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Durante años, ver Netflix era casi un ritual pasivo: buscar una serie, darle a “play” y dejar que el algoritmo hiciera su magia. Pero la charla entre Elizabeth Stone, Chief Technology Officer de Netflix, y Connie Loizos, editora de TechCrunch, dejó claro que esa etapa ya quedó atrás.
Hoy la compañía está replanteando sus cimientos para entrar en una nueva era: la del contenido en vivo y participativo. Y no se trata de un simple cambio estético o de formato. Es, más bien, una transformación profunda, una forma distinta de entender el entretenimiento digital. Detrás hay datos, ingeniería y un tipo de liderazgo poco común incluso para Silicon Valley.
De la economía al código
Elizabeth Stone no nació en un laboratorio ni en un set de filmación. Su camino empezó en la economía: tiene un doctorado en Stanford y trabajó como trader en Merrill Lynch antes de dar el salto a la tecnología. Ese recorrido, que podría parecer ajeno al mundo del streaming, es justo lo que le da su sello.
“La economía te enseña a leer historias en los datos, no solo a contarlos”, explicó. Y esa forma de mirar el mundo atraviesa todo lo que hace. Para ella, la tecnología no es un fin en sí mismo ni un ejercicio de complejidad: es una herramienta al servicio de una estrategia clara.
Esa mentalidad explica por qué en Netflix los ingenieros, científicos de datos y estrategas de negocio ya no trabajan en silos. Stone los sienta a todos en la misma mesa. Porque, al final, la innovación real no ocurre en los laboratorios, sino en las conversaciones que conectan la tecnología con la dirección del negocio: expansión global, experiencias más inmersivas y un crecimiento que pueda sostenerse en el tiempo.
Y es que —como ella misma dice— no se trata solo de programar para entretener, sino de entender lo que mueve a millones de personas a quedarse frente a una pantalla un episodio más.
El músculo invisible: OpenConnect
Para entender de verdad la fuerza de Netflix, hay que mirar más allá de lo que se ve en pantalla. Detrás del catálogo infinito y las noches de maratón, hay un sistema que casi nadie conoce: OpenConnect.
Hace más de una década, Netflix tomó una decisión que cambió su destino. En lugar de depender por completo de servicios externos, apostó por construir su propia red de distribución. Fue una jugada arriesgada, pero también visionaria. Esa infraestructura es hoy el esqueleto invisible que sostiene millones de reproducciones al mismo tiempo, en cada rincón del planeta.
Elizabeth Stone lo explicó con sencillez: OpenConnect fue la clave que permitió a Netflix escalar su modelo de video bajo demanda. Y ahora, es el mismo sistema que está haciendo posible la siguiente frontera: el streaming en vivo.
El desafío, sin embargo, no es menor. “Nuestro sistema fue diseñado para contenido bajo demanda, no para eventos simultáneos con millones de personas conectadas”, reconoció Stone. Y es que la diferencia es enorme: mientras una serie puede distribuirse con cierta flexibilidad, un evento en vivo exige precisión quirúrgica.
Aun así, los resultados son difíciles de ignorar. Después del combate Paul-Tyson —más de 65 millones de transmisiones concurrentes—, Netflix logró algo que pocos creían posible: transmitir dos partidos de la NFL en Navidad sin una sola falla. “Fue un momento de presión total”, recordó Stone. “Pero también una demostración de madurez tecnológica.”
Y ahí está la magia: lo que para el espectador es un clic y una pantalla que no se congela, para Netflix es el fruto de años de ingeniería silenciosa. OpenConnect no busca aplausos, pero sin él, la historia del streaming sería muy distinta.
Del espectador al participante
Ese salto tecnológico del que hablaba Elizabeth Stone no es solo un avance técnico. Es, sobre todo, el comienzo de un cambio de paradigma. Netflix quiere que dejemos de ser simples espectadores para convertirnos en parte de la historia.
El regreso de Star Search, previsto para 2026, será la primera gran prueba de ese modelo. Pero no será una versión nostálgica del clásico programa: esta vez, el público podrá votar en tiempo real, desde el televisor o el móvil. Lo que antes era una pantalla, ahora será una puerta abierta a la interacción.
Stone lo explicó con una naturalidad desarmante: “Queremos que los miembros sientan que forman parte de la historia, que pueden influir en ella”. Y es que esa idea se extiende también a los nuevos juegos en la nube, donde el teléfono se convierte en control remoto y el salón de casa en una especie de estadio compartido. Todo conectado, todo en vivo. No es casualidad que estos proyectos se levanten sobre la misma infraestructura que distribuye películas y series: en Netflix, la tecnología no solo sostiene las historias, las hace posibles.
La apuesta de Netflix: vivir el contenido
Netflix no quiere ser la plataforma con más títulos, sino la que ofrece las experiencias más únicas. Cada evento en vivo, cada juego o concurso, funciona como un laboratorio para explorar nuevas formas de entretenimiento.
Por ahora, el contenido en vivo es solo una pequeña parte del catálogo, pero su peso simbólico es enorme. Representa algo que el streaming había dejado atrás: la emoción del momento compartido. En un mundo donde todo puede verse en cualquier momento, lo efímero vuelve a tener valor. Ver algo cuando sucede se convierte otra vez en un privilegio.
Para el público, eso significa una experiencia más activa: ya no se trata solo de elegir qué ver, sino de decidir cómo participar. Para Netflix, implica un desafío técnico enorme, pero también una oportunidad: cada interacción deja una huella, una señal sobre qué mueve a las personas. Y esos datos son, en el fondo, nuevas formas de entender el vínculo entre las historias y quienes las viven.
Una nueva cultura tecnológica
El mayor logro de Stone no está solo en los sistemas que diseña, sino en la cultura que impulsa. Netflix —dice ella— es una empresa que aprende haciendo. “No hay forma de probar 65 millones de transmisiones en un laboratorio”. Y tiene razón. Solo en el terreno real, con todo el riesgo que implica, se puede crecer a esa escala.
Esa confianza en el equipo, esa disposición a fallar rápido y corregir sobre la marcha, es la misma que llevó a Netflix de enviar DVDs por correo a convertirse en la plataforma que reinventó el entretenimiento.
La conversación con Connie Loizos no fue una simple entrevista. Fue una radiografía del momento que vive Netflix: está dejando atrás la era del consumo pasivo para entrar en la era de la participación. Y lo está haciendo de la mano de una directora técnica que piensa como economista, que mide el éxito no solo en clics, sino en algo mucho más difícil de cuantificar: la conexión humana.


