,9 por ciento frente a 3 por ciento de los hombres”  


Pero además de que las mujeres puedan tener sus propios ingresos, según la ONU menos del 20% de los propietarios de tierra en todo el mundo son de mujeres, y esa brecha se hace cada vez más grande en el campo, lo afirma Jennifer Angélica, “Es difícil encontrar mujeres con propiedad aquí, de eso casi no se habla, pero mis compañeras, mis amigas, ninguna cuenta con su pedazo de tierra”. 


La educación rural de las mujeres 


La educación en el sector rural es una de las brechas  más grandes que existen en la actualidad, un ejemplo de esto es el analfabetismo, según el informe de Mujeres Rurales en Colombia el 12% de las mujeres de 15 años o más no saben leer ni escribir, y en comparación con los hombres cuentan con más años de escolaridad, pero no se ve representado en mejores condiciones de vida.


Jenny Katherine Porras vive en la vereda La Esperanza Porce, del municipio de Anorí, es ama de casa, es una mujer ávida de conocimiento  . “Yo viví acá en el municipio hasta los 6 años, fui desplazada por el conflicto armado, llegue a Medellín y viví allá hasta que termine el bachillerato” luego de eso volvió a emprender su vida como mujer del campo.  Es una feminista activa, su búsqueda política incide en todos los lugares de decisión en los que ella pueda participar, por eso hace parte de la Junta de Acción Comunal, de la Mesa de Desarrollo del Cañón del Porce, y de la Mesa de Mujeres. 


El tabú de la sexualidad femenina


Situar la sexualidad en el campo es una problemática difícil, ya que las condiciones con las que viven las mujeres no les permite hablar con total tranquilidad sobre esta, la sexualidad femenina en lo rural sigue siendo un lugar de tabús y secretos escondidos, las palabras: aborto, planificación, lesbianas, transexuales, violación e incluso menstruación aún son temas de vergüenza, rechazo y opresión “Esos temas  aquí, no son de carta abierta, ¡Ay,  es que yo no quiero tener este bebé lo voy a abortar! eso aquí no se dice, o es que  ¡mi marido me viola cada que se le da la gana! aquí no se escucha, y no es tanto por desconocimiento sino por pena y miedo a que te juzguen y te critiquen” estas palabras las expresa Jennifer Angélica .


Las mujeres en campo están desprotegidas, no cuentan con sistemas de alarmas para realizar denuncias que tengan que ver con temas de abusos de género “Nosotras aquí cuando vamos a hacer algún tipo de denuncia nos toca viajar hasta el casco urbano, y eso implica varias horas de caminata, y allá en el pueblo es muy lento el procedimiento...A veces las personas que tienen este tipo maltrato tienden a callarse por que no tienen cómo hacer este proceso” Afirma Jenny Katherine.


Feminismo rural 


Transformar las estructuras culturales que conlleva ser una mujer rural, es un proceso que lleva tiempo, dedicación y mucho empoderamiento “ Hay mujeres que vienen de una sociedad muy patriarcal ”, hablar de una sociedad patriarcal en lo rural es instaurarse en una forma de vida que lleva muchas generaciones, donde la mujer es sumisa al servicio del hogar.


Jenny Katherine es una mujer que lucha cada día por la transformación de la mujer rural, por lograr el empoderamiento femenino y crear otras oportunidades de vida para las mujeres del campo.  Ella narra  que por causas familiares llegó al campo y tuvo suerte de encontrar una buena vida, sin embargo, ella siente que siendo mujer en el campo hay pocas oportunidades y opciones. “Me vine para el campo y me  encontré con la suerte, tengo un hogar muy bonito, pero en cuanto a la educación no he tenido mucha  oportunidad”.


Es innegable que el acceso a la educación aparte de ser un derecho fundamental es una herramienta de transformación social potencial, de allí que Jenny una mujer que se nombra como activa en el conocimiento y que reconoce las pocas oportunidades que tuvo en lo rural para lograr profesionalizarse nos dice que “La mujer tanto rural como urbana debería acceder a la educación.”


La vida de la mujer rural está plagada de desafíos, pero gracias a las nuevas concepciones del mundo, ahora son ellas las que están buscando nuevas alternativas, están escribiendo un nuevo capítulo en el empoderamiento de la mujer colombiana. 


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