Las sociedades totalitarias (Cfr. Arendt, 2007, p.62) están armadas como un sistema o maquinaria en la cual cualquier pieza —es decir, entre otros elementos, cualquier persona que haga parte de su funcionamiento— es reemplazable, con excepción del líder total del régimen. En las dictaduras (Cfr. Arendt, 2007, p.62) hay un funcionamiento diferente, dado que estas no se establecen como un sistema del cual toda la sociedad haga parte, sea cómplice o esté regida por las leyes que permiten el exterminio y alienten la alineación de ciertos grupos de la población civil. La dictadura no necesariamente permea el conjunto de la vida individual de las personas que constituyen la sociedad; se fija en sus actividades públicas, en la resistencia, en las filiaciones políticas, en las protestas y en las acciones en contra del régimen. Hannah Arendt muestra que en las dictaduras hay una posibilidad de resistencia no violenta, que es, por ejemplo, la opción de retirarse de los cargos públicos que implican cometer crímenes. Esto no sería posible en el totalitarismo, dado que en este sistema toda la población está contenida en las leyes del régimen; no hay posibilidad de escaparlo, no existe la opción de resistencia. Este es el nuevo tipo de paradigma al que nos enfrentamos en la presente investigación sobre las acciones genocidas del siglo XX: el régimen totalitario. La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas era un régimen absoluto dentro del cual no había ninguna otra opción sino obedecer las órdenes de Stalin: el castigo de la desobediencia se pagaba con la muerte o el Gulag, el campo de trabajo forzado soviético.
Stalin pedía una colaboración voluntaria de grano a los pueblos campesinos para la exportación y para la manutención de las ciudades a cambio de herramientas y dinero. Dentro del Plan de Cinco Años se impusieron cuotas que se deberían cumplir para cada uno de los territorios estipulados y así darle impulso a la URSS. Ucrania era uno de los países que generaba las mayores cantidades de grano; por ende, la cuota para Ucrania era de la más altas. Una sequía azotó al país en 1921 y 1922 y el grano de los campesinos fue confiscado. Esto significó devastación para el pueblo ucraniano en cuanto a la falta de sustento alimenticio, pues las personas comenzaron a sufrir de desnutrición y los efectos relacionados con ella: falta de fuerza física, inflamación, desmayos y, más adelante, muertes que llevaron a muchos a cometer actos de antropofagia.
«La hambruna estuvo concentrada en las provincias ricas en crecimiento de grano en el sur de Ucrania, en el área habitada por alrededor de un tercio de la república de 26 millones de ciudadanos. Afectó tanto a la población rural como urbana. La mayoría de víctimas fueron ucranianas; minorías nacionales como alemanes, judíos y rusos también sufrieron. Entre el otoño de 1921 y la primavera de 1923 1.5 millones a 2 millones de personas murieron de inanición y debido a epidemias acompañantes» (The Ukrainian Weekly, November 6, 1988, No. 45, Vol. LVI).
La situación desesperada de Ucrania era única, aunque toda la URSS sufría en una escala menor también de falta de comida y otros insumos básicos como ropa y medicamentos. “La hambruna de 1932-3 fue descrita en unas publicaciones Émigré en el momento y luego como el Holomodor, un término derivado de las palabras ucranianas para hambre –holod– y exterminio –mor–” (Applebaum, 2017). El gobierno pidió ayuda humanitaria a Occidente en 1921. Sin embargo, los insumos y dinero que llegaban eran dirigidos a lugares en los que se encontraban mayorías rusas étnicas y ello interfería con su llegada a Ucrania, por ende, el país siguió sufriendo la catástrofe. Fue un colectivo judío el que comenzó a dar cierre a esta situación a finales de 1921 al enviar ayuda, no a través del gobierno soviético, sino directamente a Ucrania y otros países. Más adelante, otros siguieron esta iniciativa. La Comunidad Estadounidense Judía recogió 16 millones de dólares y utilizó 5 millones para las operaciones ucranianas (Cfr. The Ukrainian Weekly, November 6, 1988, No. 45, Vol. LVI).
«La situación mejoró al final del año cuando la Comunidad Estadounidense Judía decidió enviar ayuda masiva a los hermanos hambrientos en las Repúblicas Soviéticas. El Comité de la Junta Estadounidense Judía de Distribución ejerció presión sobre la ARA para organizar centros de distribución en Ucrania para las parcelas de comida enviadas por los Judíos Estadounidenses a sus amigos y familiares viviendo allí. La “Junta” […] también quiso que la ARA investigara la hambruna en Ucrania, dado que estaba recibiendo noticias alarmantes de la comunidad judía. La ARA fue exitosa en persuadir a los soviets para que permitieran a una delegación visitar Ucrania en diciembre de 1921» (The Ukrainian Weekly, November 6, 1988, No. 45, Vol. LVI).
Una década más tarde, en la hambruna de 1932-1933 todavía los recuerdos eran vívidos con respecto a este terrible suceso. Los ucranianos eran vistos como un elemento anti-revolucionario por toda la URSS, dados los grandes recursos de propaganda que se invirtieron en Rusia para incentivar el odio exacerbado en contra de los kulaks. Los kulaks eran los campesinos que tenían cierta cantidad de tierras, ganado, caballos, etc., y podían dar trabajo a otros campesinos; ellos eran considerados adinerados y, por lo tanto, con un sistema de ideas capitalistas. Primero, en la década de 1920 fueron expropiados de sus tierras, algunos enviados al gulag y otros ejecutados. Los campesinos más pobres estaban encargados de tomar estas tierras y repartirlas entre ellos para cultivarlas y así perpetuar el sistema socialista. Una vez los más ricos dejaron de existir los siguientes en ser víctimas de este proceso fueron los poseedores de tierras. Lo que se decía era que los kulaks eran responsables por la falta de grano en toda la URSS porque se negaban a dar las cuotas establecidas para el Plan de los Cinco Años: querían tener todo el grano para ellos, no querían ser solidarios con el pueblo. Por este motivo, en ambas hambrunas los escuadrones de recolección no solo estaban constituidos por el ejército, sino también por voluntarios de todo el territorio ruso que se dirigían a los pueblos a arrebatar los medios de subsistencia de los campesinos. Había además ucranianos de pueblos aledaños que participaban en las búsquedas con la promesa de ganar hasta un tercio de lo que era recogido. También, las denuncias de los escondites eran comunes, porque la persona que denunciaba recogía una parte de lo encontrado. Se levantaban sospechas cuando las personas seguían vivas o ningún miembro de una familia había muerto. ¿Cómo estaban sobreviviendo y por qué no había nadie muerto aún? «¿Con la ayuda de qué se vive? Con cada día que pasaba las preguntas se volvían más agresivas, el lenguaje más grosero: ¿Por qué no han desaparecido aún? ¿Por qué no han caído muertos aún? ¿Por qué viven siquiera?» (Applebaum, 2017).
Holomodor fue aún más feroz que la hambruna de 1921-1922 porque esta vez los campesinos fueron expropiados de la totalidad del grano y los animales: los escuadrones se llevaron las cosechas, el grano de la subsistencia, las semillas para plantar, los animales domésticos, las vacas, las gallinas; incluso, cuando las personas no cooperaban dejaban las casas en ruinas. Era común que las personas fueran castigadas por robar siendo encerradas durante días en altillos o calabozos donde no había nada que comer. Los niños desaparecían y luego eran encontrados pedazos de cuerpos cocinados por sus propios padres. También se conocía la práctica de comer cadáveres, así como la de comer animales de bosque y gatos. El uso de transporte estaba estrictamente prohibido, se requería un permiso especial, motivo por el cual los encargados debían remover cadáveres de los vagones de personas que esperaban esconderse para poder salir de sus pueblos. Las estaciones estaban siempre llenas de cadáveres de todas las edades porque había más personas muertas que gente que pudiera recogerlas. Muchos sobrevivieron intercambiando oro, joyas y plata a cambio de grano o por medio de envíos de dinero del exterior. Algunos sobrevivieron porque sus familiares llegaron a llevárselos del campo. Muchos huyeron a tiempo encontrando trabajos en Rusia. Algunos niños afortunados sobrevivieron a los orfanatos donde la tasa de mortalidad llegaba al 30%. Otros, lograron escapar vivos de las fosas comunes.
La muerte de más de 4.5 millones de ucranianos durante Holomodor, debido a falta de comida, enfermedades, deportaciones y asesinatos no fue solo a causa de falta de insumos y sus consecuencias morales y psicológicas como la antropofagia y el canibalismo. El lenguaje cambió en esta década por parte de Stalin, las personas ya no eran víctimas de la hambruna como en la década de 1920 sino que ahora eran ellas mismas los perpetradores de su suerte. Mientras los campesinos morían de hambre, los intelectuales ucranianos eran aprehendidos en las ciudades por la policía. Durante la hambruna, el Soviet estaba purgando el partido ucraniano reemplazando oficiales ucranianos por rusos. Además, no se permitía en las escuelas y en todos los lugares oficiales hablar ucraniano. Además, algunas áreas del país se vieron más afectadas por la hambruna que otras, independientemente de que estuvieran más cerca de los bosques, ríos o fronteras (lo que les daba más posibilidades de encontrar o recibir alimentos), porque en ellas había historia de resistencia política. Otras minorías, como las alemanas, las judías y las polacas recibieron ayudas humanitarias que les permitieron sobrellevar la terrible devastación del periodo. Ya sabemos que ninguna población rusa sufrió una hambruna parecida a la ucraniana. La pregunta entonces es ¿por qué la población ucraniana sufrió tanto en comparación con otras?
Ucrania fue un territorio altamente oprimido por el Soviet durante décadas. El idioma, los símbolos, la identidad ucraniana eran perseguidas políticamente y llamadas chovinismo anti-revolucionario. En las escuelas y los puestos de trabajo estaba prohibido hablar ucraniano y era obligatorio hablar ruso. Las personas con identidad ucraniana en los puestos de poder eran políticamente perseguidas, deportadas y aniquiladas. La fiebre de la propaganda anti-kulak llevaba a las personas que veían ucranianos rogando por sobras de comida a dejarlos morir de hambre en las calles de las ciudades porque, según esta, los ucranianos eran los culpables de la falta de grano en la URSS.
Lo anterior nos lleva a concluir que Holomodor fue un genocidio político orquestado por el Soviet como un castigo a la clase moribunda de los kulaks por negarle el grano a la URSS y buscar tener una independencia nacional y una identidad desde el lenguaje y la religión.
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Bibliografía
Arendt, H. 2007. Responsabilidad y juicio. Barcelona: Paidós.
Applebaum, A. 2017. Red Famine: Stalin's War on Ukraine. Penguin Random House.
The Ukrainian Weekly, November 6, 1988, No. 45, Vol. LVI).