Algunas Ideas para Entender y Apoyar a las Víctimas de la Violencia Intrafamiliar

June 9, 2019
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Por estos días han vuelto a ser noticia las denuncias contra el controversial periodista Gustavo Rugeles por agredir a  su actual pareja, Marcela González, quien ya le había denunciado anteriormente por la misma situación, aunque en ese entonces diera versiones diferentes de lo sucedido a varios medios de comunicación. A la denuncia de González también se sumó la periodista Johanna Fuentes quien también fue pareja de Rugeles y habría sufrido los mismos ataques.

A propósito del caso se han suscitado varios debates por algunas declaraciones que diera Marcela González en las que justifica el comportamiento de su pareja, dando a entender que estos fueron hechos aislados y que todas las personas tienen derecho a equivocarse y a recibir oportunidades para resarcir el daño e incluso que ella ha denunciado movida por rabia pero sin intención de perjudicar a Rugeles; el caso ha llevado a que desde algunos sectores se critique la que parece ser una postura pasiva y destructiva por parte de González y plantea nuevamente el cuestionamiento sobre el porqué esta forma de afrontar la situación es tan frecuente entre las víctimas de violencia intrafamiliar, sin embargo, más allá de señalarle a las víctimas las evidencias de las estructuras patriarcales en sus relaciones de pareja (Lo que en muchos casos sirve pero en muchos otros no), ¿Existen otros mecanismos de apoyo efectivo para romper con el ciclo de la violencia?

Parece que lo que más común en estos casos es que las personas cercanas a las víctimas y que buscan ayudarles, tiendan a indicarles que es lo que deben hacer e incluso a cuestionar su permisividad o sometimiento ante una situación que parece inadmisible desde el punto de vista de alguien externo (A quien no le ha pasado que se molesta con la amiga que se deja controlar por la pareja o la que se aísla por que a su pareja no le parece oportuno que mantenga una vida pública?). No obstante, desde el punto de vista psicológico hay una teoría que permite una aproximación más certera a este tipo de fenómenos y que se conoce como la Indefensión Aprendida.

Para entender un mejor el aporte de esta teoría en la comprensión de los casos de pasividad de víctimas de violencia intrafamiliar esbozaremos un breve resumen, en los años 70 Martin Seligman, un psicólogo, realizó un experimento con perros a los que sometió a varios estímulos tanto positivos como negativos de manera aleatoria, haciendo que un grupo recibiera sistemáticamente castigos sin importar el comportamiento que tuviesen y sin alternativas para evitarlos; Seligman observó cómo estos animales asumieron un comportamiento de resignación y se hicieron incapaces de luchar ante la crueldad de la que eran víctimas y a partir de ello acuña su teoría de la Indefensión Aprendida. Otros estudios aplicaron el marco conceptual de Seligman al estudio de comportamientos humanos de sumisión en situaciones de extrema violencia como por ejemplo en el análisis del comportamiento de algunas poblaciones de judíos en los campos de concentración nazi o de la población víctima en la guerra de Kosovo.

La indefensión Aprendida aplicada a la psicología humana se traduce en una condición que impide a ciertas personas accionar frente a las circunstancias que le afectan negativamente, bajo la convicción de que no existe manera de cambiar el curso de las cosas y suele afectar a quienes han estado expuestos sistemáticamente a circunstancias en las que han perdido el control sobre lo que estaba sucediendo y en consecuencia han resultado afectados.

Lenore Edna Walker, psicóloga estadounidense fundadora del Domestic Violence Institute fue pionera en aplicar este marco teórico al estudio de los casos de víctimas de violencia por parte de sus parejas y a partir de su estudio se concluyó que efectivamente las mujeres que sufrían de maltratos por su pareja, si bien en primera instancia trataban de huir o evadir estas actitudes, terminaban por acomodar su comportamiento para lograr aminorar el daño, por ejemplo complaciendo las exigencias del agresor o justificando su comportamiento y disculpando la conducta constantemente. Parece que en esta situación se establece una creencia patológica de que no existe una forma de cambiar lo que ocurre y de ahí viene que quienes están fuera tiendan a juzgar con una perspectiva distinta la situación y a proponer vías de acción que la víctima no va a considerar útiles por su misma afectación comportamental.

La investigación también ha revelado algunos métodos que resultan provechosos para que las víctimas de violencia de pareja puedan salir de estas relaciones tóxicas y si bien no todas las personas están en condición de proveerlos, es importante que como sociedad reconozcamos que existen y que se deben buscar medidas para facilitar el acceso a ellas de las víctimas, ojalá desde la oferta institucional de nuestra sociedad. Entre dichos métodos se puede destacar la importancia de lograr que las víctimas identifiquen los comportamientos típicos de los agresores y el ciclo de comportamientos que  enmarcan los episodios de violencia (Una situación tensionante, la agresión y el arrepentimiento); igualmente algunos terapeutas hablan de la utilidad de hacer que las víctimas reconozcan otras situaciones de su vida en las que aún mantienen (O mantuvieron) el control sobre sus decisiones y acciones para que visualicen las capacidades que ponen en práctica en esa área y que pueden transferir para superar la situación victimizante y se puede pedir que pongan estos hallazgos por escrito para que estén siempre presentes.

De manera que nos corresponde dejar el rol de jueces o prescriptores de las víctimas  frente a los caminos de acción que deben emprender y más bien, asumir la responsabilidad de propender por el fomento de la inteligencia emocional y las habilidades socio emocionales en los procesos formativos de las las niñas, adolescentes, jóvenes y adultas como un mecanismo preventivo de las múltiples violencias de género. En síntesis parece pertinente plantearle una pregunta abierta al sector educativo para continuar con la reflexión en este sentido y ojala motivar un debate constructivo ¿Las instituciones educativas, las familias o las entidades gubernamentales contemplan y proveen esta formación emocional como una prioridad para las mujeres en función de avanzar en la consolidación de la equidad de género?

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January 30, 2019

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Por estos días han vuelto a ser noticia las denuncias contra el controversial periodista Gustavo Rugeles por agredir a  su actual pareja, Marcela González, quien ya le había denunciado anteriormente por la misma situación, aunque en ese entonces diera versiones diferentes de lo sucedido a varios medios de comunicación. A la denuncia de González también se sumó la periodista Johanna Fuentes quien también fue pareja de Rugeles y habría sufrido los mismos ataques.

A propósito del caso se han suscitado varios debates por algunas declaraciones que diera Marcela González en las que justifica el comportamiento de su pareja, dando a entender que estos fueron hechos aislados y que todas las personas tienen derecho a equivocarse y a recibir oportunidades para resarcir el daño e incluso que ella ha denunciado movida por rabia pero sin intención de perjudicar a Rugeles; el caso ha llevado a que desde algunos sectores se critique la que parece ser una postura pasiva y destructiva por parte de González y plantea nuevamente el cuestionamiento sobre el porqué esta forma de afrontar la situación es tan frecuente entre las víctimas de violencia intrafamiliar, sin embargo, más allá de señalarle a las víctimas las evidencias de las estructuras patriarcales en sus relaciones de pareja (Lo que en muchos casos sirve pero en muchos otros no), ¿Existen otros mecanismos de apoyo efectivo para romper con el ciclo de la violencia?

Parece que lo que más común en estos casos es que las personas cercanas a las víctimas y que buscan ayudarles, tiendan a indicarles que es lo que deben hacer e incluso a cuestionar su permisividad o sometimiento ante una situación que parece inadmisible desde el punto de vista de alguien externo (A quien no le ha pasado que se molesta con la amiga que se deja controlar por la pareja o la que se aísla por que a su pareja no le parece oportuno que mantenga una vida pública?). No obstante, desde el punto de vista psicológico hay una teoría que permite una aproximación más certera a este tipo de fenómenos y que se conoce como la Indefensión Aprendida.

Para entender un mejor el aporte de esta teoría en la comprensión de los casos de pasividad de víctimas de violencia intrafamiliar esbozaremos un breve resumen, en los años 70 Martin Seligman, un psicólogo, realizó un experimento con perros a los que sometió a varios estímulos tanto positivos como negativos de manera aleatoria, haciendo que un grupo recibiera sistemáticamente castigos sin importar el comportamiento que tuviesen y sin alternativas para evitarlos; Seligman observó cómo estos animales asumieron un comportamiento de resignación y se hicieron incapaces de luchar ante la crueldad de la que eran víctimas y a partir de ello acuña su teoría de la Indefensión Aprendida. Otros estudios aplicaron el marco conceptual de Seligman al estudio de comportamientos humanos de sumisión en situaciones de extrema violencia como por ejemplo en el análisis del comportamiento de algunas poblaciones de judíos en los campos de concentración nazi o de la población víctima en la guerra de Kosovo.

La indefensión Aprendida aplicada a la psicología humana se traduce en una condición que impide a ciertas personas accionar frente a las circunstancias que le afectan negativamente, bajo la convicción de que no existe manera de cambiar el curso de las cosas y suele afectar a quienes han estado expuestos sistemáticamente a circunstancias en las que han perdido el control sobre lo que estaba sucediendo y en consecuencia han resultado afectados.

Lenore Edna Walker, psicóloga estadounidense fundadora del Domestic Violence Institute fue pionera en aplicar este marco teórico al estudio de los casos de víctimas de violencia por parte de sus parejas y a partir de su estudio se concluyó que efectivamente las mujeres que sufrían de maltratos por su pareja, si bien en primera instancia trataban de huir o evadir estas actitudes, terminaban por acomodar su comportamiento para lograr aminorar el daño, por ejemplo complaciendo las exigencias del agresor o justificando su comportamiento y disculpando la conducta constantemente. Parece que en esta situación se establece una creencia patológica de que no existe una forma de cambiar lo que ocurre y de ahí viene que quienes están fuera tiendan a juzgar con una perspectiva distinta la situación y a proponer vías de acción que la víctima no va a considerar útiles por su misma afectación comportamental.

La investigación también ha revelado algunos métodos que resultan provechosos para que las víctimas de violencia de pareja puedan salir de estas relaciones tóxicas y si bien no todas las personas están en condición de proveerlos, es importante que como sociedad reconozcamos que existen y que se deben buscar medidas para facilitar el acceso a ellas de las víctimas, ojalá desde la oferta institucional de nuestra sociedad. Entre dichos métodos se puede destacar la importancia de lograr que las víctimas identifiquen los comportamientos típicos de los agresores y el ciclo de comportamientos que  enmarcan los episodios de violencia (Una situación tensionante, la agresión y el arrepentimiento); igualmente algunos terapeutas hablan de la utilidad de hacer que las víctimas reconozcan otras situaciones de su vida en las que aún mantienen (O mantuvieron) el control sobre sus decisiones y acciones para que visualicen las capacidades que ponen en práctica en esa área y que pueden transferir para superar la situación victimizante y se puede pedir que pongan estos hallazgos por escrito para que estén siempre presentes.

De manera que nos corresponde dejar el rol de jueces o prescriptores de las víctimas  frente a los caminos de acción que deben emprender y más bien, asumir la responsabilidad de propender por el fomento de la inteligencia emocional y las habilidades socio emocionales en los procesos formativos de las las niñas, adolescentes, jóvenes y adultas como un mecanismo preventivo de las múltiples violencias de género. En síntesis parece pertinente plantearle una pregunta abierta al sector educativo para continuar con la reflexión en este sentido y ojala motivar un debate constructivo ¿Las instituciones educativas, las familias o las entidades gubernamentales contemplan y proveen esta formación emocional como una prioridad para las mujeres en función de avanzar en la consolidación de la equidad de género?

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