La imagen de la mujer vieja, fea, sexualizada, pecadora y malvada, nos recuerda lo que de manera generalizada nos han enseñado como el arquetipo de la Bruja. Desde iconos, artistas hasta las películas infantiles tan popularizadas de Disney, han viralizado esa imagen que tanto temor como curiosidad causa al espectador.
Dicha imagen negativa comienza a construirse a partir de la edad media, muy ligada a la edificación de las culturas occidentales del continente europeo. Antes de lo cual, las “brujas” eran aquellas mujeres encargadas de la salud de las personas habitantes de los pueblos y pequeños asentamientos europeos, grandes conocedoras de las propiedades medicinales de la naturaleza.
Con la entrada en vigencia de la idea de la Iglesia Cristiana, según la cual, sólo Dios es capaz de curar el cuerpo y el alma, de sanadoras y sabedoras, pasaron a ser consideradas malditas, novias del diablo, envenenadoras, conspiradoras, figura de feminidad diabólica enemiga de la religión; se ocultaba en ella otro tipo de poder engañoso, maléfico y oculto de lo femenino, era el poder siniestro de lo doméstico, de la cocina y la medicina familiar, de las alianzas entre mujeres, de la sexualidad.
No solo se trataba de una guerra en contra de poderes “malignos”, la bandera no era únicamente la lucha entre el bien y el mal. También se trató de la lucha política en contra de aquellas mujeres empoderadas, conocedoras, libres, irreverentes, que terminó en asesinatos indiscriminados, y en el inicio de la construcción de sociedades misóginas y patriarcales.
Esta “lucha” se difundió de manera más generalizada en toda Europa, gracias a la entrada en vigencia de la imprenta. Con documentos como Malleus Maleficarum-1486/7 (conocido también como el martillo de las brujas), escrito por dos frailes dominicos, se propagó un pánico irracional a la práctica de la brujería. No solo la propagación de textos demonológicos permitió la difusión de estas ideas, sino también documentos individuales que contenían imágenes perturbadoras o estimulantes de brujería.
El arte en particular, tuvo un gran papel en la construcción de la iconografía y estética de la “bruja”. Uno de los primeros que se registran es Albrecht Dürer con su grabado de 1947 “Las cuatro Brujas”, el cual acompañó en muchas ocasiones ediciones impresas del “Malleus Maleficarum”.
Sin embargo, de acuerdo a la historiadora Renilde Vervoort, a quien se le atribuye la imagen de la bruja, tal y como quedaría para siempre en la memoria colectiva, es al artista de grabados Pieter Brueghel el Viejo, en particular con sus obras Santiago en la cueva del brujo y Santiago y la caída del brujo.
Vervoort sugiere que “El mérito de Brueghel es haber conseguido inventar una imagen eficaz que podía entenderse sin necesitar ninguna explicación”. Al parecer el mismo artista era cómplice de los procesos inquisidores, difundiendo la necesidad de exterminar cualquier tipo de expresiones relacionadas con la brujería. Artistas como David Teniers II y Frans Franken II también realizaron grabados inspirados en las obras de Brueghel.
Estas obras llenas de imaginería alrededor de ritos con niños y pactos con el diablo, de mujeres desnudas en aquelarres, de calaveras y seres demoníacos, sumado a una época llena de incertidumbre y de ignorancia, llevaron al asesinato de personas acusadas de practicar brujería, sin pruebas ni juicios justos.
'Witches' Sabbath' 'El Sabbath de las brujas' (1606)
Fueron las mujeres a quienes mayormente se les acusaba de ser brujas, por jueces igualmente segados por una histeria colectiva alrededor de lo desconocido, y de la misoginia generalizada. “Decir la verdad” – que se quería escuchar- se convirtió para aquellas mujeres acusadas, en la estrategia para detener torturas. Torturas pensadas desde la visión de la sexualidad de las mujeres como pecado, a la sensualidad como diabólica, al derecho de hombres de la iglesia para decidir sobre el cuerpo de las mujeres.
Witches conjure during sabbath, 1510
BALDUNG, HANS (GRIEN)
© Rijksmuseum, Amsterdam
Hubo otros artistas como Hans Baldung, que se sumaron a la creación de obras alrededor de la imagen negativa de las brujas, en las cuales predomina la oscuridad y de nuevo, la desnudez, denotando esto último el miedo a la sexualidad femenina y a demonizar los cuerpos de las mujeres, como “objetos” esenciales para las prácticas de brujería y hechicería; creándose entonces el imaginario de lo femenino “socialmente aceptado” vinculado al pudor, a la disposición de los cuerpos, a la suciedad de nuestros ciclos.
“Las Brujas” – 1798
Goya y Lucientes, Francisco
© MUSEO LÁZARO GALDIANO, MADRID
Hubo otros artistas que comenzaron a crear obras sobre brujas, que no necesariamente reproducen aquellos estereotipos, y que por el contrario comenzaron a realizar estas obras cuestionando el orden establecido hasta entonces. Francisco de Goya, por ejemplo realizó una serie de obras de forma burlesca alrededor de esta imaginería, extendida incluso en las clases oligárquicas de muchos países europeos.
© SILVES ARTE CONTEMPORÁNEO, HUÉRCAL-OVERA
La cuestión sigue siendo que estas historias, contadas a través del arte, las han “escrito hombres”; ha sido desde la visión masculina que se han configurado las sociedades occidentales. En donde aún hoy la palabra “bruja” sigue siendo usada de manera negativa, como una forma de ofensa.
Sin embargo un grupo de mujeres artistas han iniciado una apuesta por resignificar los estereotipos construidos históricamente alrededor del término “bruja”, e incluso algunas han comenzado a crear relatos alternativos sobre la historia de aquellas mujeres que fueron quemadas durante muchos años. Tal es el caso de Carol Solar quien analiza la tradición que envuelve a la brujería y las consecuencias de la persecución a la que fueron sometidos miles de mujeres y hombres entre los siglos XV y XVIII por la mano negra de la inquisición.
O Kiki Smtih, quien gracias a la influencia que tuvo cuando niña con el Catolicismo, realiza una serie de piezas artísticas (desde la escultura hasta el arte pop) como crítica a la influencia de la iglesia en la construcción de imaginarios sobre la mujer, así como sobre la iconografía tradicional de las brujas.
Pyre Woman Kneeling,
Pyre Woman on Haunches,
Pyre Woman with Knees Extended,
Kiki Smith, 2002
Pyre Woman on Haunches,
Pyre Woman with Knees Extended,
Kiki Smith, 2002
Obra expuesta como parte de la muestra Las papisas (2016), en el Palacio papal de Avignon
En este punto es importante resaltar el papel que juega el arte en el momento de difundir ideas, de estigmatizar o de resignificar, más aún cuando el arte se convierte en un lenguaje de difusión usado por quienes históricamente detentan el poder. Si bien en la actualidad hay quienes intentan transgredir lo socialmente aceptado, el daño hecho durante años, en especial sobre los estereotipos de la feminidad, es enorme, especialmente al reflexionar sobre el lugar que ocupamos en la historia y las voces de quienes la han relatado.