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Aunque podamos pensar que disponer de un trabajo proporciona a las mujeres libertad absoluta en este caso tampoco supone que estén libres de violencia. Muchos estudios muestran que las mujeres están expuestas a mucha más violencia en el mundo laboral que los hombres. No solo sexual sino también moral. Ellas señalan, de acuerdo con un trabajo de investigación de la Fundación Europea para la Mejora de Vida y de las Condiciones de Trabajo, que han sufrido acoso sexual tres veces por encima que sus compañeros varones en el trabajo en el último año.

Estos datos se deben a varias razones: en primer lugar, las mujeres ocupan puestos de “alto riesgo” como fábricas, hoteles o enseñanza. La remuneración económica es muy baja en relación con la de sus colegas y desemplean puestos de rango inferior. Mientras que ellos obtienen los mejores puestos y mejor salario.

Ellas también se ven sometidas a difíciles condiciones laborales como largas jornadas laborales que provocan estrés y otras enfermedades relacionadas con la salud mental y física. Además, en muchas ocasiones tampoco cuentan con personal o redes de apoyo en el contexto del trabajo.

Un dato positivo es que, en muchos países, las mujeres constituyen una parte importante de la fuerza de trabajo creciente, sin embargo, la violencia no ha dejado de crecer. A nivel nacional en España, entre el 40 y el 90 por ciento de las mujeres encuestadas han sufrido algún tipo de abuso u hostigamiento en el ámbito laboral. Estos datos no solo se limitan a los países más industrializados, en países en vías de desarrollo la situación es aún más grave. El acoso sexual es constante y una realidad común utilizada para controlar a las mujeres. Por lo que el trabajo es una práctica odiosa.

Aunque cada vez es más frecuente que se hable públicamente sobre el acoso laboral y se denuncie, todavía resulta difícil exponerlo abiertamente. La Organización Mundial de la Salud señala que diversos factores influyen para que esto sea así. Las normas sociales y culturales no escritas para determinar qué es o no violencia, la forma en la que se procede ante las denuncias de las víctimas, con trámites engorrosos y situaciones, nuevamente, incómodas para la víctima.

El acoso moral y el bullying son los dos tipos de acosos más comunes. En el caso de primero, incluye las acciones de someter a la repetición de comentarios negativos y críticas, aislamiento, difusión de rumores o ridiculización de la persona en cuestión. En el segundo caso en el lugar de trabajo constituye un comportamiento ofensivo con actos vengativos, crueles, maliciosos o los intentos de humillar y dañar a una persona o grupo de empleados. Cada vez también es más común la violencia física: tocamientos no admitidos por la víctima, empujones, miradas, comentarios sobre el físico, etc. Estos actos no se tienen que producir meramente en el lugar de trabajo sino en otros eventos relacionados con lo laboral como ferias, festivales o meetings.

Todo ello tiene efectos muy negativos en la salud física y mental de la víctima: ansiedad, depresión, agresividad, insomnio, falta de concentración, desarrollo de problemas en el ámbito familiar y de amigos, tensión en las relaciones privadas.

Se expone que un número considerable de suicidios podría tener su origen en el acoso moral. Aunque no existe suficiente evidencia para esta afirmación y, además, muy rara vez se comete un suicidio por una sola razón. Hasta el 40% de la población encuestada en Noruega, declarara que en ocasiones había contemplado el suicidio. De igual manera en muchas ocasiones la reincorporación al mundo laboral no es fácil por el estrés postraumático que todo ello promueve. Esto ilustra la gravedad de los efectos que el acoso laboral puede tener sobre las víctimas.

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Aunque podamos pensar que disponer de un trabajo proporciona a las mujeres libertad absoluta en este caso tampoco supone que estén libres de violencia. Muchos estudios muestran que las mujeres están expuestas a mucha más violencia en el mundo laboral que los hombres. No solo sexual sino también moral. Ellas señalan, de acuerdo con un trabajo de investigación de la Fundación Europea para la Mejora de Vida y de las Condiciones de Trabajo, que han sufrido acoso sexual tres veces por encima que sus compañeros varones en el trabajo en el último año.

Estos datos se deben a varias razones: en primer lugar, las mujeres ocupan puestos de “alto riesgo” como fábricas, hoteles o enseñanza. La remuneración económica es muy baja en relación con la de sus colegas y desemplean puestos de rango inferior. Mientras que ellos obtienen los mejores puestos y mejor salario.

Ellas también se ven sometidas a difíciles condiciones laborales como largas jornadas laborales que provocan estrés y otras enfermedades relacionadas con la salud mental y física. Además, en muchas ocasiones tampoco cuentan con personal o redes de apoyo en el contexto del trabajo.

Un dato positivo es que, en muchos países, las mujeres constituyen una parte importante de la fuerza de trabajo creciente, sin embargo, la violencia no ha dejado de crecer. A nivel nacional en España, entre el 40 y el 90 por ciento de las mujeres encuestadas han sufrido algún tipo de abuso u hostigamiento en el ámbito laboral. Estos datos no solo se limitan a los países más industrializados, en países en vías de desarrollo la situación es aún más grave. El acoso sexual es constante y una realidad común utilizada para controlar a las mujeres. Por lo que el trabajo es una práctica odiosa.

Aunque cada vez es más frecuente que se hable públicamente sobre el acoso laboral y se denuncie, todavía resulta difícil exponerlo abiertamente. La Organización Mundial de la Salud señala que diversos factores influyen para que esto sea así. Las normas sociales y culturales no escritas para determinar qué es o no violencia, la forma en la que se procede ante las denuncias de las víctimas, con trámites engorrosos y situaciones, nuevamente, incómodas para la víctima.

El acoso moral y el bullying son los dos tipos de acosos más comunes. En el caso de primero, incluye las acciones de someter a la repetición de comentarios negativos y críticas, aislamiento, difusión de rumores o ridiculización de la persona en cuestión. En el segundo caso en el lugar de trabajo constituye un comportamiento ofensivo con actos vengativos, crueles, maliciosos o los intentos de humillar y dañar a una persona o grupo de empleados. Cada vez también es más común la violencia física: tocamientos no admitidos por la víctima, empujones, miradas, comentarios sobre el físico, etc. Estos actos no se tienen que producir meramente en el lugar de trabajo sino en otros eventos relacionados con lo laboral como ferias, festivales o meetings.

Todo ello tiene efectos muy negativos en la salud física y mental de la víctima: ansiedad, depresión, agresividad, insomnio, falta de concentración, desarrollo de problemas en el ámbito familiar y de amigos, tensión en las relaciones privadas.

Se expone que un número considerable de suicidios podría tener su origen en el acoso moral. Aunque no existe suficiente evidencia para esta afirmación y, además, muy rara vez se comete un suicidio por una sola razón. Hasta el 40% de la población encuestada en Noruega, declarara que en ocasiones había contemplado el suicidio. De igual manera en muchas ocasiones la reincorporación al mundo laboral no es fácil por el estrés postraumático que todo ello promueve. Esto ilustra la gravedad de los efectos que el acoso laboral puede tener sobre las víctimas.

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